domingo, 10 de febrero de 2019

CAPÍTULO 8: RESPIRA



Me siento algo observado de repente. Mis gafas de sol tapan mis ojos, por lo que creo que no se están dando cuenta que las miro. Joder, qué descaro tío. Sonrío sin poder evitarlo, aunque me están poniendo un poco incómodo. La chica que parece la madre la niña no para de darle codazos a la otra chica, la de la melena larga y rizada, que apenas me mira. Te imaginas que ligara? Aquí solo, sin saber muy bien cómo he llegado hasta aquí. Sería épico. Pero no estoy para esas cosas la verdad. Mejor solo que mal acompañado.

Doy un sorbo a mi gintonic y vuelvo a mirar de reojo hacia esas dos chicas. Veo como la chica de la melena larga parece mirar hacia la orilla un tanto asustada. La otra chica se levanta corriendo, gritando un nombre. Carlota. Se clava en mi mente. Segundos después, la chica de melena larga se levanta y también grita. La señora mayor se levanta de la toalla y sale de la sombrilla también, asustada. Miro instintivamente a los lados. No veo a esa niña. La había visto con una colchoneta verde, pero tampoco veo la colchoneta. Miro hacia el puesto del socorrista, pero no está. Los gritos de la chica alertan a la gente que estamos alrededor. Me levanto de la tumbona y le hago un gesto a la señora de al lado para que me cuide las cosas. Asiente mirando hacia donde están las chicas. Me pongo la camiseta y me acerco casi trotando.

-Pasa algo? – pregunto a la chica que me ha parecido la madre de la niña –

-Mi hija… - dice casi sin mirarme – Carlota! – grita – llevaba una colchoneta! – exclama –

Se forma un corrillo y mi mirada se cruza con la chica de la melena larga. Angustiada, mirando a todas partes y gritando el nombre de la chica. Miro de nuevo al puesto de socorrista. Sigue sin estar.

-Ha sido solo un momento – dice la madre medio llorando, desesperada – estaba en la orilla! – exclama – Carlota!

Miro alrededor, intentando hacer algo de sitio. Escucho como vuelven a narrar lo mismo. Miro hacia el chiringuito, pero tampoco localizo a esa niña rubia de larga melena.

-Donde está el socorrista! – exclama la mujer mayor –

Sigue sin estar. Es un momento de mucha tensión. Una niña se ha perdido. He vivido en alguna ocasión que, por megafonía del centro responsable de salvamento, se lance un mensaje para encontrar a un niño y, al final, se encuentre. Pero no sé cómo se hace eso ni sé a quién buscar. La chica de melena larga abraza a la madre, mirando a todas partes. Miro de nuevo hacia el agua, intentando agudizar un poco mi visión. A lo lejos, veo algo que me hace tensarme. Veo algo de color verde flotando sobre el agua, mecido por las olas. Es la colchoneta? Doy dos pasos hacia la orilla, escapando de toda esa gente que se ha congregado para ver en primer plano el drama de una madre que ha perdido a una niña. Estoy casi seguro hasta que lo confirmo. Al lado de las bollas amarillas que marcan el recorrido que tiene que seguir una lancha para entrar en la playa, está una colchoneta verde, diría que igual a la de la niña. Voy a decírselo, pero la chica de melena larga se planta a mi derecha.

-Dios mío… - susurra –

Vale, no necesito nada más. Ve lo mismo que yo. Sin pensarlo, me tiro al agua y comienzo a nadar. El oleaje es importante, antes no estaban estas olas, ha sido de repente, pero he nadado en estas circunstancias otras veces. Respiro como puedo hasta que veo la colchoneta cada vez más cerca. Parece pinchada, desinflada. Casi al lado, no puedo evitar gritar el nombre de la niña. Doy vueltas sobre mi mismo, intentando que las olas no me arrastren, hasta que un poco más al fondo, veo dos manitas y una cabecita, agarrada a la cuerda de las boyas.

Nado hasta llegar a su altura. Está agotada, no puede hablar, solo tose. Al momento, escucho como alguien llega nadando. Pienso que es algún socorrista, pero no, es la chica del pelo largo con la madre justo detrás, gritando “Carlota” mientras nada contracorriente.

-Carlota – digo agarrándola de las manos. Intento agarrarla pero no puedo, algo le arrastra hasta el fondo – está enganchada! – grito hacia las chicas, que llegan a mi altura y agarran a la niña –

Sin pensarlo, me sumerjo para ver qué ocurre. Una red, que no sé cómo ha llegado hasta allí, está enrollada en la cuerda que baja hacia el fondo para sujetar la boya. Salgo a la superficie y veo como su madre y la otra chica tiran de ella, pero cada vez pueden tirar menos.

-Está enganchada con una red! – grito mirándolas – eh! – grito hacia la orilla, pero estamos demasiado lejos – hay que cortarla… - susurro -  

La niña no para de toser, las olas la cubren cada dos por tres y no podemos empujarla hacia arriba.

-Socorro! – grita la madre hacia la orilla – ayuda!!

Observo la orilla. Hasta donde veo, nadie se ha metido al agua. No voy a poder conseguir una navaja ni nada por el estilo antes de que esto se ponga peor. La niña se aferra al cuello de la chica de pelo largo, intentando respirar, pero apenas puede, el oleaje es cada vez mayor.

Vuelvo a sumergirme y detecto donde está el enganche de la cuerda con el fondo. Tiro de él, intentando sacar la cuerda y así poder sacar la red enredada, pero es imposible. Salgo de nuevo, cojo aire.

-Tata! – grita la niña sin parar de toser, con claros signos de estar llorando –

Miro a las dos mujeres, durante un segundo. Me miran con cara de pánico, pidiéndome que haga algo, pero qué puedo hacer?. Vuelvo a sumergirme, esta vez con más énfasis para llegar al fondo del todo. Palpo la arena en busca de algo punzante, algo que pueda servirme para cortar esa cuerda o esa red. Salgo de nuevo a la superficie, con signos de estar al límite de mis fuerzas por la apnea.

-Por favor! – grita la chica de pelo largo mirándome, sin dejar de agarrar a la niña, que sigue tosiendo –

Vuelvo a sumergirme y examino la red. La tiene totalmente enganchada. Me es imposible soltarla, lo veo todo turbio y no acierto a saber por donde está metida. Vuelvo a salir a la superficie.

-No puedo soltarla! – exclamo desesperado –

-Se va para dentro! – exclama la chica de pelo largo, mientras la madre sigue gritando hacia la orilla – no puedo sacarla! – una ola nos cubre por completo y salimos de nuevo a la superficie –

Respiro acelerado. No sé qué cojones hacer. Vuelvo a sumergirme y a examinar el fondo, hasta que toco una piedra que me parece algo afilada en el borde. La agarro con fuerza y comienzo a pegar golpes en el enganche, intentando romperlo o romper la cuerda. No sé cuántos segundos llevo en el fondo, pero escucho los gritos desesperados de la superficie y, supongo, me da un chute de adrenalina. Pego todo lo fuerte que puedo hasta que noto que la cuerda se destensa. Tiro de ella y subo a la superficie.

-Ya está! – grito tirando de la cuerda –

Al tirar de la cuerda, la niña sigue enredada en la red, pero ya podemos moverla. Sin decir nada, la agarro fuerte junto a la chica de pelo largo y la niña se agarra a mi cuello débilmente. No llora, apenas tose. Le escucho respirar, está agotada. Comienzo a nadar a contracorriente, siendo consciente de lo difícil que es salir de aquí ahora mismo. Miro para atrás y veo a las dos mujeres nadando con dificultad.

-Agarraos a la cuerda de las boyas! – grito haciendo lo mismo – vamos! – dirijo mi mano hacia atrás y agarro una de las manos, no se de cual de ellas, tirando de ella y dejándola sobre la cuerda –

Cuando hago pie, comienzo a andar todo lo rápido que puedo, sujetando a la niña con su cabeza sobre el agua. Ahora es un peso muerto. Ya no se agarra apenas a mí. Mi corazón se acelera muchísimo más de lo que ya estaba. Consigo salir corriendo del agua, con la niña en brazos y un montón de público delante que, soy consciente, no va a hacer nada.

-Llamad a una ambulancia! – grito mientras dejo a la niña sobre la arena de forma cuidadosa - Carlota, vamos… - susurro mientras tuerzo mi cabeza y la pego al pecho – Escucho latidos, también los noto en su cuello, noto que respira pero con dificultad y está aturdida, semi inconsciente. De repente, tose levemente. Sin pensar nada más, sin mirar alrededor, sin saber cuánta gente es testigo de ello, comienzo a hacerle el boca a boca. Escucho a las dos chicas gritando de fondo hasta que veo a la chica de pelo largo arrodillándose justo enfrente de mí, al otro lado de la niña.

-Carlota, por favor! – grita desesperada mirándola y llevándose las manos a la cara –

A la tercera respiración que hago, la niña comienza a toser con fuerza. Rápidamente, la pongo de lado. Cierro los ojos un momento y respiro hondo.

-Ya está cariño… tose… - la animo – vamos, tose…

-Carlota… - la madre se arrodilla al lado de mi e intenta cogerla, pero la detengo –

-Espera, tranquila, déjala que tosa… - digo de forma pausada – ya está… - acaricio su pelo mientras escucho como tose con su cabeza sobre mis rodillas – vamos pequeña… - aparto su pelo de la cara – eh… - agarro su cara con las dos manos – sigue tosiendo cariño… - me mira y comienza a toser de nuevo, respirando hondo con un sonido que me pone los pelos de punta – dónde está la puta ambulancia! – grito a la gente, que observa la escena, sin hacer nada, incluso alguno, al fondo, alzando su móvil para grabar… aprieto la mandíbula por no partirle la cara y lanzar el móvil al mar –

La niña deja de toser tan fuerte y comienza a respirar con más normalidad. Es en ese momento cuando miro a su madre y me aparto. La niña se eleva un poco y se abraza a su madre, comenzando un llanto que se me clava en la mente. Sigo arrodillado, esta vez a los pies de la niña. Unas ganas terribles de llorar me inundan. Tanto, que dirijo mis dedos a los ojos para intentar contener las lágrimas. Respiro agotado y es entonces cuando escucho el sonido de las sirenas.

-Qué ha pasado? – escucho gritar a alguien que llega corriendo –

El socorrista. El maldito socorrista que no estaba en su lugar. Por lo visto, la gente de alrededor comienza a contarle lo que ha pasado, y lo que oigo me hace levantarme como un resorte.

-Pero si es que no se puede dejar a una niña sin la vigilancia de sus padres joder! – grita en tono de reproche –

Me levanto y voy hacia él, sin darme cuenta que otra persona también lo hace. La chica de pelo largo y rizado se planta ante él a mi lado. Le agarro de la camiseta y le empujo un poco, dejándole descuadrado.

-Cuál es tu puesto de trabajo? – pregunto gritándole – ese no? – señalo la torreta – estabas allí? – me mira contrariado, con todas las miradas puestas en él – si lo único que vas a hacer es echar mierda en una situación así, lo mejor es que cierres la puta boca! – le espeto con toda la rabia del mundo –

Noto como alguien me sujeta. Un par de chicos. Alzo mis manos, no voy a pegarle ni nada por el estilo. Pero tenía tantas ganas de gritarle, tenía que desahogarme. El socorrista se queda mirándome un segundo y baja la cabeza como avergonzado. Le miro unos segundos más, respirando agitadamente, hasta que mi nivel de rabia baja poco a poco. Destenso los puños, la mandíbula… y me giro hacia la niña. Al girarme, veo a la chica de pelo rizado mirarme, pero aparta la mirada rápidamente. No puedo evitar pasar mi mano por su brazo en señal de ánimo. Noto como cojea levemente durante los primeros pasos, pero luego ya no. Lo que ha pasado dentro del agua es la situación más límite que habrán vivido probablemente. Me lo agradece con una leve sonrisa y bajando la cabeza, como avergonzada.

-Todo bien? – me agacho de nuevo al lado de la madre, que sigue con su hija en brazos –

Asiente sin decir nada, solo escucho a la niña llorar, enganchada a su madre. Detecto la red que le llega hasta la cintura. Sigue enganchada.

-Alguien tiene una navaja? – digo alzando la mirada –

Me llega a la mano de no se muy bien quien, y empiezo a cortar las cuerdas. La estaba succionando hasta el fondo… se hubiera ahogado. No sé cómo cojones habré roto ese enganche, pero es lo mejor que he hecho en mi vida, seguramente. Termino de liberarla y para entonces, veo como entran a toda prisa en la playa el equipo médico. Hacen que el corrillo de gente alrededor de la niña, se aparte.

-Qué ha pasado? – pregunta el que parece ser el médico –

-Me he despistado, es culpa mía – comienza a sollozar la madre, hablando de forma atropellada. Veo como la chica de pelo ondulado se echa a llorar, asi que tomo la palabra –

-Se ha quedado enganchada con una red en las cuerdas de las boyas y no podía soltarse… - el hombre me mira alternativamente mientras comienza a examinar a la niña – al sacarla del agua tenía pulso y respiraba con algo de dificultad… estaba aturdida… como semi inconsciente… - me mira tenso – después de 3 respiraciones, ha comenzado a toser con fuerza y… la hemos puesto de lado… - trago saliva – al principio respiraba con dificultad pero ahora parece que está mejor…

-Eres médico? – me pregunta –

-No… - niego mirando a la niña –

-Tienes nociones de primeros auxilios? – pregunta sin mirarme –

-Si – respondo de forma seca – cómo está?

-Eres el padre? – me pregunta la chica que parece la enfermera –

-No no… - digo mirando a las dos chicas, que, aún llorando, me miran –

-Yo soy su madre – dice la chica entre sollozos – cómo está? Está bien?

-Señora, tranquila – dice el médico con tranquilidad – el oxígeno en sangre parece que está bien… - miro el monitor y respiro tranquilo – pero vamos a llevarla al hospital para que nos aseguremos del todo… aunque creo que si respiraba y tenía pulso y ha reaccionado tan pronto, estaría agotada y ha sido por eso… - me mira – además que habrá tragado mucha agua… has hecho bien haciendo las respiraciones… - respiro hondo – probablemente estaba entrando en hipoxia y por eso estaba aturdida… - me mira – eres el socorrista?

-No… - sonrío irónico –

Noto las miradas clavadas en mí y me siento algo avergonzado. Veo como la chica de pelo ondulado se levanta y se abraza a la mujer mayor, que grita levemente entre llantos. Menudo susto han tenido que pasar. Me levanto del suelo, dejándoles subirla a la camilla, y miro alrededor, sin saber bien qué hacer. La madre no suelta la mano de la niña mientras camina a su lado. La mujer mayor, agarra los bolsos y las pertenencias y sale corriendo detrás de la camilla que se lleva a la niña, igual que la chica de pelo largo. Decido no ir, no acercarme. Observo todo desde la distancia.

La gente se disipa y yo miro hacia donde, hasta hace unos minutos, estaban sentadas, pasando un día tranquilo. Una sombrilla, dos sillas, varias toallas y algo de ropa. Suspiro y me dirijo hasta allí. Recojo todo, no sé bien por qué, y lo llevo al chiringuito.

-Perdona… - el camarero me mira – verás… las chicas que se han ido con la niña… - asiente con gesto algo preocupado – estas son sus cosas… - alza sus cejas – no las conozco y… se han dejado todo esto… - sonríe levemente – las conoces?

-Si – responde con gesto agradecido – no te preocupes, yo se lo daré…

-Gracias…- digo dejándolo todo en el suelo –

-Gracias a ti chaval… - dice con tono algo paternal –

En la cama, dando vueltas, no puedo dormir. Los gritos de esas chicas y de la niña se entremezclan con las de aquella madre en ese incendio. Me siento en la cama, inquieto, y salgo a la terraza. Necesito un cigarro y una copa, pero no tengo alcohol, así que engancho un cigarro con otro. Estarán bien? Por un momento he pensado en ir al hospital, no sé donde está, pero podría buscarlo… pero qué voy a hacer? Preguntar por una niña que se llama Carlota, de la que no soy familiar y de la que ni siquiera sé como se llama su madre? Niego con la cabeza. A mi mente vienen imágenes de debajo del agua. De cómo la niña ha comenzado a toser y yo he respirado. Del llanto de su madre. De la mirada intensa de esa chica de pelo largo y ondulado.

De repente, mis ojos se mueven rápidamente, como encontrando información en mi cabeza. Con todo lo que ha pasado ni siquiera había pensado que esa chica me sonaba de algo. Joder. Es ella. Me enciendo otro cigarro a toda prisa. No me lo puedo creer.

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