Esta noche no la entenderé nunca pero creo que, siempre que
la recuerde, voy a sonreír. Que alguien que conozco desde hace unos días esté
en mi casa, tan integrado, tan normal. Tan fácil. Esa es la clave. Es todo tan
fácil y tan poco forzado que me encanta. Me he relajado tanto que hasta me he
arrancado a cantar con mi padre bajo su atenta mirada. Parece que me hace una
radiografía cada vez que me oye cantar. Me mira de una manera muy intensa, como
si le llegase tanto mi forma de cantar que no pudiera mirar para otro lado. No
me siento intimidada… sino que me siento… admirada. Creo que es eso. Con lo
vergonzosa que soy yo para esas cosas.
Siempre he pensado que, en una pareja, una de las cosas
básicas es la admiración mutua. Me admirará? Espera espera, pareja? Estoy
pensando en él como una pareja?
-Malú – la voz de Vero me hace pegar un respingo en la silla
– mira tu ahijada… - miro a Carlota que está con los ojos entrecerrados – me la
voy a subir a acostarla… - sonrío y asiento – qué vas a hacer? – habla en voz
baja mientras Hugo mantiene una conversación con mis padres –
-De qué? – digo extrañada –
-No te hagas la tonta… - sonrío cayendo en lo que se refiere
– menudo tonteíto nena… - hace que me ruborice – me encanta, te lo digo en
serio… - la miro un poco avergonzada – te vas con él no?
La miro y me alzo de hombros. Le miro de reojo. Cómo no me
voy a ir con él? Llevo toda la noche aguantándome las ganas de besarle. De
besarle mucho. Y de abrazarle. Contacto físico, eso es lo que necesito. No
pienso solo en sexo, sino en todo lo demás. Aunque, para qué mentir, pienso en
sexo. Escucho la risa de Vero y niega con la cabeza.
-Entonces mañana no creo que nos veamos antes de irnos… -
dice Vero y, de repente, me doy cuenta que se va mañana y la tristeza me inunda
– eh, esa cara no – me apunta con el dedo – hemos quedado que, a partir de
ahora, nada de “estoy demasiado ocupada” – asiento sin decir nada – nos vemos muy
pronto, me oyes? – asiento algo apenada – bueno… - Vero se levanta – mi hija ha
caído y es tarde… - miro a Carlota que abre los ojos como puede – y mañana nos
vamos pronto…
-No mami… - dice con voz de dormida – un ratito más…
-Carlota… - dice riéndose – si te estás durmiendo!
Miro a Hugo y está mirando a Carlota con una ternura que me
lo quiero comer. Se levanta de la silla sin saber muy bien lo que va a hacer, y
se acerca a la niña agachándose a su altura en la silla.
-Cuántos dedos ves aquí? – pregunta de forma graciosa
haciéndome reír – nah, está dormida… - le hace una carantoña –
-Nos vamos a ver otra vez? – pregunta la niña mirando a Hugo
con ojos de sueño –
Me enternece. Ahora mismo, si me dejara llevar, tendría 7
hijos con este hombre. No me da tiempo a 7, claramente. Ay dios, pero qué estoy
diciendo? Que le conozco de hace nada! Pero es tan… normal. Es que es normal. Y
cariñoso. Y tierno. Y… bah… y todo.
-Pues claro! – exclama con tono convencido – me das un beso?
No le da un beso, se le tira al cuello. Lógico. Yo también
quiero hacerlo ahora mismo. Se le agarra y no le suelta. Hugo se levanta con
ella cogida en brazos y se alza de hombros mirando a Vero y a todos. Miro a mi
madre. El gesto de mi madre. Le gusta. Miro a mi padre. Dentro de su gesto de
indiferencia que a veces pone, le mira con una ligera sonrisa. Le gusta. Miro a
Vero. Bah, para qué mirarla. Me mira y sonríe ampliamente. Y yo tengo que tener
una cara de gilipollas importante…
-Venga, te la subo… - dice caminando con Vero saliendo de la
terraza. Me levanto rápidamente para seguirles – vienes? – se gira pero ya
estoy a su altura – eres rápida…
-Mucho… - digo con doble intención y pone los ojos en
blanco, sonrojándose un poco –
-Con mi hija presente… - dice Vero en voz baja – no tenéis
vergüenza…
-Vero! – exclamo en voz baja subiendo las escaleras detrás
de Hugo, que no dice nada –
-Si si… mucho Vero… - dice abriendo la puerta de la
habitación – pero el tonteo que lleváis… hasta la niña lo ha visto…
Miro a Hugo que sigue sin decir nada y espera a que Vero
retire la ropa de la cama para acostar a Carlota. No consigo verle la cara. Al
recostar a Carlota en la cama, la niña se despierta un poco, no le suelta del
cuello.
-Te quiero mucho Hugo… - dice con voz de dormida y los ojos
cerrados –
-Madre mía… - Vero me mira y sé por qué lo hace. Se ríe y
escucho como Hugo se ríe también –
-Y yo a ti, bicho… - dice dándole un beso en la mejilla –
oye, le das un beso a la tata? – asiente con los ojos cerrados –
Por fin le veo la cara. Me mira y aparta la mirada un poco
avergonzado.
-Buenas noches enana… - digo con tono dulce dándole un beso
en la mejilla y notando como se me agarra al cuello también durante un instante
– nos vemos muy pronto vale? – la niña asiente con los ojos cerrados –
-Ay que ver… - dice Vero mirándonos – os quiere más a
vosotros que a mí… - niega con la cabeza – y ahora que no nos oye nadie, quién
de los dos le va a decir a Pepe que su hija se va a dormir contigo? – señala a
Hugo que me mira entre sorprendido y asustado – mira qué cara… - se ríe – se lo
dices tú no? – me señala –
-Vero, es para matarte… - digo algo agobiada por verle a él
asustado –
-Que me voy mañana! – dice en voz baja – déjame que disfrute
un poco… - se nos acerca – yo me quedo ya aquí con la enana… - dice abriendo
sus brazos – me das un abrazo de esos de los tuyos?
Me emociono un poco y la abrazo fuerte. Muy fuerte. La echo
siempre tanto de menos cuando no está. Es eso, es como si fuera mi hermana.
-A qué hora te vas mañana? – digo separándome un poco
intentando no ponerme a llorar –
-Demasiado pronto para vosotros… - dice acercándose a Hugo
que la mira con un gesto entre sonriente y avergonzado – anda, dame un abrazo…
Les veo abrazarse y termino por emocionarme un poco más. Que
a tu mejor amiga, a tu hermana, le guste la persona que estás conociendo, es
algo que a veces no pasa. Todo fácil, todo sencillo. Una vez más lo pienso.
-Gracias por todo – escucho que le susurra sin deshacer el
abrazo – y cuídamela por favor… - le susurra tan bajito que piensa que no le he
escuchado, pero lo he hecho –
Veo como Hugo sonríe y asiente levemente. Así que va a
cuidarme. De pronto siento mucho calor en las mejillas.
-Anda pareja… - dice apartándose y empujándome – largaos a
vuestro hotel mientras yo duermo con mi hija… - dice con gesto indignado – no
bajo por no reírme cuando se lo digas a tu padre – dice mirándome y haciéndome
poner los ojos en blanco –
Sonrío y camino hacia la puerta, seguida de Hugo que se
despide de Vero de nuevo, cerrando la puerta. Cuando salimos al pasillo, noto
como me coge la mano, reteniéndome.
-Malú, si quieres dormir aquí…
-Cállate… - digo cortándole y lanzándome a besarle,
agarrándome a su cuello y poniéndome de puntillas como puedo –
Noto como se sorprende, pero no se aparta. Tenía las mismas
ganas que yo. Me agarra de la cintura pegándome a su cuerpo, alargando el beso
hasta el punto de dar varios pasos por el pasillo hasta la pared. Le encanta
ponerme contra la pared y a mi me encanta que lo haga. No me levanta en peso,
solo sigue besándome, con una mano en mi mejilla izquierda y la otra en mi
cintura. Se separa automáticamente cuando escucha la voz de mi madre abajo. No
parece que vaya a subir por las escaleras, sino más bien que va a la cocina,
pero se separa como resorte. Le miro con media sonrisa pero con cara de deseo,
o eso creo.
-Qué ganas tenía de besarte… - digo susurrando volviendo a
acercarme a él –
-Tu madre Malú… - dice dando un paso atrás –
-Qué pasa? – sigo acercándome – tú no tenías ganas? – digo
fingiendo indignación –
Trago saliva cuando noto que vuelve a agarrarme de la
cintura. Su boca se dirige a mi cuello pero pasa de largo y va hacia mi oreja.
-Te comía ahora mismo…
Su voz suena tan… sexy. Tan… joder, me ha puesto cachonda
solo con eso. Resoplo y le miro. Agarro su mano y voy hacia las escaleras.
Hagamos esto rápido. Cuando voy a bajar, me acuerdo de lo que me pasa siempre.
La ropa. Le hago girar y entramos a la habitación de al lado de la de Vero y
Carlota. Vero estará con la oreja puesta seguro. Veo la bolsa que ayer olvidé
coger, así que no tengo que hacer nada más. La cojo y me mira alzando una ceja
pero no dice nada, solo sonríe.
Ahora si, bajamos las escaleras. Abajo, mi madre ya ha
recogido toda la mesa junto con mi padre. Mi padre mira la bolsa
instantáneamente. Mi madre tarda más en darse cuenta, pero también lo hace.
-Eh… - digo algo nerviosa sin soltar la mano de Hugo, que sé
que tiene que estar a punto de querer ser invisible – vuelvo mañana vale?
Así, sin paños calientes. Para qué voy a andarme por las
ramas. Mi madre hace un gesto de aprobación con media sonrisa que me sorprende.
Mi padre me mira. Me analiza durante unos segundos y luego hace lo mismo con
Hugo. Ahora si que le gustaría ser invisible seguramente.
-Gracias por la cena – le escucho decir con voz hasta
temblorosa –
-Cuando quieras – dice mi padre acercándose y alargando su
mano para estrechársela – y la guitarra ya sabes, cuando quieras también…
Esboza una sonrisa. MI PADRE ESBOZA UNA SONRISA. Ya está, ya
no hace falta que me diga nada más. Le da una palmadita en el hombro y me da un
beso a mi en la mejilla, metiéndose hacia el salón. De pocas palabras, como era
mi tío, como es mi familia paterna. Mi madre me da un beso y, dejándome casi
muerta, le da otro beso a Hugo.
-Gracias a ti por encender eso hijo – señala la barbacoa –
estaríamos sin cenar todavía…
-Te estoy oyendo! – exclama mi padre desde dentro haciéndome
reír –
Sonrío y mi madre me mira. Me mira sonriente. Tampoco hace
falta que me diga nada más. Le parece bien que me vaya. Le parece bien Hugo.
Noto como sus piernas se mueven un poco, sutilmente, como si estuviera
nervioso, así que decido acabar con eso y poner rumbo al hotel.
Al salir, le escucho resoplar. No puedo evitar reírme.
-Les gustas… - digo casi sin pensar – les caes bien… - digo
mirándole –
-Me alegro… - dice algo nervioso – aunque yo prefiero
gustarte a ti…
Me deja sin palabras. Lo ha susurrado pegado a mi cuello.
Otra vez esa voz. No va a esperar ni a que lleguemos al hotel? Sigo caminando
casi sin pensar, roja como un tomate. Le oigo reírse. El hotel está tan cerca
que en apenas 2 minutos, estamos entrando por el parking. El ascensor. El
maldito ascensor. Cuando se cierran las puertas, como si fuera un mecanismo
automático, se gira hacia mí, suelto la bolsa en el suelo y comenzamos a
besarnos. A besarnos como si fuera a acabarse el mundo. Esta vez le pego yo a
la pared y hace un sonido como de aprobación. Dura demasiado poco, sube
demasiado rápido ese ascensor. Su mano se ha colado por mi camiseta. Se separa
de mi al abrirse las puertas, agarra mi bolsa y mi mano y salimos al pasillo.
Comprueba que no hay nadie justo antes de agarrarme otra vez de la cintura y
comenzar a besarme de nuevo. Me agarro a su cuello con una ligera risa que no
sale del todo porque su boca sella la mía. Llegamos a trompicones a la puerta
de su habitación y, sin dejar de besarme, abre la puerta con la tarjeta. No
deja de besarme ni siquiera cuando coloca el cartel y cierra con pestillo la
habitación. Oigo como tira mi bolsa al suelo y, automáticamente, sus manos se
dirigen a mi trasero. Ahora si, me eleva, me levanta en peso. Joder, estoy muy
cachonda. Mucho. No me pega a la pared, me sienta en la mesa y oigo como algo
cae al suelo, creo que lo ha tirado él para hacernos sitio, pero no acierto a
ver qué es. Me tumba parcialmente en la mesa y se tumba encima de mí, besándome
sin parar. Ni siquiera me besa el cuello, solo los labios. Suficiente, no
necesito que bese nada más. Tenía tantas ganas de besarle que todo lo que sea
no besar sus labios, ahora mismo me sobra.
Sus manos se dirigen primero a mis costados, subiendo mi
camiseta. Esa camiseta ancha negra que me puse al salir de la ducha y que
pensaba cambiar antes de que llegase. Pero no, no lo he hecho. Voy sin
arreglar, sin maquillar. Y me está comiendo a besos, literalmente. Me siento
deseada, como ayer, como todo el tiempo. Siento que puedo ser yo completamente,
que no hace falta que finja ser nada, que no me hace falta vestirme de nada
para gustarle. Su mano se posa en mi entrepierna y comienza a hacer presión,
haciendo que suelte los primeros gemidos tímidos.
Al escucharme, me agarra, me quita la camiseta sin decir
nada, dejándome con el sujetador, y me levanta de la mesa para llevarme a la
cama. La cama que ya conozco, que ya nos conoce. Es casi la primera vez que se
ha separado de mis labios. Se quita su camiseta y se tumba encima de mi, con
una mirada de deseo que en mi vida me habían dedicado. Vuelve a besarme, a
tocarme, esta vez sin parte de arriba, acariciando mi abdomen y dirigiendo una
de sus manos a mi pecho, que sigue cubierto con el sujetador.
-No te puedes imaginar cómo me gustas… - dice con voz ronca,
apartando mi sujetador, sin desabrocharlo, y dejando uno de mis pechos
descubiertos – no te lo puedes imaginar… - repite mirándome –
Joder. Esa mirada me acaba de matar. Ha sido fugaz porque su
cara se ha ido directa a ese pecho que ha quedado al descubierto. Su boca y su
lengua se pasea por la zona, como con prisa, pero con mucha intensidad. Ya no
voy a poder dejar de gemir hasta que terminemos. Resoplo de puro deseo y le
empujo un poco para que se incorpore. Me siento, con el encima de mi, y me
agarro a su pelo para besarle. Aprovecha la posición para quitarme el
sujetador. Tira de él hasta quitármelo y lo lanza no se bien donde. Sus manos
se posan en mis pechos y comienza a manosearlos, a tocarlos de forma
desenfrenada, mientras sigo agarrada a su pelo, sin dejar de besarle.
Me empuja para que me tumbe y vuelve a dirigir sus labios a
mis pechos, a los dos, sin pausa. Me agarro de nuevo a su pelo, esta vez
tumbada. Mis caderas y las suyas se encajan, todavía con la ropa puesta, pero
puedo notar que él también está excitado.
-Dios… - susurro casi sin querer, de puro placer, cuando
comienza a besarme el cuello de la misma manera que mis pechos, con prisa pero
con intensidad –
-No sé cómo he podido controlarme tanto… - dice posando su
mano de nuevo en mi entrepierna –
-Hugo… - gimo al notar como va moviendo su mano por encima
de mis mallas – quítame esto… - digo refiriéndome a lo que me queda de ropa –
Obedece sin decir nada. Me baja las mallas con prisa. No se
espera, hace lo mismo con mis braguitas, tirando de la ropa hasta sacarla por
mis piernas. Me deja desnuda en un momento. Cuando veo que su cara se dirige
directa a mi entrepierna, tiro de él para que vuelva a mi boca. No lo necesito,
ahora no. Ahora lo que necesito es que me bese y me toque. Con mis manos, desabrocho
su pantalón vaquero y lo voy bajando como puedo, junto con los boxers, esta vez
grises, que no dejan nada a la imaginación. Le toco. Le toco por encima de los
boxers y noto como me besa de forma todavía más intensa. Hoy es más intenso. Es
más rápido. Es más desesperado. Se separa un poco para ayudarme a quitarle la
ropa y, el mismo, con el movimiento de sus piernas, se quita las prendas. Se
vuelve a tumbar encima de mi, abro un poco mis piernas y se coloca entre ellas,
rozándose. Nos rozamos de forma desesperada.
Lo necesito ya. Con mi mano, toco su entrepierna y resopla
en mi hombro, apartándome un poco el pelo y besándome el cuello. No puedo más,
necesito notar como el contacto entre nosotros es completo. Alargo la mano a la
mesita, pero no encuentro la caja. Parece que sabe lo que quiero, alarga su
mano y abre el cajón, sacando la caja. Resoplo al mirarle. Le observo atenta
mientras se lo pone. Me muerdo el labio inferior, no puedo evitarlo. Me
encanta. Me gusta. Me vuelve loca que me siga el ritmo de esta manera. Me mira
y, al verme como me muerdo el labio inferior, su cara se transforma de nuevo en
deseo. En mucho deseo. Mis piernas siguen abiertas, esperándole. No tarda nada
en volver a la misma posición, pero tarda todavía menos en colocarse y en
introducirse en mi cuerpo.
-Joder… - susurra posando su cabeza en mi hombro – no voy a
durar nada Malú… - dice respirando de forma entrecortada –
-Ni yo… - digo gimiendo – qué ganas tenía Hugo… - sigo
mezclando palabras con gemidos –
-Y yo… - susurra mientras mueve sus caderas de manera lenta
– me vuelves loco…
Le vuelvo loco. Eso ya me lo hacía dicho pero no terminaba
de creérmelo. Ahora sí me lo creo. Se vuelve loco conmigo. La velocidad aumenta
y me agarra las manos, colocándolas por encima de mi cabeza. Me encanta que
haga eso. Me suelta al instante y se agarra al cabecero, haciendo fuerza. Noto
como se mueve y golpea la pared. Está muerto de deseo, y yo también. Su mano
izquierda se mantiene en el cabecero. Noto como suelta un pequeño rugido y su mano
derecha, vuelve a mi entrepierna. Gimo muy fuerte. Sus movimientos todavía son
relativamente suaves, aunque más rápidos. Me estimula a la vez con la mano.
Dios, no puedo más. Ya, lo va a conseguir ya. Sin hacer mucho más. Cuando nota
que mis gemidos van en aumento, como si supiera que va a ocurrir, mueve su mano
más rápido y hace que sus movimientos de cadera sean más profundos. Muy
profundos. Tanto que me hace hasta soltar algún grito. Mi mano derecha se
agarra a su brazo izquierdo, que sigue agarrado al cabecero, dando golpes. Me
pone mucho escuchar eso. Noto como estoy llegando. Cuando me escucha gemir más
fuerte y nota que el orgasmo ya me está recorriendo, aparta su mano de mi
entrepierna, agarra mi mano izquierda y la pega al cabecero, haciendo que me
agarre y, de nuevo, hace movimientos más profundos, esta vez más rápidos. El
orgasmo se alarga, es como si no se acabara, no sé cómo lo ha hecho. Suelta mi
mano justo cuando necesito que pare, que me de unos segundos. Pongo mi mano en
su pecho y lo entiende. Para de moverse.
Le veo sonreir mirándome mientras todavía me cuesta
respirar. No me sonríe de forma triunfante, como si estuviera orgulloso de
haberme provocado un orgasmo. Me sonríe de otra manera. Como con algo especial.
Me besa despacio. Suelto el aire por la nariz, todavía me cuesta coger aire,
pero no quiero que se separe de mi boca ahora mismo.
Cuando pasan unos segundos, se separa un poco y me mira.
Debe encontrarse con una mirada lasciva por mi parte, porque resopla, suelta un
pequeño rugido, como el de antes, y vuelve a agarrarse al cabecero. La
velocidad de sus caderas, desde el inicio, es rápida. Me encanta, me encanta
como lo hace. Me encanta como follamos. Dios, si repaso esa frase, se me eriza
la piel. Me pongo otra vez muy cachonda.
-Hugo… - gimo y alza su cabeza para mirarme – fóllame… -
digo más cachonda que en toda mi vida, agarrándole el trasero y haciendo fuerza
hacia mi pelvis –
Me mira con un gesto tan lascivo que pone todavía más. Jamás
en mi vida me había soltado tanto en la cama con nadie como con él. Es como si
nos gustase hacerlo de la misma manera y no hiciera falta decir nada. Sus
caderas se mueven todavía más rápido. Me agarro a su espalda, el ritmo es
insostenible, creo que no es humano. No es humano moverse de esa manera. No es
solo la velocidad, es la intensidad. Son los sonidos que producen los choques
de nuestras pelvis. Me vuelve loca totalmente. Le escucho de nuevo agarrado al
cabecero y escucho el sonido de la cama. Suena, sutilmente, pero suena. Mis
gemidos creo que deben estar escuchándose hasta en recepción. Mantiene su mano
izquierda en el cabecero, moviéndolo haciendo que golpeé contra la pared, y su
mano derecha se va directa a mi cadera. La fija y todavía sube más la
velocidad. Va a matarme. Por un momento pienso que voy a ahogarme. Su mano
derecha casi araña mi cadera, la aprieta y, cuando le miro, veo que va a
ocurrir. Cierra los ojos y entreabre su boca. Se corre. Le escucho y siento
como se corre. Durante varios segundos, sus embestidas son profundas, acompañadas
de movimientos del cabecero, de forma acompasada, y gemidos. Gemidos mucho
menos escandalosos que los míos, pero gime.
Cuando para de mover las caderas, me mira. Apoya sus dos
manos a los lados de mi cabeza y baja la cabeza, cerrando los ojos y
resoplando. Mis manos van solas hasta su pelo. Me encanta su pelo, igual que el
mío a él, por lo que sé. Acaricio su pelo y luego su barba, de varios días.
Abre sus ojos y me mira. De nuevo esa mirada y esa sonrisa. Se deja caer
lentamente sobre mí y comienza a besarme. Su mano derecha acaricia mi mejilla
izquierda mientras nos besamos, exactamente igual que la mía. Es un beso tan
lento, tan profundo… me da la sensación de estar lleno de cosas que todavía no
puedo descifrar. No puedo parar de besarle, no quiero hacerlo, y parece que él
tampoco. No sé cuanto duramos así. Cuando nos separamos, no lo hacemos
demasiado. Posa su frente contra la mía y nos miramos, aunque estemos tan
cerca, alcanzamos a mirarnos. Noto tantas cosas en el estómago ahora mismo que no
puedo enumerarlas. Qué es esto? Sin dejarme pensar mucho, va dejando besos en
mis labios, fugaces, varios, sin profundizar como antes y sin despegar su
frente de la mía. Le veo sonreir. Maldita sea, me va a explotar el corazón de
lo que me está pasando ahora mismo.
Sé lo que es, pero no quiero que sea. No puedo estar
pillándome tanto por alguien que conozco de tan poco… pero lo estoy haciendo.
Me acaricia el cuerpo, sin ningún tipo de pretensión, solo la pretensión de
tocarme, de acariciarme. Acaricio su espalda instintivamente y le oigo reírse.
Vuelve a enseñarme su brazo, como en el jacuzzi, totalmente erizado. Sonrío y
le enseño el mío. Está igual. Me parece hasta una señal.
-Si tuviera que dejar de verte mañana, me muero… - dice
todavía en la misma posición, mirándome y con nuestras frentes unidas –
No puede ser tan así. No puede serlo. No puedo dejar de
sonreír, pero, al mismo tiempo, no soy capaz de contestarle algo parecido. Me
puede el miedo, la vergüenza, o quién sabe qué.
-Y tú ibas a durar poco no? – pregunto sonriendo cambiando
el tema –
Sonríe. Me cuesta mucho expresarme. Me cuesta mucho entregarme del todo. Me cuesta mucho todo. Se ha quedado un poco serio, con sonrisa, pero con otro gesto.
Maaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaasssssssssssssssssssssss porfaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa
ResponderEliminar