Necesitaba aire. Sigo ahogándome, a pesar de haber pensado
en algún momento que eso no era así. No sé cómo he hecho esto. No sé cómo han
pasado ya más de 3 meses de la operación y puedo apoyar el pie, todavía con
dificultad algunas veces, pero camino casi con normalidad. Lo de acelerar el
paso ya es otra historia. Todavía no está seguro, no me siento nada segura. No
sé cuándo quiero volver. Me aterra la idea y, a la vez, me libera. Me libera
saber que puedo hacerlo, y, al mismo tiempo, no sé ni cuándo ni cómo. Necesitaba
venir aquí. A mi rinconcillo. A mi casa. A mi infancia. A mis recuerdos.
Mi madre, siempre tan preocupada por mí, ha decidido
acompañarme. Igual que Vero, con su hija Carlota. Su chantaje ha sido
espectacular. “Cómo vas a decirle que no a tu ahijada, que está de vacaciones esta
semana?”. La semana santa ha terminado, pero, por lo visto, en Valencia tienen
otra semana más de vacaciones. Vero es única chantajeando. Aunque sé que no lo
ha hecho por eso. Sé que quiere estar a mi lado, como mi madre.
Mi última ruptura me dejó tocada, aunque era la crónica de
una muerte anunciada. Siempre es lo mismo. “Pasas demasiado tiempo fuera”
“Trabajas demasiado” “Este ritmo es insostenible”. No le culpo, pero tampoco me
culpo a mí. Mi vida es así. Y me ha costado lo mío aceptarlo. Pero, con 37 años
casi recién cumplidos, cuesta más aceptar que, quizá, nadie entienda esta vida
y nadie pueda compartirla conmigo. Suspiro al ver correr a Carlota por la
orilla, meándose de risa al notar el agua fresquita en los pies. Sonrío. Hace
tan buen tiempo que parece Julio. Sé que Vero me observa, pero no quiero
mirarla. Si la miro, sabrá exactamente lo que pienso.
-Sé lo que piensas – dice de repente –
Sonrío de medio lado. Meto mis manos en los bolsillos de mis
vaqueros cortos. Cola alta y gafas de sol. Nadie me reconocerá o, al menos, eso
espero.
-No sabes qué hacer – sigue hablando mientras caminamos –
necesitabas huir…
-Vero… - digo cansada – no me apetece hablar…
-Ya… ya sé que no te apetece… - me hace pararme – pero
llevábamos meses sin vernos porque no podías parar un segundo… ni siquiera con
tu pie cómo está… – bajo la cabeza – has forzado mucho la máquina… - camino
mirando mi pie - y ahora, cuando parece que ves el final del túnel, te entran
las dudas… - sigo caminando dejándola allí plantada – Lula… - dice de forma
cariñosa a mi espalda – llevas muchos años sembrando cosas en tu trabajo… y
recogiendo los frutos… - suspiro – y sé que piensas que ha llegado el momento
de sembrar en otro sitio, y no sabes dónde, ni cómo hacerlo… No pasaría nada si
no retomas la gira y te das un tiempo…
-Ni de coña – respondo rápidamente -
Da en la clave. En la maldita clave. No sé por dónde empezar.
Esto no lo he aprendido. No sé hacerlo. Lo que tendría que hacer es ponerme en
serio a retomar la gira. Da igual lo que digan los médicos. Casi 4 meses son
suficientes, puedo volver a subirme a un escenario. Finales de Abril, casi
Mayo… puedo hacerlo, salvo si tengo que correr o saltar. Vamos, que no puedo,
porque en los conciertos no hago otra cosa. Tengo que dejar que el tiempo pase,
esta sensación se irá y volverá a ser todo como antes. Pero algo no me deja. Mi
cuerpo, mi mente… no lo sé… pero nunca había sentido la necesidad de parar del
todo. No ya de parar para sentarme a hacer el disco que realmente quiero, o
hacer una gira como la tengo en mi cabeza… sino de parar para sentarme a hacer
la vida que necesito. Miro a Carlota. 10 añitos dentro de nada y apenas he
tenido tiempo de verla en persona en los últimos meses… años, me atrevería a
decir… salvo vacaciones o viajes relámpago. El teléfono no lo es todo, no es
suficiente. Nunca lo fue, pero no quise verlo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario