Llego a la playa justo antes de comer. He ido al hotel a
ducharme y a ponerme el bañador. Me siento estúpido por haberme duchado para
bajar a la playa, pero bueno, tenía calor. Antes de entrar en la arena, compro
un bocadillo en un bar al lado del hotel. Esa va a ser mi comida. Esa y una
cerveza bien fresquita. Además de mi comida, una toalla, mi móvil, mis cascos y
un libro. Pienso tirarme aquí toda la tarde, pero en una hamaca y bajo una
sombrilla. Me tumbo en una de las que están un poco más apartadas, sin apenas
gente sentada alrededor, y comienzo a comerme el bocadillo. No me quito la
camiseta todavía, no me gusta comer sin camiseta y que todas las migas se me
queden pegadas en la piel.
Tras engullir mi bocadillo, me tumbo con mis gafas de sol y
mi música, mirando a la orilla. Veo una niña jugando con una chica que,
supongo, es su madre. Llenas de barro, riéndose. Sonrío y recuerdo cuando
íbamos en familia a la playa. Parece que ellas también vienen así. Una señora
algo más mayor y otra chica, las observan bajo una sombrilla. Me encanta
observar a la gente e imaginar qué harán en sus vidas. Qué relaciones tendrán.
Veo como la niña sale detrás de la que creo que es su madre, y obliga a la otra
chica a levantarse y jugar con ella en la orilla. Un bikini negro realza una
figura estilizada. Parece que hace deporte. Una larga melena medio rizada, cae
por su espalda, hasta que la recoge de forma rápida con una coleta y se sienta
en la orilla, con un cubo y una pala, y juega con la niña intentando hacer
castillos de arena. Imagino que serán hermanas las dos chicas, la niña hija de
una de ellas, y la mujer más mayor, la madre. O quizá son pareja y es su hija.
Qué más da, el caso es que las miro hasta que unos críos jugando a fútbol
desvían mi atención. Los típicos críos de 15 años que, por hacerse los chulos,
intentan hacer chilenas y se revientan contra la arena. Niego con la cabeza y
decido cerrar los ojos, dejando que la música me posea por completo.
No consigo dormirme, comienzo a tener calor. Me quito los
auriculares y el sonido de las olas me hace respirar hondo. El mar está algo
revuelto, hace un poco de viento, pero se está a gusto. Miro hacia el
chiringuito. Apenas hay nadie. Me apetece un helado, o un gin tonic… o lo que
sea. Una pareja de edad avanzada están tumbados a mi lado. Me dirijo a ellos de
forma comedida para que no se asusten.
-Disculpen – me miran algo asustados – podrían echarle un
ojo a mis cosas que voy un segundo al chiringuito? – la mujer me mira aliviada
–
-Claro hijo – me responde con marcado acento gaditano –
-Gracias – respondo –
Camino hacia el chiringuito ya con bastante calor. Cuando
vuelva, el gintonic que me voy a beber va a ser si camiseta. Y tras el
gintonic, me meteré en el agua. Tengo mi plan hecho en la cabeza. El camarero
me indica que tiene que ser en vaso de plástico y asiento. Lógico. Me lo voy a
beber en un segundo, tengo mucha sed. Vuelvo sobre mis pasos y hago un gesto a
la pareja, agradeciéndoles que me hayan cuidado las cosas. La señora me
responde con una amplia sonrisa.
Dejo el gintonic apoyado en la arena y me quito la camiseta.
No me apetece ponerme al sol, solo sentarme y observar a la gente mientras
bebo. Me estaré convirtiendo en un borracho? No, no lo creo.
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