martes, 26 de febrero de 2019

CAPÍTULO 48: EL PEOR DÍA DE MI VIDA

Me despierto con ella abrazada a mi, de lado, en mi espalda. Cuando soy consciente de donde estoy y con quién estoy, sonrío. Comienzo a recordar lo que hablamos anoche. Estaba agobiado porque no podía controlar cómo me salía comportarme con ella. En un momento, con las palabras justas, me quitó esas manías que tanto tiempo he tenido encima. Acaricio su mano, que está sobre mi abdomen, abrazada. La escucho respirar profundo, sigue dormida. Vuelvo a sonreír.
No sabría decir qué hora es. Cuando voy a coger el móvil, vibra. Es un whatsapp. De mi hermana. Son las 11:30. Joder, qué tarde.

“Hola hermanito… no pienses mucho hoy vale? Pásalo bien con esa persona que estás conociendo. A papá no le gustaría que hoy fuera un día malo después de lo feliz que te vi el otro día. Te quiero”

El corazón me da un vuelco. La fecha. La maldita fecha. El maldito día. De pronto, todas esas imágenes de ese día, se agolpan en mi mente. Sé que mi hermana me ha mandado ese whatsapp para que no me rayara, pero es que ni siquiera me había acordado que era hoy. De estar aquí tantos días, he perdido el día exacto. Todas esas imágenes, todos esos gritos de mi madre, de mi hermana… todo se clava de nuevo en mi cabeza. 8 años justos. 8 malditos años sin él. Casi había asumido que habían pasado esos años, pero todavía no había llegado la fecha exacta. Ha llegado hoy. Justo hoy.

Necesito salir de aquí, me agobio por momentos. Retiro la mano de Malú cuidadosamente y me levanto. Una camiseta y fuera. Necesito aire, aunque sea de la terraza. Al salir, veo que el día es soleado. La playa. Veo la playa. Siento tentación de bajar y correr como un poseso por la orilla, pero, de repente, no tengo ganas. Tengo ganas de estar solo. Tengo ganas de llorar.

Pienso en mi madre yendo al cementerio. Seguro que ha ido. Lo hace todos los años. Yo hace años que no voy, igual que mi hermano. Cada vez que iba, salía de allí con la sensación de haber perdido la esperanza en todo. Me absorbía la energía, no me llenaba, sino todo lo contrario. No me reconfortaba.
No quise verle. No quise recordarle así, quise recordarle vivo. Pero sí quise saber qué pasó exactamente. Sus compañeros, que luego fueron los míos, eran reacios a contármelo hasta, que un día, lo conseguí. Un aviso por la tarde, un accidente en la carretera. Mi padre murió ayudando a la gente. Intentando sacar a alguien de las llamas. Quise ser como él. No sabía como imitarle.

Me enciendo un cigarro. No tengo ni pizca de hambre. Me siento en la silla y me dejo caer hacia las rodillas con mis codos y llevo mis manos a la cabeza. Cuando no llegaba y sonó el teléfono, lo supe. Algo me lo dijo. Salí de mi habitación y vi como mi madre caía sentada en el sofá, con el teléfono en la mano. Repetía una y otra vez en qué hospital estaba. Mi hermana acababa de llegar de la universidad y observaba la escena a mi lado.

Los gritos. Los gritos de mi madre y cómo soltó el teléfono, se levantó del sofá como intentando dar golpes a algo, y se desmayó. Mi hermana, sobrepasada, se puso a gritar. Y yo… yo no pude decir nada. No me hizo falta saber qué le habían dicho por teléfono. Mi padre ya no estaba, lo supe. Mi madre recobró la consciencia a los pocos segundos, pero llamamos a la ambulancia. Me asusté, asustó ver su forma de gritar, de llorar. Me lo imagino. El amor de su vida. Llevaban tantos años juntos… desde adolescentes. Y así, sin más, se fue.

Recuerdo el momento de entrar al tanatorio. Mi madre se nos escurría de las manos. Las lágrimas comienzan a salir por mis ojos al recordarlo. Pasó tanta gente por el tanatorio que llegó un momento que me saturé. Salí de allí y me harté de llorar en la calle hasta que mi hermano me encontró. Jose siempre había sido algo frío. El hermano mayor que me puteaba de pequeño. En ese momento fue el salvavidas al que me aferré. Ese abrazo lo tengo clavado en el pecho. Hizo del pilar que se me había venido abajo. Hizo de padre.

Recuerdo a mi cuñada, embarazada, consolando a mi madre como podía. A mi hermana, en shock durante todo el tiempo que pasamos allí. Cuando me quiero dar cuenta, estoy llorando. Estoy llorando mucho, haciendo ruido incluso. El momento de sacarle de la iglesia a hombros fue el momento más duro que recuerdo. Recuerdo que no pude parar de llorar ni un segundo. A mi derecha, mi hermano. Mi hermana quiso también estar ahí y se colocó detrás de mi. La escuché llorar durante todo el camino hasta el coche.

Cuando su féretro se quedó dentro del nicho, supe que aquello marcaría mi vida para siempre. Cuando termina todo, es lo peor. El día siguiente del entierro lo recuerdo todavía peor. No, el momento peor es el momento en el que volvimos a casa, ese día. Mi hermano se fue con su mujer a su casa, evidentemente, y allí estábamos, mi madre, mi hermana y yo. Mi madre no pudo dormir en la habitación, dormimos los tres en el salón. Como pudimos, llevábamos 48 horas casi sin dormir. Los días más terribles de mi vida, sin duda alguna.

1 comentario:

  1. Maaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaasssssssssssssssssssssss porfaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa

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