-Sabes que la cosa que más me gusta del mundo es desayunar
en la cama? – digo sentándome con la bandeja en mis piernas –
-Lo que más? – me mira con cara de pícaro –
-Idiota… - sonrío bebiendo zumo – lo de la rosa es ya
tradición? – digo enseñándosela –
-Te gusta? – pregunta mirándome y asiento – entonces si –
dice convencido – será tradición…
Sonrío sin mirarle. No sé si tengo más ganas de desayunar o
de terminar de una vez. Escucho el sonido del jacuzzi y me pongo hasta
nerviosa. No lo he hecho nunca ahí. Nos miramos de reojo, le veo engullir y me
aguanto la risa, hasta que no puedo más y empiezo a reírme casi sin poder
comer.
-Estás loca verdad? – dice mirándome mientras me río –
-Es que estás comiendo muy rápido… - digo riéndome –
-Hombre pues claro… - dice metiéndose casi toda la tostada
en la boca – el jacuzzi espera… - dice hablando con la boca llena –
-De verdad… - digo riéndome – eres de lo que no hay…
-De hecho… - se levanta y deja la bandeja en la cama – yo te
espero allí…
-Jajajajajaja – estallo en una carcajada al ver como camina
dando saltos hacia el jacuzzi – pero que no he terminado! – exclamo –
-Termínalo luego! – grita desde el baño –
Sonrío y me convence. Casi sin pensármelo. Hago lo mismo,
dejo la bandeja en la cama y entro en el baño. Me espera dentro del jacuzzi,
con los brazos apoyados en el borde, sentado ya dentro. Me mira alzando una de
sus cejas, con gesto provocativo. Sonrío avergonzada.
-Me tengo que desnudar? – pregunto haciéndome la remolona –
-Tú verás… - dice alzando los hombros –
-Tú vas desnudo? – pregunto quitándome la camiseta –
-Qué me has preguntado? – dice mirándome de arriba abajo –
no puedo pensar ahora mismo…
-Hugo! – exclamo quejándome –
-Te queda una prenda… - señala a mi tanga – con eso no se
puede entrar aquí…
Pongo los ojos en blanco y, con mucha vergüenza, me desnudo
por completo y entro al jacuzzi bajo su atenta mirada. Me siento enfrente de
él. Sí, está desnudo. Me pongo algo nerviosa, pero dura poco la sensación. Se
transforma en deseo, a pesar de que mis muslos me dicen que como me mueva
mucho, no podré andar en varios días. Espero pacientemente, mirándole de forma
provocativa, hasta que veo con sonríe pícaramente y se acerca a mí.
-Estás cómoda? – pregunta pegado a mi boca –
-Mucho… - respondo mirándole los labios –
No me da tiempo a decir nada más. Comienza a besarme,
primero despacio. Puedo detectar el sabor del zumo de naranja en su boca
todavía. Mi lengua y la suya contactan por completo, peleándose suavemente. Su
mano derecha se va directa a mi pecho izquierdo y gimo levemente. Me hace falta
poco más para notar lo excitada que estoy.
Mientras me toca, a mi cabeza viene sin querer la
conversación de ayer. Le miro y me mira, sonriendo y apartándome la mirada solo
para besarme o en la boca o en el cuello. No sé qué me pasa, me da miedo pensar
en lo que me pasa. Me siento comprendida. Y deseada. Y más cosas que no sé
explicar ni siquiera en mi cabeza. Su mano derecha deja de tocar mi pecho y se
dirige a mi entrepierna. Todos los pensamientos se van cuando noto su tacto
ahí. Echo la cabeza hacia atrás, como para intentar sentir más el tacto. Mis
gemidos van en aumento poco a poco, pero no acelera, mantiene la intensidad y
la velocidad en la que me toca.
Me besa el cuello lentamente también, sin pensamientos de
acelerar por lo que parece. Mis manos se pasean por su espalda hasta llegar a
su trasero. Lo acaricio y lo masajeo suavemente hasta que alza su mirada y me
mira intensamente. Creo que le gusta que haga eso. No dice nada, solo se coloca
entre mis piernas. Me hace deslizarme un poco más y noto el contacto con su
entrepierna. Se mueve encima de mí, sin introducirse, solo rozándonos, aunque
el roce es suficiente para notar que mi excitación y la suya van en aumento
cada vez más.
Se aparta un poco y vuelve a tocarme. Vuelve a dirigir su
mano a mi entrepierna. Me toca despacio al principio, y va aumentando el ritmo.
Mis pechos quedan casi fuera del agua, a pesar de las burbujas, por la posición
en la que estoy. Sin decir nada, me agarra y me da la vuelta. Me arrodillo en
el suelo del jacuzzi y apoyo mis manos en el borde. Sé lo que va a hacer. Su
mano derecha vuelve a mi entrepierna. Mis gemidos ya son bastante evidentes.
Sube más la velocidad sin yo decirle nada, justo cuando lo necesito. Me agarro
al borde más fuerte y arqueo mi cuerpo un poco más. Noto su entrepierna pegada
a mi trasero, se va moviendo lentamente detrás de mi sin olvidarse de su mano.
Más rápido, va más rápido y noto que va a ocurrir. No tardo apenas nada en
notarlo. Gimo profundamente y muevo mis caderas al notar las corrientes.
Mientras ocurre, su boca deja besos por mi cuello y su mano izquierda acaricia
mi abdomen lentamente. No sé cómo me ha cogido de esta manera la medida, pero
no tengo que hacer nada, no tengo que decirle nada para que consiga que me
corra. Es totalmente intuitivo.
-Aquí dentro va a ser un poco difícil… - susurra a mi
espalda – pero no sabes cómo me pone… - pone voz sensual y me hace estremecerme
–
-Espera Hugo… - se aparta levemente y me siento todavía con
la respiración entrecortada – Dios… - susurro y veo como me mira sonriendo –
-Todo bien? – pregunta casi riéndose al verme así y asiento,
todavía fatigada –
-Por qué dices que va a ser un poco difícil? – digo
mirándole –
-Pues… - se deja caer un poco sobre mí – me pone mucho, pero
el agua a ti… - hace un gesto con los labios – no te va a venir bien… - le miro
extrañada – la lubricación Malú…
Le miro sorprendida. No había caído en todo eso. Se sigue
moviendo, frotándose conmigo.
-Además… - dice mirándome – el condón tampoco se lleva bien debajo
del agua… - me tapo la cara casi avergonzada – se puede romper y no queremos
eso no? – le miro algo asustada – peeero – dice pegado a mi boca – podemos jugar
mucho y hacer todo eso fuera… - me río sin querer –
-Tú como sabes todas esas cosas? – le pregunto –
-Me informo… - responde con tono chulesco – no lo he hecho
nunca así… - me mira – pero es que te voy a hacer daño… - le miro hasta con
ternura al ver cómo se preocupa por eso – primero – dice poniéndose serio – me
lo tengo que poner fuera o revienta…
-Jajajajaja! – estallo en una carcajada –
-Segundo – dice acariciándome los costados – aquí dentro se
puede romper… y tercero – se acerca más a mí – y más importante… - me besa – te
puede doler… - le miro intensamente – y no quiero hacer nada que te duela…
Le miro varios segundos. Está pendiente de todo o eso es lo
que me parece. Me cuida. Y no me cuida porque crea que soy débil, ayer me dijo
que le parecía muy valiente. Me cuida porque le sale hacerlo.
-Así que… - sus manos se pasean por mi cuerpo sin descanso –
te voy a tocar aquí dentro lo que no está escrito… - dice pegado a mi oído – y
luego te siento ahí – señala el borde del jacuzzi –
-Yo también tendré algo que decir no? – digo cortándole y
dejándole algo sorprendido –
Me quedo seria para ver su reacción. Deja de tocarme y me
mira interrogante hasta que no puedo más y empiezo a reírme. Veo como cierra
los ojos al saber que ha caído en la trampa de mi enfado fingido.
-Es que me encantas… - digo sin pensar, moviéndome y
agarrándome a su cuello, haciendo que se siente él en el jacuzzi –
-Si te pones aquí… - dice mirándome sentada sobre él – me
vas a matar, te lo aviso…
-Una muerte dulce sería… - digo sugerente, comenzando a
besar su cuello y escuchando como suelta un pequeño gemido –
-Joder Malú… - susurra excitado llevando sus manos a mis
caderas y luego a mi trasero –
Me muevo sobre él, rozando mi entrepierna con la suya, sin
penetración, solo rozándonos. Noto como su desesperación va cada vez más en
aumento y me sale una sonrisa triunfante de forma intermitente. Le veo resoplar
y mirarme con una cara de deseo que nunca había visto en nadie. Sin avisar, me
agarra de las caderas y me sienta fuera del jacuzzi, en el borde. El jacuzzi
tiene una repisa en la que puedo sentarme sin problemas. Cuando pienso que va a
salir y va a hacer lo que ha dicho antes, me sorprende abriéndome las piernas.
Parte de mis piernas siguen dentro del agua. Me agarra de las caderas y me hace
sentarme justo en el borde, colocando su cabeza entre mis muslos. Le miro
sorprendida y, sin decirme nada, su boca se fusiona con la zona. Suelto un
gemido de sorpresa, de deseo, de placer. Sigue dentro del agua, su cabeza y sus
hombros están fuera y sus manos se agarran a mis caderas como para evitar que
me escape. Cómo voy a escaparme de aquí? Si me está matando de placer.
Su lengua se pasea sin control por la zona, haciéndome gemir
sin parar. Apoyo mis manos un poco más atrás, como para intentar tumbarme más.
No sé por qué, pero le encanta hacer esto. Y vuelvo a pensar lo mismo que ayer.
Me encanta que le encante. Me provoca mucho placer, más de lo que piensa y más
de lo que puedo expresar con gemidos. Su mano derecha se dirige a la zona y uno
de sus dedos se introduce lentamente. Sólo con eso, siento algo de incomodidad,
así que entiendo lo que decía sobre que podía dolerme. Es solo un momento,
estoy fuera del agua y la zona se lubrica de forma natural y muy rápida.
-No pares… - me sale decirle muerta del placer, notando que
estoy a punto de llegar de nuevo a un orgasmo –
No me responde, no despega su boca de la zona y no para de
mover su lengua cada vez más rápido y su dedo al mismo ritmo. Poco más hace
falta. Arqueo mi espalda y dejo casi todo mi peso sobre mis brazos, notando los
latigazos en la espalda, en la pelvis, en las piernas… en todo el cuerpo. No he
gemido, he soltado un grito de forma ahogada al notar el orgasmo. Cuando me
recompongo, le miro y me está observando dentro del agua todavía. Siento
tentación de meterme con él, pero no me da tiempo. Sale del jacuzzi y no puedo
evitar mirar su entrepierna. Todavía me sorprende a pesar de haberla visto más
veces. Totalmente excitado, imponente. Observo cómo se seca la entrepierna
cuidadosamente con la toalla y se coloca el condón una vez está seco. Le miro
con mucho deseo, no he podido moverme de donde estoy. Me gira un poco y se
arrodilla en el borde. Sé lo que va a hacer y quiero que lo haga y que sea
aquí. No es lo más cómodo del mundo, pero me da igual, me pone mucho.
Se coloca entre mis piernas y, casi sin previo aviso, se
introduce lentamente. Ya no noto la molestia de antes con su dedo, al
contrario. Noto como estoy correctamente excitada. Suspira al introducirse
dentro de mi. Se mueve lentamente, mueve sus caderas despacio, hasta que,
instantes después, me coge en peso, se sienta en el borde, apoyado en la pared,
y me hace sentarme encima. Creo que le gusta esa posición, y a mi me encanta.
Me mira apoyado en la pared, a los ojos, a la boca y a mis pechos que quedan casi
a la altura de su cara. Poco tarda en dirigir su boca a ellos, haciendo que
mueva mis caderas un poco más deprisa. El sonido de las burbujas me pone mucho,
no sé bien por qué. Quizá porque tengo la sensación de que el sonido va a
aislar el resto de ruidos y me da más libertad para gemir o gritar o lo que
quiera hacer.
No son los únicos sonidos que se escuchan. Sus piernas están
dentro del jacuzzi, igual que las mías. Con los movimientos, oigo como salpica.
También oigo el sonido de nuestra piel golpearse cada vez que me muevo.
Cualquier cosa que escuche, me va a poner todavía más cachonda. Fija mis
caderas y comienza a mover las suyas a una velocidad más rápida. Subo mis manos
hasta la pared, intentando agarrarme a algo, pero no hay nada a lo que agarrarme.
Aprovechando la posición, vuelve a besarme los pechos. A lamerlos, por todas
partes.
No sé cuanto tiempo estamos así, pero noto por sus gemidos,
que va a correrse. No voy a pararle, quiero que lo haga, quiero ver su cara. Me
mira y cierra los ojos con la boca entreabierta.
-No puedo más… - susurra –
-Córrete – digo encogiéndome, abrazándome a su espalda y
escondiendo mi cabeza en su hombro –
Esa única palabra le hace acelerar todavía más, hasta que
escucho como gime profundamente y sus movimientos se hacen más suaves. Me ha
dado tiempo a incorporarme un poco y mirarle. Me voy a poner cachonda cada vez
que me acuerde de esa cara. De placer absoluto. Resopla abrazado a mi espalda y
se incorpora lentamente, haciendo que me baje de sus caderas. Sale un segundo
del jacuzzi tras darme un fugaz beso y sonreir. Al momento, ya no lleva nada,
se lo ha quitado. Le miro y creo que piensa que estoy algo preocupada, aunque
no era precisamente esa mi mirada.
-No se ha roto – dice metiéndose en el jacuzzi – lo he comprobado…
-No te miraba por eso… - digo mirándole de forma lasciva. Me
mira con la ceja levantada – qué bueno estás…
Me mira sorprendido. Creo que sabe que me da una vergüenza
tremenda decir estas cosas. Bajo la cabeza un tanto avergonzada, pero, dentro
del jacuzzi ya los dos, me hace mirarle. Comienza a besarme con mucha pasión,
apoyándome en una de las paredes. Gimo al notar como me agarra el trasero. Me
sienta y pasa mis brazos por su cuello, como para que me agarre. Sin decir
nada, su mano derecha vuelve a mi entrepierna. Gimo como si le hubiera echado
de menos, aunque haga nada que ha estado allí.
No sé cómo lo sabe, pero necesito un ritmo rápido de
entrada. Lo hace. Lo hace y me mira. Creo que quiere verme la cara, igual que
yo he querido vérsela a él. Que me haga esto dentro del jacuzzi me pone más que
cualquier cosa que me hayan hecho hasta ahora. Me besa de nuevo con mucha
desesperación, me agarro a su cuello y, cuando nota que va a ocurrir, se separa.
Me está mirando y me pone tanto que lo haga que el orgasmo vuelve a llegar. No
dice nada, sigue rozándome ahora más despacio, como si supiera que necesito que
lo haga para alargarlo un poco más. Cuando puedo abrir los ojos, me está
mirando. Me está mirando de una forma que no consigo comprender, pero me dan
unas ganas locas de besarle. Lo hago sin miramientos, notando como nos hundimos
un poco, pero no lo suficiente para dejar de besarle. No sé cuánto tiempo
pasamos manteniendo ese beso tan pasional pero, cuando me separo, le veo
durante unas décimas de segundo, con los ojos cerrados. Otra vez esa ternura.
Cierra los ojos igual que yo y pone una cara tan tierna… Cuando se da cuenta
que le he estado mirando, desvía la mirada un tanto avergonzado. Pega su cabeza
en mi hombro, abrazándome y cruzando sus brazos por mi espalda.
-Quieres que nos quedemos aquí un rato? – pregunta de manera
dulce. Lo único que hago es asentir –
Me acomoda en una de las zonas en las que podemos sentarnos
y se coloca de tal forma que recuesta su cabeza en mi pecho. Sus manos acarician
mis muslos y mis costados, pero sin pretensión ninguna. Solo los acaricia. Yo,
por mi parte, acaricio su espalda y su pelo mojado.
-Me quedaría aquí todo el día… - digo en voz baja –
-Qué relajación verdad? – dice susurrando y haciéndome asentir – pfff – resopla – Malú… - alza su mirada y me enseña su brazo, erizado completamente por mis caricias – y todavía te preguntas por qué voy a alargar la reserva?

Maaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaasssssssssssssssssssssss porfaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa
ResponderEliminar