sábado, 16 de febrero de 2019

CAPÍTULO 23: LA DIGESTIÓN

-Buah… - resoplo – estoy lleno… - digo tocando mi tripa – estaba bueno? – la miro –

-Mucho… - sonríe levantándose con la bandeja en las manos –

No me acordaba. Va sin pantalones. Veo sus braguitas negras, con mi camiseta ancha. Tremendamente sexy. Lo mejor es que lo es sin pretenderlo.

-Madre mía… - susurro pensando que no va a escucharme… pero sí lo hace –

-Qué pasa? – me mira sin entender nada hasta que ve como la estoy mirando y baja la cabeza – ya me visto… - dice convencida –

-No no… - me levanto rápidamente con mi bandeja en la mano y la dejo en la mesa – ni se te ocurra vestirte… - digo con una voz que hasta me sorprende a mí –

Se queda plantada, al lado de la mesa con ruedas, mirándome y mirando al suelo de forma alternativa. Me acerco lentamente, no se aparta, pero noto como está algo avergonzada. Al llegar a su altura, rozo su cintura por encima de la camiseta y noto como se estremece levemente. Vuelvo a tocar su pelo. No sé qué me pasa con su pelo, pero me flipa. Estaría tocándolo todo el día. Esta mañana, mientras dormía, no podía parar de mirarla. A ella y su melena. Su gesto totalmente relajado. No sé qué estoy haciendo, no nos conocemos apenas, pero hay una conexión innegable. Hay atracción.

Pego su cuerpo un poco más a mi y noto como intenta ponerse de puntillas, pero no lo hace. Hace un gesto de dolor sutil.

-Te duele? – pregunto mirando su pie –

-No… - niega no muy convincente y vuelve a hacer un gesto de dolor –

-Ven anda… - agarro su mano y hago que se siente en la cama – túmbate…

Me mira sorprendida. Creo que piensa que voy a hacer otra cosa. Me siento a sus pies y cojo su pie derecho, poniéndolo encima de mis rodillas. Me mira con los ojos bien abiertos, sorprendida de nuevo.

-Caminamos demasiado ayer… - digo comenzando a tocar su tobillo de manera suave –

-No… - balbucea, creo que se ha puesto nerviosa – no te preocupes… au – se queja levemente –

-Quieres que pare? – digo mirándola pero me niega con la cabeza –

-Me alivia… - dice algo tímida – también eres fisio? – pregunta medio riéndose –

-En 35 años me ha dado tiempo a hacer muchas cosas – digo masajeando despacio el tobillo – pero no a estudiar tanto… - sonrío y se ríe – solo que me gusta dar masajes… - digo concentrado – aunque como no tengo mucha idea… tampoco quiero empeorarte nada… - hablo comedido –

-No me haces daño… - dice sonriendo – me alivia, de verdad… - suena sincera –

No puedo evitarlo y dirijo mi mirada hacia arriba. Mi mirada se cruza de nuevo con sus braguitas. Mierda. No tenía que haber mirado. Se recuesta un poco y, sutilmente, hace algún sonidito como de placer… Joder, cómo me pone. Mis manos se van deslizando despacio, sin pedirme permiso, desde su tobillo hacia su pierna. Cuando llego a la rodilla, alza su mirada. La miro creo que con gesto serio. Serio o cachondo perdido. Se incorpora y se sienta, poniendo su rostro a mi altura.

-Gracias por el masaje…

El tono ese que pone, que ya escuché ayer, es el detonante. No puedo soportarlo. Deslizo mi mano derecha desde su rodilla hasta su muslo derecho. Suspira, todavía con su rostro pegado al mío. Mi mano sobrepasa la altura de su muslo y llega hasta sus braguitas. Suspira de forma sonora y cierra los ojos. Joder, que calentón tengo ahora mismo. Abre los ojos y me mira intensamente. Se muerde el labio inferior al notar que mi mano acaricia sus braguitas.

No decimos nada. Me sigue mirando así y ya no lo evito más. Acerco mi boca a la suya y es ella la que hace desaparecer la distancia entre nuestros labios. Se incorpora algo más y me besa. Me besa al principio con los labios sellados. Suficientes segundos como para que quiera más. Abro mis labios y ella abre los suyos. Mi mano izquierda se posa en su hombro y la tumbo poco a poco. Me tumbo sobre ella sin quitar mi mano de su entrepierna y sin dejar de besarla. Muevo mi mano sobre sus braguitas y escucho como comienza a gemir. Resoplo al escucharla. Comienzo a besar su cuello y lo arquea hacia un lado para que pueda hacerlo mejor. Le levanto la camiseta y noto como no lleva sujetador. Vuelvo a resoplar. Me provoca tantas cosas que soy incapaz de controlarlo.

Sus manos se dirigen a mi camiseta y la levantan, sin decir nada, ni una palabra. Sigo tumbado sobre ella, sigo masajeando la zona, notando como, poco a poco, se va excitando. Con mi mano izquierda, deslizo la camiseta hacia arriba. Alza sus manos sin decir nada, besándonos, y se la quito. Vuelvo a ver sus pechos desnudos. Mi excitación ya no necesita mucho más, aunque no voy a detenerme. Mi mano derecha vuelve a su entrepierna y mi boca se dirige primero a su pecho izquierdo. Comienza a gemir de nuevo. Me encanta escucharla.

-Joder Hugo… - resopla y gime tras decir la frase –

Noto como está sudando, y yo también. Creo que nos hemos pasado con la temperatura de la habitación y ya parece que hace sol en la calle. Ayer tormenta, hoy sol. Y calor. Mucho calor. Sin pensármelo demasiado, la agarro en brazos. Cruza sus piernas por mi espalda, como ayer. Qué cachondo me puso eso. Y qué cachondo me ha puesto ahora. Camino hacia el baño haciendo una parada contra la pared. Gime mientras no paro de tocarla. Toco sus muslos, sus costados. Se agarra a mi cuello con suavidad. Me muevo de nuevo y entro en el baño. La siento sobre el lavabo y me mira sorprendida un segundo. Solo un segundo porque, poco después, agarra mi cara con las dos manos y me besa de nuevo. Con rabia. Como si me fuera a morder los labios. Nuestras lenguas se fusionan y no se separan apenas. Dirijo mis manos a mis pantalones y los bajo de un movimiento. Creo que no se ha dado ni cuenta, no para de besarme. Vuelvo a cogerla en brazos y tiro de sus braguitas hacia abajo. No puedo quitárselas, sus piernas están cruzadas en mi espalda. Me meto en la zona de la ducha. Las paredes no son las típicas, sino que son de diseño. Las paredes no están frías. La apoyo en la pared de la derecha y, con la mano izquierda, enciendo el grifo. No dice nada, sigue agarrada a mí. Hago que se baje un segundo, la dejo suavemente con sus pies en el suelo de la ducha, y termino de bajar sus braguitas y dejarla desnuda. Sus manos se dirigen a mis boxers y me los baja. Moviendo mis piernas, me los quito del todo. Alargo mi mano izquierda y el agua está a la temperatura perfecta. 

La agarro de la cintura y hago que de dos pasos hacia el agua. Suelta un gemido al notar el agua por su espalda y comienzo a besarla de nuevo. Mis manos van directas a su trasero. Lo aprieto contra mí, escuchando como suelta un gemido más intenso que los previos. Le doy la vuelta, cojo sus manos y las apoyo en la pared de la izquierda. Quedándome a su espalda, aprieto sus muslos y me pego a ella, dirigiendo mi mano derecha a su entrepierna.

-Dios… - susurra flexionando un poco sus piernas, creo que por el placer que le acaba de producir que haga eso –

Beso su espalda mientras sigo con mi mano en su entrepierna, moviéndola lentamente. Veo como sus manos se agarran al borde superior de la pared de la ducha. Sutilmente, abre más sus piernas. Joder, cada cosa que hace me hace ponerme todavía peor. Su melena mojada cae sobre sus hombros y cubre parcialmente su espalda. Aparto su pelo con la mano izquierda y comienzo a besar su hombro derecho, subiendo hacia el cuello y hacia su oreja. Lamo durante varios segundos el lóbulo, escuchando como gime. Creo que le encanta que haga eso.

-Me vuelves loco Malú… - digo con voz seca, ronca, como si no me saliera de otra manera, como si hubiera perdido mi tono normal –

Gime. Gime profundamente al escucharme. Mi mano izquierda se posa en su pecho izquierdo. Mi mano derecha comienza a moverse más rápidamente, vuelve a flexionar sus rodillas, haciendo que su trasero roce mi pelvis. Resoplo y apoyo mi cabeza en su hombro derecho. Me pone. Me pone muchísimo… Los movimientos de sus piernas y su roce hace que se me vaya casi la cabeza del todo. Me controlo mucho. Primero ella, eso lo tengo claro. Primero quiero escuchar como se corre. Por el sonido de sus gemidos, creo que está llegando. Mueve sus caderas más rápido, como diciéndome que mueva mi mano más rápido, y le hago caso. El agua nos cae por encima. Apoya su cabeza en la pared, sin parar de gemir, y luego estira su cuello hacia mi, sin soltarse de la pared. No sabía que se podía gemir tan alto, me flipa, me encanta que se ponga así. Mi mano ya se mueve a una velocidad vertiginosa. Noto como se tensa un poco, vuelve a apoyar su cabeza en la pared y vuelve a estirar el cuello hacia atrás, hacia mí, agarrándose con una mano al mío. Gime sin control hasta que noto como los gemidos se vuelven más profundos. Flexiona de nuevo sus caderas y arquea su espalda, agarrándose a la pared y a mi cuello al mismo tiempo. Creo que acaba de llegar. Sus gemidos se transforman en suspiros, su respiración se va calmando. Me mantengo a su espalda, sosteniéndola por la cintura.

-Joder… - susurra – agárrame que me fallan las piernas…

Sonrío y la agarro suavemente de la cintura, acaricio su abdomen despacio y noto como se estremece levemente. Apoya su cabeza de nuevo en la pared, noto como respira todavía algo acelerada. No puedo evitarlo. Paso mis manos por sus muslos, subo por los costados y llego a sus pechos. Los aprieto levemente y devuelvo mis manos a la cintura.

Se da la vuelta. Su mirada es tremenda. Me traspasa, no la baja, no está avergonzada. Me mira y resopla. La miro de arriba abajo. No puedo más. Me observa cuando voy a salir de la ducha. Alargo la mano hasta el lavabo. Allí está la caja, anoche la dejé allí. Doy gracias de no tener que salir de ese baño. Me pongo uno y entro de nuevo a la ducha. Me espera con una mano apoyada en la pared, en una posición que me parece extremadamente sexy. Qué locura más increíble. Me acerco a ella y no pienso en decir nada. Vuelvo a tocar sus muslos, vuelvo a subir a sus pechos. Los beso de manera lenta. Es solo la antesala de lo que se va a desatar. La agarro del trasero y vuelvo a pegarla a la pared, como al principio. Solo que, esta vez, voy a ir más allá. Con mis brazos sujetándola a peso, aunque apenas me parece que pese nada, me introduzco lentamente en ella. Me agarra del pelo y me mira sorprendida, con la boca entreabierta, hasta que deja salir un gemido de nuevo.

-Hugo joder… - exclama –

No lo susurra. Lo exclama. Como si necesitara gritar ahora mismo. Como si yo no necesitara gritar. Me contengo, pero no puedo evitar gemir cada vez que me muevo dentro de ella. Se agarra fuerte a mi cuello. No se los minutos que pasamos así. Creo que son minutos. De manera lenta, como queriendo alargarlo mucho. Cuando intento ir más deprisa, casi me resbalo, casi nos caemos al suelo de la ducha. Suelta un gritito y se ríe levemente, no la he soltado, no ha tocado ni el suelo. Menos mal que las paredes me han frenado. Río sin querer y empieza a reírse conmigo. Vuelvo a la posición en la que estábamos y nos miramos. Agarrada a mi cuello, esconde su rostro en mi hombro mientras vuelvo a moverme despacio y vuelvo a escuchar como comienza de nuevo a gemir.

-Llévame a la cama… - susurra –

Lo dice de una manera que no puedo evitar mirarla. No puede más y yo tampoco. Y la posición no me va a permitir hacerlo sin correr el riesgo de meternos una hostia contra el suelo. Se me va a ir de las manos y no quiero hacerle daño.

Le hago caso y, sin dejar que apoye sus pies en el suelo, salgo del baño. Noto el cambio de temperatura levemente. No puedo evitar apoyarla de nuevo en la pared antes de llegar a la cama. Me pone mucho hacer eso. Ahí, plantados, al lado de la cama, vuelvo a introducirme en ella. Otra vez despacio. Otra vez gime de forma pausada, profunda, agarrándose a mi cuello. Me estoy muriendo del placer solo con escucharla.

Ya no puedo más. Doy dos pasos y dejo que caiga en la cama, conmigo encima, totalmente empapados de la ducha. Creo que ni siquiera hemos cerrado el grifo. Su pelo mojado se esparce por las sabanas y me parece de lo más sexy. Abre más sus piernas hasta cruzarlas por detrás, y, ahora si, imprimo una velocidad mayor. Me incorporo un poco, para verla. Me arrodillo, descruza sus piernas, y las agarro con mis manos, elevándolas un poco y agarrándome a sus muslos. Comienzo a ir más deprisa. Veo como sus pechos se balancean con cada movimiento. Son perfectos. Me flipan. Me encanta como es su tacto y como se mueven.

Se estira en la cama y estira sus brazos hacia arriba, intentando agarrarse a algo, al cabecero o a cualquier cosa. Noto como con una de sus manos, golpea el cabecero y gime más fuerte, como con rabia. La miro y trago saliva, es muy sexual. Y me gusta. Me gusta mucho que sea así. Poco después de hacer eso, se incorpora, me empuja levemente y me hace ponerme boca arriba. Otra vez no. O, mejor dicho, otra vez si. Tortúrame así el tiempo que quieras. Eso es lo que le diría ahora mismo. Su forma de moverse sobre mí es simplemente perfecta. Mueve sus caderas despacio, con movimientos lentos pero marcados, hasta que se encorva hacia mí, apoya sus manos una a cada lado de mi cabeza, y comienza a mover las caderas arriba y abajo. Miro hacia abajo y sus pechos caen casi rozándome el torso, moviéndose al mismo ritmo que ella. No acierto ni siquiera a moverme yo. Solo me dedico a mirarlos.

Alterna momentos en los que mueve las caderas más rápido, con momentos en los que lo hace lento y mueve sus caderas en círculos sutiles. Se sienta de nuevo completamente a horcajadas, haciendo que el contacto sea total, que entre del todo. Arquea su espalda hacia atrás, apoyando sus manos en mis muslos, y se mueve de nuevo a un ritmo más rápido. No puedo sentir más placer, nunca nadie me había hecho esto así. No recuerdo haber sentido tanto deseo. No se corta, y eso me encanta. Se deja llevar. Eso a lo que tanto miedo tenía, lo está haciendo. Se mueve sobre mi pelvis con total libertad, no pienso pararla.

Tras varios minutos así… una vez más, pienso que son minutos, aunque he perdido la noción del tiempo, arquea su espalda hacia delante y esconde su rostro en mi cuello. Creo que está agotada, pero no deja de mover su pelvis contra la mía. Creo que no ha llegado, y yo no he llegado porque me he concentrado mucho en alargar esto, pero si me dejo llevar, me habría corrido muy rápido. Es increíble cómo se mueve. Acaricio su pelo y agarro sus caderas, elevando las mías, apoyando mis pies bien sobre el colchón, y empiezo a mover yo las caderas, a llevar yo el ritmo. Se incorpora levemente para mirarme y todo su pelo cae sobre mi cara, pero consigo ver la suya. Me mira como agradecida y, al mismo tiempo, con una mirada de deseo que me hace perder la cabeza. Me muevo rápido, cada vez más rápido. Noto como se agarra al cabecero de la cama, oigo como lo mueve y golpea contra la pared y, sobre todo, oigo como gime. Esa forma de gemir creo que la voy reconociendo. Tengo que acelerar y no parar.

-Hugo! – exclama – sigue! – exclama de nuevo y vuelve a mirarme, con toda su melena casi tapándome su cara –

Le hago caso, sigo, sigo todo lo rápido que puedo. Escucho como los gemidos se han transformado en gritos. En gritos muy sonoros. Joder, no puedo más. Voy a correrme. Quiero aguantar pero no se si puedo. Entonces la veo, veo arquear su espalda hacia atrás y soltar esos gemidos profundos y, justo en ese momento, a esa velocidad tan frenética, llega el mío. A la vez. En mi vida me había pasado esto. Cae rendida sobre mi y yo apoyo mis caderas en la cama, agotado. Respira de forma entrecortada, soltando algún pequeño gemido mientras mueve un poco, levemente, sus caderas todavía. Me mata de placer eso, pero no podré soportar que lo siga haciendo mucho más. Demasiado placer que haga eso justo ahora. En el momento justo, para de moverse. Mi respiración se va acompasando con la de ella. No me mira, no alza la mirada, solo la oigo respirar pegada a mi oído y noto el olor de su pelo. Ni después de haberlo mojado con lluvia y con agua de la ducha, se va ese olor. Creo que es el olor más agradable que he olido en mi vida. Es que creo que ella huele así, como su pelo. Me pongo demasiado ñoño cuando acaba esto. Mejor que todo esto lo esté pensando en lugar de decirlo.

-Dónde has estado? – pregunta riéndose – qué me estás haciendo? – dice todavía con una ligera risa –

-Dónde has estado tú – digo con voz segura – me matas… - alza su mirada por fin –

-Tengo muy poco fondo… - dice apoyando su cabeza en mi pecho –

-Y cuando tengas fondo que va a pasar? – pregunto irónico – tendré que tener aquí un desfibrilador o algo no?

-Jajajajaja – exclama – Joder Hugo… - me mira un segundo y vuelve a apoyar su cabeza en mi pecho – llevaba mucho tiempo… - noto como se corta un poco al decir eso –

Apoya de nuevo su cabeza, esta vez, escondida en mi hombro. Llevaba mucho tiempo. Supongo que se refiere a no tener relaciones. Joder, pues menos mal. Acaricio su espalda, no parece querer moverse de allí y yo no pienso moverme ni un centímetro. Nos quedamos en silencio y, de repente, escucho el sonido de la ducha. Se incorpora y me mira extrañada en un principio y luego un tanto avergonzada, con una leve sonrisa.

-Quieres ducharte conmigo? – digo de forma mimosa, quizá excesiva –

Me mira con una cara que, yo diría, es hasta de ternura, y asiente. Caminamos hacia el baño sin hablar, rozo su cintura al entrar y da un pequeño respingo. Me río y la miro a través del espejo del baño. Veo su cuerpo desnudo reflejado en él y no puedo evitar abrazarla por la espalda. Ese gesto que ya me parece característico, vuelve a aparecer. Agacha la mirada y me muero de la ternura. Dejo un beso cariñoso en su cuello y hago que entre a la ducha, que está encendida desde no sé cuánto tiempo. El agua sigue saliendo a una temperatura perfecta. Nos miramos al entrar y observo detenidamente como el agua cae por su cuerpo. Se lleva las manos a su pelo para retirarlo hacia atrás. La miro de arriba abajo, sin pudor. Me aguanta la mirada. Resoplo. Va a sonar muy bruto pero tengo que decírselo.

-Qué buena estás… - digo sin dejar de mirarla –

-Ay – se queja avergonzada - de verdad Hugo… - niega con la cabeza con media sonrisa y se da la vuelta en busca del gel. Le da una vergüenza tremenda que le diga cualquier cosa parecida –

-Hablo en serio… - la abrazo por la espalda – eres preciosa… - esta vez soy más mimoso –

-Para… - dice riendo nerviosa – quieres gel? – dice girándose un poco intentando cambiar de tema –

Asiento y deshago el abrazo. Entiendo que puedo estar agobiándola un poco. Nos duchamos mirándonos de reojo. Me echo un poco de champú y le paso en bote a ella. La observo. Su melena larga llena de espuma me encanta. Acabo de descubrirlo. Sonrío y bajo la cabeza al ver que me ha pillado mirándola de nuevo.

1 comentario:

  1. Maaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaassssssssssssssssssss porfaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa

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