Me miro en el espejo nervioso. No sabía qué ropa ponerme.
Arreglado pero informal? De playa? Joder… por qué estoy tan nervioso? Quizás
porque voy a comer con gente famosa. Es posible que sea eso no?. En fin, me
miro en el espejo y creo que voy bien. Vaqueros y una camisa no muy arreglada,
por fuera, con las mangas medio subidas, y mis zapatillas. Ya está, basta de
pensar más o llegaré tarde.
Salgo del hotel y ya es la 1 en punto. Sigo las indicaciones
que tengo en la cabeza. En 1 minuto estoy en el callejón. Es cierto, no tiene
pérdida. La verja verde me indica que es allí. Hay un telefonillo así que toco.
Dudo un segundo antes si hacerlo o no… si marcharme de allí… pero me dejo
vencer y toco al timbre. Ni siquiera me responden, solo me abren. Supongo que me
han visto por la cámara.
Abro la verja y lo primero que me encuentro es un pastor
alemán que no me ladra, pero me mira. En el porche, Carlota sale corriendo
hacia mí y se me abraza a la pierna, haciéndome reír. Sigo mirando al perro, se
me acerca, me olisquea… y se me planta. 50 kilos de perro se me plantan
haciendo que Carlota se mee de risa y, de fondo, escucho las risas de Vero. Menos
mal que la camiseta no es blanca, sino me la habría manchado entera. Consigo
bajarle al suelo y comienzo a acariciarle, hablándole como si fuera un bebé.
Por qué hacemos eso con los animales?. Me flipan los animales, en especial los
perros. Reconozco que, al principio, me ha dado algo de miedo. Pensaba que se
me iba a tirar encima. Pero ahora me parece de lo más adorable. Se tumba panza
arriba mientras sigo acariciándole.
-No te ha ladrado… - escucho la voz de Malú y me levanto
como un resorte –
-Eso es noticia! – escucho como exclama Pepi – ladra a todo
el mundo…
Sonrío mirándole y luego miro a Malú, que me observa diría
que algo sorprendida.
-Hola – acierto a decir –
-Hola – responde y dirige su mirada al suelo – pasa anda,
que sino Lucho no va a dejarte en paz –
Así que se llama Lucho el perro. Ya tengo un dato más para
hablarle por si se le ocurre atacarme. Vero se levanta de la silla en el porche
y me da dos besos con un breve abrazo cariñoso. Pepi hace lo propio, pero algo
más efusivo.
-Qué alegría que hayas venido hijo – exclama Pepi –
-Hola
Una voz grave suena a mi espalda, junto a la puerta que da
entrada a la vivienda. Me giro y allí está. Pepe. El padre de Malú. El hermano
de Paco. Me pongo nervioso de repente.
-Hola – respondo mirándole –
-Debes ser Hugo – dice mirándome con un gesto más bien
neutro –
-Si… - extiendo mi mano para estrechársela – un placer
conocerle, Pepe.
Veo por el rabillo del ojo como Malú me mira mordiéndose una
uña de la mano, diría que con gesto divertido.
-De usted me vas a tratar? – pregunta cambiando el gesto a
algo más distendido – de eso nada hombre… - me da un par de palmadas en la
espalda –
-Eh… - la voz de Malú hace que la mire – pasamos dentro? –
noto su voz un tanto nerviosa –
Su padre asiente y me invita a pasar junto a él. Nada más
entrar, el salón. En una pared, como presidiéndolo, un retrato de Paco. Me da
como un vuelco el corazón. Impone mucho. Me quedo parado, sin seguir andando,
mirando el cuadro. De repente aparto la mirada y me encuentro con Pepe
mirándome fijamente. Malú a mi derecha hace lo mismo, pero cuando se cruzan
nuestras miradas, la aparta. Imagino que, a mi espalda, Vero y Pepi también me
observarán.
-Supongo que sabes quién es – dice su padre señalando el
cuadro –
-Claro… - respondo rápidamente y vuelvo a mirar el cuadro –
un genio – digo sin pensar –
Dirijo mi mirada de nuevo hacia Pepe que me mira, esta vez,
con una leve sonrisa. Vuelve a darme un par de palmaditas en la espalda y me
invita a sentarme en el sofá.
Lo que no saben es por qué me ha impresionado tanto ese
cuadro. Ya no solo porque impone, sino porque me recuerda cosas. Mi padre lo escuchaba
a todas horas. Siempre que cogía la guitarra me decía que era imposible que un
humano tocara la guitarra como él. Mi padre sabía tocarla y me enseñó. Tenía
pasión por el flamenco y por Paco de Lucía. Verle ahí, de repente, me ha
recordado a mi padre y me he quedado paralizado. Me siento en el sofá,
volviendo a mirar fugazmente el cuadro y apartando la mirada rápidamente.
-Qué quieres beber Hugo? – escucho a su madre a mi espalda –
una cerveza?
-Eh… - todavía estoy algo incómodo, todavía no sé qué hago
aquí – sí, gracias… - respondo de forma cortés –
En el sillón de al lado se sienta Pepe. A mi lado noto como
se sienta alguien y, cuando me giro, es Malú. Creo que no había estado tan
cerca de ella todavía. Noto un olor agradable. Creo que viene de su pelo, pero
no estoy seguro. Me mira y sonríe, como sabiendo que estoy algo incómodo e
intentando que me sienta bien.
-Así que tú eres el famoso Hugo – dice su padre mirándome –
-Famoso… - digo contrariado –
-Hombre, en esta casa no se ha hablado de otra cosa desde el
otro día… - bajo la cabeza algo avergonzado – en especial aquella enana –
señala a Carlota, que se dirige pegando saltos a la cocina tras su madre – que
te ha gastado el nombre… - sonrío sin querer –
-No te ha costado encontrar la casa no? – pregunta Malú a mi
lado, con voz diría que dulce –
-No, que va… - niego con la cabeza –
-Lucho suele ladrar a todo el mundo – dice Pepe levantándose
a por un cenicero – le has caído bien, eso no suele pasar…
-Habrá olido a mi perro… - digo restándole importancia –
-Tienes perro? – pregunta Malú de forma interesada –
-Si – respondo sonriendo mirándole – un Golden… - me mira
hasta con cara de ilusión – tiene 2 añitos…
-A mi hija le van a poner un zoo en su casa… - dice
sentándose y encendiéndose un cigarro – no te molesta no? – le miro extrañado –
el humo digo
-No no… - niego – la verdad es que también fumo… - confieso
–
-Pues coge – me ofrece un cigarro de su paquete. Dudo un
segundo pero lo acepto –
-Gracias – respondo –
-Lo que te decía… - da una calada – que mi hija tiene un
zoo…
-Papá… - escucho a Malú con voz cansada –
-Un hurón tenía! – exclama –
-Tenías un hurón? – pregunto girándome hacia ella
sorprendido a punto de reírme –
-No veas como olía eso… - dice su padre con tono que me hace
reir –
-Tampoco tanto… - dice Malú algo ruborizada –
-Que no olía el hurón dice… - aparece su madre a mi espalda,
dejando mi cerveza y varias cosas más para picar – menos mal que ya luego dijo
que perros y gatos solamente…
-Tienes perros y gatos en casa? – pregunto sorprendido con
media sonrisa –
-2 perras y un gato… - responde con algo de vergüenza –
Sonrío mirándola y, de nuevo, cuando me mira, baja la
cabeza, como avergonzada. Me inquieta ese gesto. Pero me gusta. Se nota que es
muy tímida.
-Te gusta el gazpacho no? – pregunta su madre –
-Me encanta el gazpacho – afirmo –
-Estupendo! – exclama – eso y un arrocito… - afirmo hasta
con algo de ternura al ver como intenta que me sienta cómodo –
-Hugo – la voz de Carlota me hace mirar hacia la izquierda –
vienes fuera a jugar conmigo?
-Carlota, qué te he dicho? – escucho a Vero reñirle y la
niña se queda seria –
-Claro! – exclamo mirando a Vero fugazmente para que no se
preocupe –
Apago el cigarro a la mitad y me levanto del sofá, con la
mano de la niña agarrada a la mía. La excusa perfecta para salir de ese salón
en el que todavía me siento algo tenso.
-A qué quieres jugar? – digo al llegar al jardín –
-Al fútbol – responde convencida –
La miro con ternura y asiento. Me enseña un balón y me lo
lanza chutándolo como con fuerza. Sonrío y se la devuelvo de forma suave.
++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++
Ay por favor. En qué compromiso le he metido. Estaba tenso,
se nota. Normal, mi padre impone un poco. Me he quedado muerta cuando se ha
quedado parado mirando el cuadro de mi tío. Sonará raro, pero, para mí, es como
si le hubiera mostrado respeto. Y creo que para mi padre también. Y ya cuando
ha dicho que era un genio… bueno, a mi padre se lo ha ganado con la gorra. A mi
padre y a todos. Encantadísimos de que esté aquí. Me han devuelto la palabra
por fin, así que todos contentos.
-Malú, me estás oyendo? – escucho a Vero –
-Dime – respondo rápidamente –
-Que digo – me toca el muslo – que podías ir fuera para no
dejar solo a Hugo con la niña…
-Y por qué no vas tú? – pregunto extrañada al ver como habla
en voz baja –
-Si quieres te lo explico… - dice alzando las cejas varias
veces –
-Vero – le recrimino en voz baja mientras escucho como mi
padre habla con mi madre –
-Bueno, pues haz lo que quieras… - dice restándole
importancia, sabe que me molesta que haga eso –
Me enciendo un cigarro y, sin pensármelo, salgo al jardín.
Sé que Vero estará sonriendo triunfante y que mis padres ni se habrán enterado
de lo que ocurre.
Al salir, me quedo mirando la escena. Hugo medio agachado en
el suelo, recibiendo los disparos de mi ahijada y fingiendo que no llega a
algunos, provocando que mi ahijada grite de alegría cada vez que le marca. Me
provoca tanta ternura que hasta me apoyo en el resquicio de la puerta, en plan
bucólico. Les observo un poco más. Sobre todo a Hugo. Es guapo, está claro. Y
se lleva bien con los niños, parece ser. Y con los animales. Suspiro levemente.
Pienso en la historia que me ha contado esta mañana en la playa y se me parte
el alma. Ha tenido que pasarlo mal en la vida. Y, aún así, desprende alegría.
Al menos eso me parece al verle jugar con Carlota.
-Tata! – grita Carlota desde el jardín, haciéndome salir de
mis pensamientos – juegas con nosotros?
-No puedo cariño – sonrío señalando mi pie – me pierdo toda
la temporada… - digo de forma graciosa –
Le escucho reírse ante mi comentario y le miro. Me mira sonriente y evito mirarle con la excusa de buscar una silla para sentarme. Me mira y bajo la cabeza. Conozco por qué me pasa eso. No, pero no es por eso. Es porque todavía me siento mal por cómo me comporté con él. Me da vergüenza cómo le traté. Por eso no le aguanto la mirada. Sí, es eso.
Maaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaasssssssssss porfaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa
ResponderEliminar