viernes, 22 de febrero de 2019

CAPÍTULO 39: COMO TÚ QUIERAS

Hace un rato que se ha ido a casa y todavía sigo aquí, en la terraza, dándole vueltas a todo. No sé qué me pasa con ella. Tiene un imán. No puedo sacármela de la cabeza. Esto no es un lío. Tampoco es que haya tenido muchos, nunca me ha gustado eso de acostarte con alguien sin sentir nada… pero es que diría que hasta cuando nos acostamos hace 2 días, no era solo sexo. No era amor, ni lo es ahora, pero hay más cosas. Es una conexión extraña, desde el principio. Anoche vi su parte más vulnerable. Y vi que es una parte muy grande. Me recuerda a mí. Es como si supiera lo que siente y me da tanta rabia que se sienta así. La vida le ha dejado marcas, no físicas, sino internas, las más difíciles de curar.

Hace un rato que se ha ido y la echo de menos. Joder, ya? Cojo el móvil sin darme cuenta y busco su número en el whatsapp. Dudo. Dudo mucho en si hacerlo o no. Pero no puedo evitarlo. Escribo un “te echo de menos” y lo envío. No se puede ser más cursi que yo. No quiero agobiarla, sé que puedo hacerlo, pero no puedo evitarlo. Es la verdad. La pura verdad es que la echo de menos.

Me enciendo otro cigarro y una sensación de vértigo se me agarra en el estómago. Echo de menos a una persona que hace días que conozco, que es una de las cantantes más famosas de este país. De pronto me imagino escondiéndome. De pronto me imagino rodeado de gente sacándonos fotos. Me da miedo, mucho miedo. Y vértigo. Mi móvil suena de repente. Es ella. Me tiemblan hasta las manos. “Yo también gordo”. Joder. Se me están derritiendo los pies. Esto es una locura, una maldita locura. Me estoy pillando. Lo sé. Sé lo que me está pasando.

Me encanta como camina, hasta cuando cojea un poco y luego deja de hacerlo. Me encanta como huele. Me encanta como se ríe. Me encanta como mueve las manos cuando habla. Me encanta su voz. Me encanta cuando se aparta el pelo de la cara. Me encanta su cara cuando duerme. Me encanta como baila. Me encantan sus grititos cuando se asusta con algo. Me encanta como le habla a Carlota. Me encantan tantos detalles que, de repente, me doy cuenta de todo en lo que me he fijado estos días. En esos pequeños detalles que nada tienen que ver con su cuerpo, con su físico, sino que tienen que ver con su forma de ser.

Evidentemente físicamente me encanta también. Me atrae mucho más de lo que creo que me ha atraído nadie nunca. El sexo es increíble, en mi vida me había sentido así haciéndolo con nadie. Tan desesperado, como si me faltaran manos para tocarla. No había sentido tanto deseo. Ni había sentido que alguien se entregaba así. Es una forma recíproca, creo que nunca lo había sentido así. 

Me asusta mucho esto. Joder, la estoy liando. Pienso en lo que se puede venir encima y, por un momento, pienso en cortar esto. Pero luego pienso en todo lo que me encanta y es imposible. Es imposible frenarlo, además de absurdo. No es nada malo, no hacemos nada malo. Además, después de la conversación que tuvimos anoche, después de ver cómo lloraba, se me hace imposible ni siquiera plantearme frenar esto. No me imaginaba que era tan insegura. No me imaginaba que su autoestima estaba tan bajo. No lo aparenta. Las personas no son lo que aparentan. Ese aura triste que detecté que la envolvía cuando estábamos en su casa, era cierto. Y yo también lo he tenido. También me he sentido así, aunque ahora las cosas no sean como antes, pero he pasado por momentos así.
Metido en mis pensamientos, mi móvil vuelve a sonar. “Donde siempre en la playa?” Abro los ojos de par en par. “Carlota no para de nombrarte, si no vienes no se baña”. Sonrío tiernamente. Respondo rápidamente “Solo quieres que vaya por Carlota?” pregunto de forma irónica y añadiendo un emoticono con gesto triste. “Claro que no” responde rápidamente. “Yo tampoco quiero bañarme si no vienes”, responde instantes después. Joder, me acaba de temblar todo. Meterme con ella en el agua? Ya lo he probado y no es algo que quiera volver a hacer en público. Decido responderle de forma pícara “No puedo meterme contigo en el agua, ya sabes lo que pasa”. Veo su estado. Escribiendo. Espero impaciente y un montón de “ja” aparecen en la pantalla. “Eres muy imbécil” responde. “Bajamos ya, mi madre ha preparado un bocata para ti, no tardes” escribe. De repente pienso en su madre, en su padre, en Vero y en todas las miradas que voy a recibir a mi llegada. Otra vez ese vértigo, pero el miedo no me puede. “A sus órdenes, jefa” le respondo. Me contesta con un emoticono partiéndose de risa. Sonrío, dejo el teléfono en la terraza y entro para ponerme el bañador. Me he puesto nervioso de repente. Bañador, camiseta, chanclas y toalla. Nada más no? Bueno, el móvil y la cartera. Y las gafas de sol. Y la tarjeta de la habitación. Bien, necesito entonces llevarme la pequeña mochila. Sigo nervioso, maldita sea. El tabaco, no se me puede olvidar el maldito tabaco. Tengo que dejarlo en cuanto pueda.

Salgo de la habitación y bajo hasta con prisa. Llego a la arena en menos de dos minutos. Les veo. Veo a su padre. Trago saliva. Encontrarme con su padre no me lo esperaba para nada. Su padre, su madre, Vero y la niña. La excelente compañía para presentarme como el tío que está durmiendo con Malú. Durmiendo y lo que no es dormir. Joder Hugo, camina tranquilo tío. Me hablo a mi mismo antes de llegar a su altura. Dos sombrillas y varias sillas de playa. Una nevera. Unas mochilas y varias toallas. Me recuerda tanto a cuando íbamos con mi padre todos a la playa que me da hasta nostalgia.

La primera que me ve llegar es Carlota, que, como ya es costumbre, sale corriendo en cuanto me ve y se me tira encima. Ya hasta salta sabiendo que la voy a agarrar en brazos. No sé lo que ha pasado estos días pero es como si todos me conocieran de hace tiempo. Con la niña en brazos, llego a la altura de las sombrillas. Malú me mira a través de sus gafas de sol y sonríe bajando la cabeza. Hago exactamente lo mismo. Respira hondo Hugo, compórtate como una persona normal.

-Buenas! – saludo en general al llegar – Hola Pepe – alargo mi mano y me la estrecha mirándome con gesto relajado –

-Hijo, te gusta el pollo con pimientos verdad? – me pregunta Pepi casi sin dejarme darle dos besos –

-Si, claro – respondo extrañado –

-Menos mal – dice girándose – ya pensaba yo que no te iba a gustar el bocata…

Sonrío enternecido. Su madre es especial. Supongo que de algún lado tiene que venir su hija.

-Hola Hugo… - Vero me da dos besos – Carlota por Dios, suéltale… - Carlota no para de tirarme de la pierna, haciéndome reir –

-Es que quiero que se bañe conmigo – responde con voz de niña –

-Pero que acaba de llegar… - veo como Vero pone los ojos en blanco – perdónala – hago un gesto como para que no se preocupe –

-Hola… - Malú me mira, plantada a mi lado, sonriente, y se acerca a mí, haciéndome dudar sobre lo que va a hacer –

Me da un beso en la mejilla y respiro. Me hubiera explotado el corazón si me da un morreo bajo la atenta mirada de sus padres.

-Hola jefa… - digo casi en voz baja, notando como contiene la risa –

-Hugo porfa – Carlota tira de mi mano – vente a la orilla…

-Carlota, por favor! – exclama Vero alzando un poco el tono de voz –

-No te preocupes Vero… - digo tocando su brazo – si me apetece mucho bañarme… - veo como Carlota me mira sonriente –

Me quito las gafas de sol y dejo la mochila al lado de las suyas. Saco mi toalla y la extiendo en la arena. Sé que Malú no me quita ojo, pero también sé que el resto tampoco. Me quito la camiseta intentando contener la vergüenza que me está dando y, sin decir nada más, me doy la vuelta y le agarro la mano a Carlota, que me mira sonriente.

-Venga, vamos a ver lo fresca que está – digo caminando con ella hacia la orilla –

Carlota se suelta de mi mano y sale corriendo, saltando sobre el agua en la orilla, de lo más feliz. Sonrío. No tiene miedo, eso es muy bueno.

-Has visto? – dice ilusionada – ya no me da miedo

-Ya veo – contesto sonriente – así tiene que ser… - digo metiéndome hasta las rodillas – está fría no? – digo notando como mis pies se contraen –

-Un poco… - responde como si tal cosa, salpicando con los pies –

-Sabes qué? – digo agachándome para coger un poco de agua – antes de meterse en el agua hay que hacer tres cosas – me mira atenta – mojarte el cuello – me tiro agua en la zona y noto como me tensa el agua tan fría – las muñecas – vuelvo a meter las manos en el agua – y coger aire – noto como me mira asustada y empiezo a reírme –

Sin decir nada más, me zambullo dentro del mar, todo el cuerpo, de golpe. Siempre he odiado meterme poco a poco en el agua, es mucho peor. Es mejor de golpe. Noto como mi cabeza se queda sin ideas de lo fría que está el agua al principio, pero salgo a la superficie y comienzo a notar como la temperatura se aclimata.

-No puedo hacer eso! – grita Carlota mirándome y riéndose –

-Claro que puedes… - digo acercándome a ella – o quieres que te ayude? – da varios pasos hacia atrás riéndose – ven aquí! – salgo corriendo detrás de ella y consigo alcanzarla –

-No! – grita riéndose a carcajadas mientras la agarro en brazos –

-Primero la nuca… - digo echándole agua sin soltarla, la tengo agarrada con un brazo –

-No! – grita de nuevo sin parar de reir –

-Las muñecas… - mojo sus manos – y coge aire – me mira asustada pero riéndose – al agua! – exclamo justo antes de zambullirme con ella –

Salgo enseguida, para que no se agobie, y la pongo de pie.

-Ah! – grita por el frío y, a la vez, se ríe – no vale! – grita haciéndose la indignada –

-Si es mejor así! – exclamo metiéndome de nuevo en el agua, ya sin notar el frío – ya no está fría no?

Veo como se lanza a por mí y se agarra al cuello, intentando hundirme. Finjo que me hunde y escucho su risa desde el agua, para, poco después, salir.

-Ahora verás… - la agarro de la cintura y, de un movimiento, hago que se siente en mis hombros –

Camino un poco más hacia dentro y, cuando el agua me llega casi por el pecho, agarro sus manos.

-Plántate – le digo torciendo la cabeza hacia arriba. Veo como me mira riéndose y me hace caso –

Se planta en mis hombros, no suelto sus manos.

-A la de tres, saltas – digo convencido –

-Si hombre! – exclama riéndose –

-Una… - se ríe todavía más – dos… - suelto sus manos – y tres!

Noto como se da impulso en mis hombros, salta y cae al agua. Alargo mis manos y la saco, de nuevo para que no se agobie. Sale riéndose. Buena señal.

-Anda, vamos más para fuera… - se agarra a mi cuello – ya sabes que tienes que estar siempre donde hagas pie no? – responde asintiendo –

-Tengo una pelota! – exclama poniéndose de pie y corre hacia las sombrillas –

Sonrío al ver como corre y veo como toda su familia me está mirando. Decido disimular, pero Malú me está mirando, ya sin gafas de sol, con un gesto que diría que es de ternura. Al momento, llega Carlota con una pelota de playa, desinflada, y me la da.

-Ah, que la tengo que hinchar yo también? – digo irónico y vuelve a comenzar a reírse –

La hincho en un momento y se la tiro. Nos metemos un poco en más, a una altura que la niña haga pie, y comenzamos a tirarnos la pelota. La tira con ganas, como para ganarme. Es competitiva, pero de manera sana. No se enfada si pierde. Es buena señal en un niño. Una de las veces, la lanza alto y, por el viento, llega hacia mi un poco más alto de lo que llego. Como si yo fuera también un niño, salto, la agarro y caigo en el agua. Como si fuera el mismísimo Casillas en sus mejores tiempos, parando penaltis.

-Ala! – exclama Carlota – mamá! Has visto? – me señala mirando a Vero que, casualmente, está al lado de Malú – parece un portero!

-Carlota hija, deja a Hugo que va a tener agujetas! – grita Vero y escucho como Malú se ríe a carcajadas –

Las miro y levanto las cejas. Eso ha ido con segundas. Genial, me encanta que Malú le haya contado que… bah, me da igual lo que le haya contado. Si se lo ha contado será por algo. Por algo bueno supongo. Niego con la cabeza y veo como Carlota sale corriendo con la pelota, dejándome desconcertado. Al momento, aparece con dos palas de playa. No tiene final, eso es cierto.

-Sabes jugar? – pregunta de manera inocente –

-Bueno… - digo fingiendo que no mucho – hace mucho que no juego – digo sincero y me da una pala – venga va, pero en la orilla – le advierto y me hace caso – te has echado crema? – me mira y asiente –

-Me ha echado crema la tata – dice señalándola, haciendo que me gire y viendo como me está mirando otra vez, creo que no ha dejado de hacerlo. Sonrío y vuelvo a girarme hacia Carlota –

-Venga, pues vamos a ver quien gana – digo haciendo que Carlota se motive –

Alternamos algunos golpes hasta que Carlota le da demasiado fuerte y no alcanzo a darle. Se ríe a carcajadas.

-Tengo que ir yo? – le pregunto y se ríe asintiendo – tramposilla… - digo dándome la vuelta y trotando hacia la pelota –

-Tírame desde ahí a ver si llegas! – grita Carlota desde lejos –

Suspiro y le hago caso, pero me paso. Me paso mucho y la lanzo dentro del agua. Veo como Carlota no duda en ir a por ella pero salgo corriendo hacia ella.

-Eh eh… - la agarro cuando el agua le llega ya por la cintura – qué hemos dicho antes? – me mira y baja la cabeza – solo donde hagas pie – asiente – anda cógeme la pala – asiente y sale del agua mientras yo comienzo a nadar hacia donde está la pequeña pelota –

Al agarrarla, intento hacer pie, pero casi no llego. Menos mal que he frenado a la niña. Nado de nuevo hacia la orilla, apenas hay corriente, así que no me cuesta salir. Al llegar a la orilla, la niña vuelve a darme la pala y se coloca en posición. Vuelvo a alternar algunos golpes hasta que vuelve a lanzarla lejos, a la arena, y vuelve a estallar en una carcajada.

-Esto ya no vale eh? – le señalo con la pala trotando otra vez hacia la pelota –

Cuando vuelvo caminando hacia la orilla, Malú se interpone en mi camino, ya con el bikini. Hasta ahora llevaba un vestido por encima.

-Yo también quiero jugar – dice mirándome y alzando una de sus cejas –

-Toda tuya… - le doy la pala y señalo a Carlota, que espera impaciente –

Malú me mira entrecerrando los ojos, como indignada.

-No me estás haciendo ningún caso… - dice en voz baja – no me echabas tanto de menos? – sonríe sin mirarme –

-No seas mala que tengo la mirada de tu padre en mi nuca – susurro –

No vale de nada susurrar ni hablar en voz baja porque empieza a reírse de manera escandalosa.

-Venga Carlota – dice Malú llegando a su altura – que juego yo contigo…

Sonrío y me giro hacia el resto. Vero me mira sonriendo como sintiéndose culpable.

-Tú no tienes una hija… - digo llegando a su altura respirando con dificultad – tú tienes una atleta…

Escucho una risa leve por parte de su padre, le miro y está sentado, leyendo el periódico. Pepi, por su parte, lee una revista y veo como también sonríe.

-Te machaca eh? – dice Vero dándome golpecitos en la espalda – te pasa por darle cuerda…

-Es un cielo de niña… - digo dándome la vuelta y viendo como Malú juega con ella, aunque sin moverse demasiado –

-Y tú un cielo con ella… - dice con voz tierna que hasta me sorprende y me hace mirarla – no se ha querido meter en el agua hasta que has llegado… - sonrío negando con la cabeza – te ha cogido mucho cariño…

-Y yo a ella… - sonrío –

-Solo a ella? – pregunta Vero, de forma directa, mirándome, y dejándome mudo unos segundos –

-Eres siempre así de directa? – pregunto y escucho cómo se ríe – no, no solo a ella… - respondo dirigiendo mi mirada a Malú –

Escucho como Vero se ríe tímidamente. Observo a Malú. La pelota un poco alejada, intenta llegar a ella y apoya mal el pie derecho, dejando todo el peso, y cayendo a la arena. Como si fuera un acto reflejo, corro hacia la orilla. Cuando llego, ya se está levantando.

-Estás bien? – pregunto agarrándola de la cintura para levantarla del todo –

-Tata te has hecho daño? – pregunta Carlota a mi espalda preocupada –

-No cielo… - responde sonriendo – pero creo que tenemos que descansar un rato no? – escucho como Carlota dice que si a mi espalda –

-Dame la mano anda… - digo agarrando su mano izquierda con fuerza y noto como deja parte del peso en ella – te duele verdad?

-Como cuando me levanto rápido… - veo como cojea levemente –

-Hija… - Pepi llega a nuestra altura, también Pepe… y Vero –

-Mamá, que estoy bien… - camina todavía cojeando – ha sido un mal paso…

-Lo siento tata… - dice Carlota con voz culpable – es culpa mía…

-No es culpa tuya cariño… - dice Malú sonriendo –

-Anda, siéntate… - digo agarrándola y haciendo que se siente en la arena – te lo has torcido?

-No… - mira su pie y me mira – he dejado el peso solamente…

-A ver… - cojo su pie y toco suavemente el tobillo –

-Au… - se queja levemente –

-Voy a por hielo al chiringuito… - me levanto decidido pero su madre me para –

-Tengo hielo yo aquí en la nevera… - dice algo nerviosa – Malú, es que no te estás quieta…

-Mamá! – se queja – si no he hecho nada… - dice mientras la observo –

-37 años y sigue igual que cuando era pequeña… - dice su padre – y la bicho esa es igualita… - señala a Carlota –

Su madre me pasa el hielo, como si yo fuera el encargado de curarla o algo así. Se lo pongo en el tobillo y se queja.

-Te perdías toda la temporada… - digo en voz baja – y te empeñas en jugar…

-No me eches tú la bronca también vale? – dice algo molesta –

La miro y bajo la cabeza algo cortado. Suspira y, sin decir nada, alarga su brazo y toca el mío. La miro de nuevo y me mira con gesto de niña, como si me pidiera perdón por una gamberrada. Sonrío sin querer mientras mantengo el hielo en su tobillo.

-Mejor? – asiente e intenta levantarse – dónde vas? – digo obligándola a sentarse otra vez – hielo 10 minutos mínimo… - resopla –

-Pues trae – lo agarra – que ya puedo hacerlo yo…

Otra vez ese tono borde. Me levanto negando con la cabeza y Vero me mira con gesto de perdón. Supongo que sabe que Malú se pone así habitualmente, sobre todo con lo del tobillo. Camino hacia mi mochila y agarro el paquete de tabaco para encenderme un cigarro. Lo necesito ahora mismo. 

1 comentario:

  1. Maaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaasssssssssssssssssssssss porfaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa

    ResponderEliminar