lunes, 25 de febrero de 2019

CAPÍTULO 46: CONTIGO ME VOY

Esta noche no la entenderé nunca pero creo que, siempre que la recuerde, voy a sonreír. Que alguien que conozco desde hace unos días esté en mi casa, tan integrado, tan normal. Tan fácil. Esa es la clave. Es todo tan fácil y tan poco forzado que me encanta. Me he relajado tanto que hasta me he arrancado a cantar con mi padre bajo su atenta mirada. Parece que me hace una radiografía cada vez que me oye cantar. Me mira de una manera muy intensa, como si le llegase tanto mi forma de cantar que no pudiera mirar para otro lado. No me siento intimidada… sino que me siento… admirada. Creo que es eso. Con lo vergonzosa que soy yo para esas cosas.

Siempre he pensado que, en una pareja, una de las cosas básicas es la admiración mutua. Me admirará? Espera espera, pareja? Estoy pensando en él como una pareja?

-Malú – la voz de Vero me hace pegar un respingo en la silla – mira tu ahijada… - miro a Carlota que está con los ojos entrecerrados – me la voy a subir a acostarla… - sonrío y asiento – qué vas a hacer? – habla en voz baja mientras Hugo mantiene una conversación con mis padres –

-De qué? – digo extrañada –

-No te hagas la tonta… - sonrío cayendo en lo que se refiere – menudo tonteíto nena… - hace que me ruborice – me encanta, te lo digo en serio… - la miro un poco avergonzada – te vas con él no?

La miro y me alzo de hombros. Le miro de reojo. Cómo no me voy a ir con él? Llevo toda la noche aguantándome las ganas de besarle. De besarle mucho. Y de abrazarle. Contacto físico, eso es lo que necesito. No pienso solo en sexo, sino en todo lo demás. Aunque, para qué mentir, pienso en sexo. Escucho la risa de Vero y niega con la cabeza.

-Entonces mañana no creo que nos veamos antes de irnos… - dice Vero y, de repente, me doy cuenta que se va mañana y la tristeza me inunda – eh, esa cara no – me apunta con el dedo – hemos quedado que, a partir de ahora, nada de “estoy demasiado ocupada” – asiento sin decir nada – nos vemos muy pronto, me oyes? – asiento algo apenada – bueno… - Vero se levanta – mi hija ha caído y es tarde… - miro a Carlota que abre los ojos como puede – y mañana nos vamos pronto…

-No mami… - dice con voz de dormida – un ratito más…

-Carlota… - dice riéndose – si te estás durmiendo!

Miro a Hugo y está mirando a Carlota con una ternura que me lo quiero comer. Se levanta de la silla sin saber muy bien lo que va a hacer, y se acerca a la niña agachándose a su altura en la silla.

-Cuántos dedos ves aquí? – pregunta de forma graciosa haciéndome reír – nah, está dormida… - le hace una carantoña –

-Nos vamos a ver otra vez? – pregunta la niña mirando a Hugo con ojos de sueño –

Me enternece. Ahora mismo, si me dejara llevar, tendría 7 hijos con este hombre. No me da tiempo a 7, claramente. Ay dios, pero qué estoy diciendo? Que le conozco de hace nada! Pero es tan… normal. Es que es normal. Y cariñoso. Y tierno. Y… bah… y todo.

-Pues claro! – exclama con tono convencido – me das un beso?

No le da un beso, se le tira al cuello. Lógico. Yo también quiero hacerlo ahora mismo. Se le agarra y no le suelta. Hugo se levanta con ella cogida en brazos y se alza de hombros mirando a Vero y a todos. Miro a mi madre. El gesto de mi madre. Le gusta. Miro a mi padre. Dentro de su gesto de indiferencia que a veces pone, le mira con una ligera sonrisa. Le gusta. Miro a Vero. Bah, para qué mirarla. Me mira y sonríe ampliamente. Y yo tengo que tener una cara de gilipollas importante…

-Venga, te la subo… - dice caminando con Vero saliendo de la terraza. Me levanto rápidamente para seguirles – vienes? – se gira pero ya estoy a su altura – eres rápida…

-Mucho… - digo con doble intención y pone los ojos en blanco, sonrojándose un poco –

-Con mi hija presente… - dice Vero en voz baja – no tenéis vergüenza…

-Vero! – exclamo en voz baja subiendo las escaleras detrás de Hugo, que no dice nada –

-Si si… mucho Vero… - dice abriendo la puerta de la habitación – pero el tonteo que lleváis… hasta la niña lo ha visto…

Miro a Hugo que sigue sin decir nada y espera a que Vero retire la ropa de la cama para acostar a Carlota. No consigo verle la cara. Al recostar a Carlota en la cama, la niña se despierta un poco, no le suelta del cuello.

-Te quiero mucho Hugo… - dice con voz de dormida y los ojos cerrados –

-Madre mía… - Vero me mira y sé por qué lo hace. Se ríe y escucho como Hugo se ríe también –

-Y yo a ti, bicho… - dice dándole un beso en la mejilla – oye, le das un beso a la tata? – asiente con los ojos cerrados –

Por fin le veo la cara. Me mira y aparta la mirada un poco avergonzado.

-Buenas noches enana… - digo con tono dulce dándole un beso en la mejilla y notando como se me agarra al cuello también durante un instante – nos vemos muy pronto vale? – la niña asiente con los ojos cerrados –

-Ay que ver… - dice Vero mirándonos – os quiere más a vosotros que a mí… - niega con la cabeza – y ahora que no nos oye nadie, quién de los dos le va a decir a Pepe que su hija se va a dormir contigo? – señala a Hugo que me mira entre sorprendido y asustado – mira qué cara… - se ríe – se lo dices tú no? – me señala –

-Vero, es para matarte… - digo algo agobiada por verle a él asustado –

-Que me voy mañana! – dice en voz baja – déjame que disfrute un poco… - se nos acerca – yo me quedo ya aquí con la enana… - dice abriendo sus brazos – me das un abrazo de esos de los tuyos?

Me emociono un poco y la abrazo fuerte. Muy fuerte. La echo siempre tanto de menos cuando no está. Es eso, es como si fuera mi hermana.

-A qué hora te vas mañana? – digo separándome un poco intentando no ponerme a llorar –

-Demasiado pronto para vosotros… - dice acercándose a Hugo que la mira con un gesto entre sonriente y avergonzado – anda, dame un abrazo…

Les veo abrazarse y termino por emocionarme un poco más. Que a tu mejor amiga, a tu hermana, le guste la persona que estás conociendo, es algo que a veces no pasa. Todo fácil, todo sencillo. Una vez más lo pienso.

-Gracias por todo – escucho que le susurra sin deshacer el abrazo – y cuídamela por favor… - le susurra tan bajito que piensa que no le he escuchado, pero lo he hecho –

Veo como Hugo sonríe y asiente levemente. Así que va a cuidarme. De pronto siento mucho calor en las mejillas.

-Anda pareja… - dice apartándose y empujándome – largaos a vuestro hotel mientras yo duermo con mi hija… - dice con gesto indignado – no bajo por no reírme cuando se lo digas a tu padre – dice mirándome y haciéndome poner los ojos en blanco –

Sonrío y camino hacia la puerta, seguida de Hugo que se despide de Vero de nuevo, cerrando la puerta. Cuando salimos al pasillo, noto como me coge la mano, reteniéndome.

-Malú, si quieres dormir aquí…

-Cállate… - digo cortándole y lanzándome a besarle, agarrándome a su cuello y poniéndome de puntillas como puedo –

Noto como se sorprende, pero no se aparta. Tenía las mismas ganas que yo. Me agarra de la cintura pegándome a su cuerpo, alargando el beso hasta el punto de dar varios pasos por el pasillo hasta la pared. Le encanta ponerme contra la pared y a mi me encanta que lo haga. No me levanta en peso, solo sigue besándome, con una mano en mi mejilla izquierda y la otra en mi cintura. Se separa automáticamente cuando escucha la voz de mi madre abajo. No parece que vaya a subir por las escaleras, sino más bien que va a la cocina, pero se separa como resorte. Le miro con media sonrisa pero con cara de deseo, o eso creo.

-Qué ganas tenía de besarte… - digo susurrando volviendo a acercarme a él –

-Tu madre Malú… - dice dando un paso atrás –

-Qué pasa? – sigo acercándome – tú no tenías ganas? – digo fingiendo indignación –

Trago saliva cuando noto que vuelve a agarrarme de la cintura. Su boca se dirige a mi cuello pero pasa de largo y va hacia mi oreja.

-Te comía ahora mismo…

Su voz suena tan… sexy. Tan… joder, me ha puesto cachonda solo con eso. Resoplo y le miro. Agarro su mano y voy hacia las escaleras. Hagamos esto rápido. Cuando voy a bajar, me acuerdo de lo que me pasa siempre. La ropa. Le hago girar y entramos a la habitación de al lado de la de Vero y Carlota. Vero estará con la oreja puesta seguro. Veo la bolsa que ayer olvidé coger, así que no tengo que hacer nada más. La cojo y me mira alzando una ceja pero no dice nada, solo sonríe.
Ahora si, bajamos las escaleras. Abajo, mi madre ya ha recogido toda la mesa junto con mi padre. Mi padre mira la bolsa instantáneamente. Mi madre tarda más en darse cuenta, pero también lo hace.

-Eh… - digo algo nerviosa sin soltar la mano de Hugo, que sé que tiene que estar a punto de querer ser invisible – vuelvo mañana vale?

Así, sin paños calientes. Para qué voy a andarme por las ramas. Mi madre hace un gesto de aprobación con media sonrisa que me sorprende. Mi padre me mira. Me analiza durante unos segundos y luego hace lo mismo con Hugo. Ahora si que le gustaría ser invisible seguramente.

-Gracias por la cena – le escucho decir con voz hasta temblorosa –

-Cuando quieras – dice mi padre acercándose y alargando su mano para estrechársela – y la guitarra ya sabes, cuando quieras también…

Esboza una sonrisa. MI PADRE ESBOZA UNA SONRISA. Ya está, ya no hace falta que me diga nada más. Le da una palmadita en el hombro y me da un beso a mi en la mejilla, metiéndose hacia el salón. De pocas palabras, como era mi tío, como es mi familia paterna. Mi madre me da un beso y, dejándome casi muerta, le da otro beso a Hugo.

-Gracias a ti por encender eso hijo – señala la barbacoa – estaríamos sin cenar todavía…

-Te estoy oyendo! – exclama mi padre desde dentro haciéndome reír –

Sonrío y mi madre me mira. Me mira sonriente. Tampoco hace falta que me diga nada más. Le parece bien que me vaya. Le parece bien Hugo. Noto como sus piernas se mueven un poco, sutilmente, como si estuviera nervioso, así que decido acabar con eso y poner rumbo al hotel.

Al salir, le escucho resoplar. No puedo evitar reírme.

-Les gustas… - digo casi sin pensar – les caes bien… - digo mirándole –

-Me alegro… - dice algo nervioso – aunque yo prefiero gustarte a ti…

Me deja sin palabras. Lo ha susurrado pegado a mi cuello. Otra vez esa voz. No va a esperar ni a que lleguemos al hotel? Sigo caminando casi sin pensar, roja como un tomate. Le oigo reírse. El hotel está tan cerca que en apenas 2 minutos, estamos entrando por el parking. El ascensor. El maldito ascensor. Cuando se cierran las puertas, como si fuera un mecanismo automático, se gira hacia mí, suelto la bolsa en el suelo y comenzamos a besarnos. A besarnos como si fuera a acabarse el mundo. Esta vez le pego yo a la pared y hace un sonido como de aprobación. Dura demasiado poco, sube demasiado rápido ese ascensor. Su mano se ha colado por mi camiseta. Se separa de mi al abrirse las puertas, agarra mi bolsa y mi mano y salimos al pasillo. Comprueba que no hay nadie justo antes de agarrarme otra vez de la cintura y comenzar a besarme de nuevo. Me agarro a su cuello con una ligera risa que no sale del todo porque su boca sella la mía. Llegamos a trompicones a la puerta de su habitación y, sin dejar de besarme, abre la puerta con la tarjeta. No deja de besarme ni siquiera cuando coloca el cartel y cierra con pestillo la habitación. Oigo como tira mi bolsa al suelo y, automáticamente, sus manos se dirigen a mi trasero. Ahora si, me eleva, me levanta en peso. Joder, estoy muy cachonda. Mucho. No me pega a la pared, me sienta en la mesa y oigo como algo cae al suelo, creo que lo ha tirado él para hacernos sitio, pero no acierto a ver qué es. Me tumba parcialmente en la mesa y se tumba encima de mí, besándome sin parar. Ni siquiera me besa el cuello, solo los labios. Suficiente, no necesito que bese nada más. Tenía tantas ganas de besarle que todo lo que sea no besar sus labios, ahora mismo me sobra.

Sus manos se dirigen primero a mis costados, subiendo mi camiseta. Esa camiseta ancha negra que me puse al salir de la ducha y que pensaba cambiar antes de que llegase. Pero no, no lo he hecho. Voy sin arreglar, sin maquillar. Y me está comiendo a besos, literalmente. Me siento deseada, como ayer, como todo el tiempo. Siento que puedo ser yo completamente, que no hace falta que finja ser nada, que no me hace falta vestirme de nada para gustarle. Su mano se posa en mi entrepierna y comienza a hacer presión, haciendo que suelte los primeros gemidos tímidos.

Al escucharme, me agarra, me quita la camiseta sin decir nada, dejándome con el sujetador, y me levanta de la mesa para llevarme a la cama. La cama que ya conozco, que ya nos conoce. Es casi la primera vez que se ha separado de mis labios. Se quita su camiseta y se tumba encima de mi, con una mirada de deseo que en mi vida me habían dedicado. Vuelve a besarme, a tocarme, esta vez sin parte de arriba, acariciando mi abdomen y dirigiendo una de sus manos a mi pecho, que sigue cubierto con el sujetador.

-No te puedes imaginar cómo me gustas… - dice con voz ronca, apartando mi sujetador, sin desabrocharlo, y dejando uno de mis pechos descubiertos – no te lo puedes imaginar… - repite mirándome –

Joder. Esa mirada me acaba de matar. Ha sido fugaz porque su cara se ha ido directa a ese pecho que ha quedado al descubierto. Su boca y su lengua se pasea por la zona, como con prisa, pero con mucha intensidad. Ya no voy a poder dejar de gemir hasta que terminemos. Resoplo de puro deseo y le empujo un poco para que se incorpore. Me siento, con el encima de mi, y me agarro a su pelo para besarle. Aprovecha la posición para quitarme el sujetador. Tira de él hasta quitármelo y lo lanza no se bien donde. Sus manos se posan en mis pechos y comienza a manosearlos, a tocarlos de forma desenfrenada, mientras sigo agarrada a su pelo, sin dejar de besarle.

Me empuja para que me tumbe y vuelve a dirigir sus labios a mis pechos, a los dos, sin pausa. Me agarro de nuevo a su pelo, esta vez tumbada. Mis caderas y las suyas se encajan, todavía con la ropa puesta, pero puedo notar que él también está excitado.

-Dios… - susurro casi sin querer, de puro placer, cuando comienza a besarme el cuello de la misma manera que mis pechos, con prisa pero con intensidad –

-No sé cómo he podido controlarme tanto… - dice posando su mano de nuevo en mi entrepierna –

-Hugo… - gimo al notar como va moviendo su mano por encima de mis mallas – quítame esto… - digo refiriéndome a lo que me queda de ropa –

Obedece sin decir nada. Me baja las mallas con prisa. No se espera, hace lo mismo con mis braguitas, tirando de la ropa hasta sacarla por mis piernas. Me deja desnuda en un momento. Cuando veo que su cara se dirige directa a mi entrepierna, tiro de él para que vuelva a mi boca. No lo necesito, ahora no. Ahora lo que necesito es que me bese y me toque. Con mis manos, desabrocho su pantalón vaquero y lo voy bajando como puedo, junto con los boxers, esta vez grises, que no dejan nada a la imaginación. Le toco. Le toco por encima de los boxers y noto como me besa de forma todavía más intensa. Hoy es más intenso. Es más rápido. Es más desesperado. Se separa un poco para ayudarme a quitarle la ropa y, el mismo, con el movimiento de sus piernas, se quita las prendas. Se vuelve a tumbar encima de mi, abro un poco mis piernas y se coloca entre ellas, rozándose. Nos rozamos de forma desesperada.

Lo necesito ya. Con mi mano, toco su entrepierna y resopla en mi hombro, apartándome un poco el pelo y besándome el cuello. No puedo más, necesito notar como el contacto entre nosotros es completo. Alargo la mano a la mesita, pero no encuentro la caja. Parece que sabe lo que quiero, alarga su mano y abre el cajón, sacando la caja. Resoplo al mirarle. Le observo atenta mientras se lo pone. Me muerdo el labio inferior, no puedo evitarlo. Me encanta. Me gusta. Me vuelve loca que me siga el ritmo de esta manera. Me mira y, al verme como me muerdo el labio inferior, su cara se transforma de nuevo en deseo. En mucho deseo. Mis piernas siguen abiertas, esperándole. No tarda nada en volver a la misma posición, pero tarda todavía menos en colocarse y en introducirse en mi cuerpo.

-Joder… - susurra posando su cabeza en mi hombro – no voy a durar nada Malú… - dice respirando de forma entrecortada –

-Ni yo… - digo gimiendo – qué ganas tenía Hugo… - sigo mezclando palabras con gemidos –

-Y yo… - susurra mientras mueve sus caderas de manera lenta – me vuelves loco…

Le vuelvo loco. Eso ya me lo hacía dicho pero no terminaba de creérmelo. Ahora sí me lo creo. Se vuelve loco conmigo. La velocidad aumenta y me agarra las manos, colocándolas por encima de mi cabeza. Me encanta que haga eso. Me suelta al instante y se agarra al cabecero, haciendo fuerza. Noto como se mueve y golpea la pared. Está muerto de deseo, y yo también. Su mano izquierda se mantiene en el cabecero. Noto como suelta un pequeño rugido y su mano derecha, vuelve a mi entrepierna. Gimo muy fuerte. Sus movimientos todavía son relativamente suaves, aunque más rápidos. Me estimula a la vez con la mano. Dios, no puedo más. Ya, lo va a conseguir ya. Sin hacer mucho más. Cuando nota que mis gemidos van en aumento, como si supiera que va a ocurrir, mueve su mano más rápido y hace que sus movimientos de cadera sean más profundos. Muy profundos. Tanto que me hace hasta soltar algún grito. Mi mano derecha se agarra a su brazo izquierdo, que sigue agarrado al cabecero, dando golpes. Me pone mucho escuchar eso. Noto como estoy llegando. Cuando me escucha gemir más fuerte y nota que el orgasmo ya me está recorriendo, aparta su mano de mi entrepierna, agarra mi mano izquierda y la pega al cabecero, haciendo que me agarre y, de nuevo, hace movimientos más profundos, esta vez más rápidos. El orgasmo se alarga, es como si no se acabara, no sé cómo lo ha hecho. Suelta mi mano justo cuando necesito que pare, que me de unos segundos. Pongo mi mano en su pecho y lo entiende. Para de moverse.

Le veo sonreir mirándome mientras todavía me cuesta respirar. No me sonríe de forma triunfante, como si estuviera orgulloso de haberme provocado un orgasmo. Me sonríe de otra manera. Como con algo especial. Me besa despacio. Suelto el aire por la nariz, todavía me cuesta coger aire, pero no quiero que se separe de mi boca ahora mismo.

Cuando pasan unos segundos, se separa un poco y me mira. Debe encontrarse con una mirada lasciva por mi parte, porque resopla, suelta un pequeño rugido, como el de antes, y vuelve a agarrarse al cabecero. La velocidad de sus caderas, desde el inicio, es rápida. Me encanta, me encanta como lo hace. Me encanta como follamos. Dios, si repaso esa frase, se me eriza la piel. Me pongo otra vez muy cachonda.

-Hugo… - gimo y alza su cabeza para mirarme – fóllame… - digo más cachonda que en toda mi vida, agarrándole el trasero y haciendo fuerza hacia mi pelvis –

Me mira con un gesto tan lascivo que pone todavía más. Jamás en mi vida me había soltado tanto en la cama con nadie como con él. Es como si nos gustase hacerlo de la misma manera y no hiciera falta decir nada. Sus caderas se mueven todavía más rápido. Me agarro a su espalda, el ritmo es insostenible, creo que no es humano. No es humano moverse de esa manera. No es solo la velocidad, es la intensidad. Son los sonidos que producen los choques de nuestras pelvis. Me vuelve loca totalmente. Le escucho de nuevo agarrado al cabecero y escucho el sonido de la cama. Suena, sutilmente, pero suena. Mis gemidos creo que deben estar escuchándose hasta en recepción. Mantiene su mano izquierda en el cabecero, moviéndolo haciendo que golpeé contra la pared, y su mano derecha se va directa a mi cadera. La fija y todavía sube más la velocidad. Va a matarme. Por un momento pienso que voy a ahogarme. Su mano derecha casi araña mi cadera, la aprieta y, cuando le miro, veo que va a ocurrir. Cierra los ojos y entreabre su boca. Se corre. Le escucho y siento como se corre. Durante varios segundos, sus embestidas son profundas, acompañadas de movimientos del cabecero, de forma acompasada, y gemidos. Gemidos mucho menos escandalosos que los míos, pero gime.

Cuando para de mover las caderas, me mira. Apoya sus dos manos a los lados de mi cabeza y baja la cabeza, cerrando los ojos y resoplando. Mis manos van solas hasta su pelo. Me encanta su pelo, igual que el mío a él, por lo que sé. Acaricio su pelo y luego su barba, de varios días. Abre sus ojos y me mira. De nuevo esa mirada y esa sonrisa. Se deja caer lentamente sobre mí y comienza a besarme. Su mano derecha acaricia mi mejilla izquierda mientras nos besamos, exactamente igual que la mía. Es un beso tan lento, tan profundo… me da la sensación de estar lleno de cosas que todavía no puedo descifrar. No puedo parar de besarle, no quiero hacerlo, y parece que él tampoco. No sé cuanto duramos así. Cuando nos separamos, no lo hacemos demasiado. Posa su frente contra la mía y nos miramos, aunque estemos tan cerca, alcanzamos a mirarnos. Noto tantas cosas en el estómago ahora mismo que no puedo enumerarlas. Qué es esto? Sin dejarme pensar mucho, va dejando besos en mis labios, fugaces, varios, sin profundizar como antes y sin despegar su frente de la mía. Le veo sonreir. Maldita sea, me va a explotar el corazón de lo que me está pasando ahora mismo.

Sé lo que es, pero no quiero que sea. No puedo estar pillándome tanto por alguien que conozco de tan poco… pero lo estoy haciendo. Me acaricia el cuerpo, sin ningún tipo de pretensión, solo la pretensión de tocarme, de acariciarme. Acaricio su espalda instintivamente y le oigo reírse. Vuelve a enseñarme su brazo, como en el jacuzzi, totalmente erizado. Sonrío y le enseño el mío. Está igual. Me parece hasta una señal.

-Si tuviera que dejar de verte mañana, me muero… - dice todavía en la misma posición, mirándome y con nuestras frentes unidas –

No puede ser tan así. No puede serlo. No puedo dejar de sonreír, pero, al mismo tiempo, no soy capaz de contestarle algo parecido. Me puede el miedo, la vergüenza, o quién sabe qué.

-Y tú ibas a durar poco no? – pregunto sonriendo cambiando el tema –

Sonríe. Me cuesta mucho expresarme. Me cuesta mucho entregarme del todo. Me cuesta mucho todo. Se ha quedado un poco serio, con sonrisa, pero con otro gesto. 

1 comentario:

  1. Maaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaasssssssssssssssssssssss porfaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa

    ResponderEliminar