Sentada bajo la sombrilla, mirando a Carlota jugar con Vero
en la orilla. Mi madre, a mi lado, leyendo un libro en silencio. Cuánto tiempo
hacía que no hacía esto? Estar en una playa, tranquila, sin temor a que me
paren. Si me paran… pues que lo hagan. Una foto? Pues se la doy. Basta de
esconderme, estoy harta. Harta de preguntas sobre cuándo vuelvo. Me cuesta
aceptarlo, pero es así. La gira comenzó mal y todo ha ido yendo a peor… Aquella
lesión en el pie, que no quise curarme bien por miedo a estar tantos meses
parada… aquella decisión que tomé de operarme y que me ha llevado hasta aquí,
sin parar de pensar en volver. Me estoy recuperando, pero mi fisio y mi
traumatólogo me piden que me lo tome con calma. Todavía no es suficiente. Tengo
mucha debilidad en ese tobillo, pero, afortunadamente, no creen que vaya a
tener secuelas. Si les hago caso, claro. Me la jugué. Me jugué mi salud, mis
pies, mis tobillos… todo por el show. He forzado demasiado durante toda mi
vida. Miro reflexiva al mar. He estado equivocada probablemente. Amo mi
profesión, pero siempre termino anteponiéndolo ante todo. Por eso estoy sola,
por eso nadie se queda a mi lado. Siempre termino estropeándolo todo.
-Vas a contarme ya que es lo que te pasa niña?
Escucho la voz de mi madre y me giro hacia ella. Sentada en
la hamaca, mirándome por encima de las gafas y con el libro que antes leía,
cerrado. Suspiro, me conoce demasiado.
-Nada mamá… - digo con desgana –
-Si quieres te lo digo yo… - dice sin moverse y sin dejar de
mirarme – estás agotada – resoplo – te has tomado todos estos últimos meses
como algo personal… - miro hacia el mar, sin moverme – no hubiera pasado nada
por parar… por operarte al principio…
-Mamá! – exclamo – eso ya está hecho y no ha salido tan mal
no? – señalo a mi pie – deja de reprochármelo…
-No te estoy reprochando nada… - le oigo suspirar – Malú… -
me hace mirarla – cuándo vas a empezar a cuidarte de verdad? – suspiro y miro
de nuevo al mar – cuándo vas a preocuparte de lo que sientes, de lo que
necesitas?
-Lo he hecho mamá… - digo con tono cansado – el último disco
fue como yo quise y cuando yo quise y retomaré la gira cuando me digan que
puedo hacerlo…
-Ves? – dice cortándome – el trabajo… - me hace mirarla – el
disco, la gira… - niega con la cabeza con gesto de desaprobación – hacía mucho
tiempo que no venías a la playa… - mira hacia la orilla – que no dedicabas
tiempo a tus amigos y a tu ahijada… - señala a Vero y Carlota, que siguen
jugando en la orilla – si estás aquí es porque no sabes qué hacer…
-Me vas a leer la mente tú también ahora? – digo molesta –
-Niña! – exclama recriminándome – eres mi hija y te conozco…
- resoplo y cruzo mis piernas en la arena, agarrando un poco con la mano –
necesitas parar, necesitas pensar y necesitas sentir… - frunzo el ceño mirando
a la orilla, sabiendo que mi madre también está dando en el clavo – la pregunta
que yo me hago es si lo vas a hacer o si vas a seguir huyendo hacia delante
hasta que no puedas más…
La miro al escuchar esa frase. Quizá estos meses, incluso,
estos años, han sido una huida hacia delante. Me quedo con la mirada perdida
hasta que la dirijo de nuevo a la orilla. Vero viene seguida de Carlota. No
quiero que la niña me vea así de seria, de pensativa, así que pongo mi mejor
cara.
-Tata, te vienes conmigo a la orilla? – pregunta inocente –
-Ay por dios… - resopla Vero sentándose en la arena – no se
cansa…
-Claro cielo – sonrío levantándome y notando un leve dolor
al apoyar el pie – lo único que puede pasar es que no paren de sacarme fotos… -
digo irónica mirando a Vero, que me niega con la cabeza –
Sentada en la orilla, haciendo una especie de castillo, dejo
de pensar un poco en todo. Noto como la arena se mete por mi bikini, pero me da
igual. Allí estoy, jugando con mi ahijada. La niña tiene que estar flipando…
-Por qué estás triste? – pregunta de repente, sin mirarme,
sin darle importancia, solamente soltándolo sin más –
-Yo triste? – pregunto fingiendo una sonrisa, aunque, por
dentro, estoy sorprendida por cómo Carlota me conoce a pesar de pasar poco tiempo
con ella –
-Si – responde sin más – mamá dice que todavía te duele el
pie – sonrío sin querer – que has estado entrenando mucho y que por eso no nos
vemos casi… - sonrío todavía más, algo emocionada – estás triste por eso?
-Pequeñaja… - digo haciéndole una carantoña – te prometo que
a partir de ahora nos veremos más vale? – la niña asiente mientras sigue
intentando levantar ese castillo que no parece querer hacernos caso –
-No contestas… - dice la niña de repente – eso es que estás
triste…
La miro. Es intuitiva. Se está haciendo mayor. Es consciente
de lo que ocurre alrededor. Hasta ella se da cuenta que algo me pasa… o me
pasaba… o no sé cómo explicarlo.
-Carlota, lávate las manos que vamos a comer algo anda… - la
voz de Vero aparece a mi espalda – y tú también, que eres peor que ella… - me
señala, estoy llena de barro –
Sonrío, recojo el rastrillo, el cubo y todo lo que ha ido
sacando Carlota, y me agacho para lavarme las manos. Deshago mis pasos y veo
como Vero se acerca a mí, haciéndome gestos para que disimule.
-Has visto al maromo que hay en esa hamaca? – señala con la
cabeza, pero apenas puedo distinguir a quién se refiere – el de la camiseta
blanca y el bañador rojo – le detecto y niego con la cabeza – se ha puesto
antes de pie y he pensado: “esto es lo que necesita mi amiga la coja”.
-Lo que yo necesito – digo dándole un pequeño empujón y sonriendo levemente – es comer y que me dejes tranquila…
No hay comentarios:
Publicar un comentario