martes, 12 de febrero de 2019

CAPÍTULO 14: LA GUITARRA

La comida transcurre con una extraña normalidad. Es sumamente extraño para mí, pero no se me hace raro estar comiendo con esta gente. No les conozco de nada. Bueno, miento. Les conozco de verles en la tele. De escucharles, a Malú y a su padre. En la comida, Carlota se ha sentado a mi lado. Al otro lado Pepi. Enfrente de mí, Malú. Han estado contando anécdotas graciosas y, la verdad, han hecho que me sintiera todavía más cómodo. Tras la comida, me dispongo a recoger la mesa y una mano me agarra fuerte.

-Ni hablar – la voz de Pepi me hace quedarme paralizado – pero tú te crees? – exclama indignada – un invitado quitando la mesa… - niega con la cabeza –

-Que no me importa – digo riendo –

-A mí si me importa – sentencia – quédate ahí sentado ahora mismo – señala la silla –

-Hazle caso o se enfada – escucho susurrar a Malú a mi espalda –

Le hago caso y me siento de nuevo. Pepe me indica que me siente de nuevo en el sofá y le hago caso. Vuelve a ofrecerme otro cigarrillo pero, esta vez, saco los míos y le ofrezco uno yo. Asiente con gesto agradable y lo acepta.

-Bueno, pues ya está – dice su madre apareciendo – la sobremesa de siempre no?

La miro extrañada y noto como Malú me mira sentándose enfrente, algo ruborizada.

-La sobremesa suele ser con esto – dice Pepe cogiendo una guitarra que yacía apoyada en la pared, detrás del sillón –

La observo. Color clásico. Guitarra española de toda la vida. Suspiro. Hace años que no cojo una. Desde la muerte de mi padre, la guitarra parece que ha pagado los platos rotos. Es como si estuviera enfadado con ella.

-Tú tienes sangre andaluza entonces – dice Pepe – sabes tocarla?

Se me para el corazón durante un segundo para, poco después, comenzar a latir fuerte. Niego con la cabeza, bajándola, algo avergonzado.

-En tu casa y con él? – señalo el cuadro de Paco – no, te aseguro que no toco la guitarra – me miran – sería como entrar en una iglesia y ponerme a blasfemar.

-Jajajajaja – escucho reir a Pepi ampliamente mientras los demás también lo hacen, aunque de forma menos escandalosa –

-Venga ya! – exclama Pepe – esta es especial – dice mirándola – era de mi hermano…

La miro de nuevo. Una guitarra de Paco de Lucía a escasos metros de mí. Cuánto hubiera pagado mi padre por vivir este momento? Suspiro de nuevo y bajo la cabeza otra vez, como avergonzado.

-Cógela – me ofrece Pepe y no puedo evitar moverme un poco hacia atrás en el sofá – sabes tocarla o no? – le miro y miro la guitarra. Fugazmente, miro a Malú que me mira con gesto extrañado –

-Hace… - tartamudeo un poco – hace años que no… - suspiro –

-Y qué mejor forma de volver a tocarla que con ésta? – dice su padre tan normal – no se la dejo a cualquiera eh? – dice de forma graciosa y noto como Malú sonríe – vamos, cógela aunque sea, que no muerde chiquillo.

Dudo un instante más, pero algo me hace acceder. Como un imán. Como algo que no puedo evitar hacer. Alargo mi brazo y la agarro del mástil. La coloco sobre mi rodilla, alzando un poco mi pierna derecha. Todo la madera y una sensación de nostalgia me invade. Noto como me observan.

-Venga, arráncate con algo – insiste Pepe –

Ni siquiera le miro, solo puedo mirar la guitarra. Noto como mi corazón vuelve a acelerarse. No puedo evitar colocar mi mano izquierda en el mástil, colocando un acorde cualquiera.

-Está afinada eh? – dice Pepe haciéndome sonreír – venga niño, que no te de vergüenza – me anima – te marcamos el compás si quieres…

-No se si me voy a acordar… - digo nervioso sin saber muy bien por qué acabo de decidir que voy a hacerlo –

-Esto no se olvida hombre – dice su padre – por bulerías? – pregunta su padre y asiento no muy convencido, sin mirarle, comenzando a escuchar como comienza a marcar el compás -

Cierro los ojos un momento y respiro hondo. De repente, no estoy allí. Mi mano derecha rasga las 6 cuerdas y mi mano izquierda se coloca en posición y comienzan a moverse las dos como si mi cabeza no necesitara pensar. Comienzo a tocar algo al azar, acordes sin pensar, por bulerías, mientras escucho el acompañamiento de Pepe con las palmas, de forma sutil. Cuando termino 12 compases, como si me hubiera dado un calambre, paro de tocar.

-Ole – escucho decir en voz baja a su madre a mi espalda –

-Pero niño! – exclama su padre – tanta vergüenza pa esto? – no puedo alzar la mirada, solo puedo mirar la guitarra y mis manos, que noto como tiemblan – pero si tocas estupendamente! – exclama –

Alzo la mirada por fin y lo primero que veo es a Malú mirándome con gesto algo sorprendido. Lo siguiente que veo es a Pepe sonreír levemente. Y ya no veo nada más. Cojo la guitarra por el mástil y se la devuelvo a Pepe.

-Que no te de vergüenza hombre! – dice cogiendo la guitarra – que pa llevar años te has acordado mu bien – dice con marcado acento –

Asiento fingiendo una sonrisa. Trago saliva. Me sudan las manos. Estoy taquicárdico. Decido disimular y, cogiendo mi paquete de tabaco, me levanto del sofá.

-Voy un segundo fuera que… - carraspeo – tengo que – me rasco la cabeza nervioso – tengo que hacer una llamada…

-Estás en tu casa – responde su padre volviendo a coger la guitarra –

Salgo al jardín como si me fuera la vida en ello. Me enciendo un cigarro y noto como me tiemblan las manos todavía. Qué cojones acaba de pasar? Años sin coger una guitarra, sin querer ni verla, como si tuviera la culpa de algo… y, de repente, tengo en mis manos una de Paco de Lucía y la toco. La sensación que he tenido es indescriptible. No sabría explicarla. Es lo más raro que me ha pasado. Lo que ocurre es que no me siento mal, sino casi todo lo contrario. Pero se mezclan muchas cosas en mi cabeza y necesitaba aire. Me siento en una de las sillas, de espaldas a la puerta. Todavía noto el corazón acelerado.

-Estás bien?

La voz de Malú me hace asustarme y me giro fugazmente.

-Si si – disimulo – claro – finjo media sonrisa –

-No tenías que hacer una llamada? – dice sentándose en la repisa del porche –

-Ah… - digo sabiendo que me ha pillado la mentira – no me lo han cogido… - digo de forma nada convincente –

-Te ha insistido mucho, verdad? – se refiere a su padre –

-No no – niego – no, no te preocupes… - sonrío – no es eso… - acierto a decir –

-Entonces? – se sienta enfrente de mí, en otra silla – te ha incomodado algo?

-No… - niego con la cabeza poniendo una sonrisa nerviosa – es que hacía años que no cogía una guitarra y… - carraspeo intentando deshacer el nudo de la garganta – y ha sido raro… - digo intentando cortar la conversación –

-Cuántos? – me hace mirarla y me mantiene la mirada –

-Ocho… - suspiro avergonzado – desde que… - arqueo mi espalda hacia mis rodillas para apoyar mis codos en ellas – desde que murió mi padre… - no la miro, pero soy consciente de que me está observando – me enseñó él…

-Hugo… - noto culpabilidad en su tono – siento que te haya insistido tanto… - niego con la cabeza – no sabía que… - dice algo nerviosa – sino le hubiera cortado…

-No no… - me apresuro a contestar – si… - sonrío nervioso de nuevo – si no ha sido una mala sensación… - digo contrariado – es raro… - frunzo el ceño –

-Estás temblando… - dice refiriéndose a mi mano –

-Que va… - niego torpemente y la miro, bajando la cabeza instantáneamente – es que… no sé qué tiene tu casa… - digo sin pensar –

La miro intermitentemente, a ella y al suelo. Veo como sonríe de forma diría que enternecida. Una de sus manos se posa en mi hombro derecho. Alzo la mirada de nuevo y, esta vez sí, nos aguantamos la mirada.

-Si no quieres quedarte… - frunzo el ceño – me invento cualquier cosa – sonrío irónico – puedo ser muy convincente, te lo aseguro…

-Claro que quiero quedarme… - digo sin pensar – ya te lo he dicho… - alza sus cejas – no sé qué tiene tu casa… - sonríe de nuevo enternecida – pero para nada me siento incómodo… - me mira intentando saber si estoy diciendo la verdad – en serio…

-Vale… - se queda mirándome – entonces volvemos dentro? – dice con voz dulce –

Asiento y nos levantamos a la vez de las dos sillas. No entiendo bien por qué, surge un abrazo. Me da ternura su forma de abrazar porque es más bajita que yo pero intenta llegar lo más alto posible poniéndose de puntillas. Solo lo hace un segundo, supongo que esa posición le molesta en el tobillo.

-Gracias… - susurro sin deshacer el abrazo –

-Gracias por qué? – dice sorprendida separándose y tocando de nuevo mi hombro derecho –

-No sé… - me alzo de hombros –

Nos quedamos mirándonos unos segundos hasta que noto como baja la cabeza algo avergonzada. De nuevo ese gesto. Me da la sensación de que es una persona muy tierna. Por un segundo recuerdo lo borde que fue conmigo en la playa y no puedo evitar sonreír.

Entramos de nuevo a la casa, bajo la atenta mirada de Vero, que parece haber detectado que algo pasaba. Su padre y su madre hablan no sé muy bien de qué, por lo que no prestan mucha atención a mi entrada de nuevo.

Me siento en el sofá y Vero sigue mirándome. La miro y me sonríe de manera tierna. Le devuelvo la sonrisa e intento comportarme de la forma más normal posible.

-Hasta cuando te quedas por aquí? – pregunta de repente su madre –

-Eh… - dudo sobre qué contestar – unos días más supongo… - digo no muy convincente –

-Pues podríamos llevarle esta noche al bar de los primos – dice mirando a Malú y haciéndome tragar saliva –

-Desde luego, que yo me tenga que ir y no pueda ir con vosotras… - dice su padre levantándose del sofá – siempre hacéis lo mismo eh?

-Que no es queriendo Pepe… - dice su madre poniendo los ojos en blanco – ha surgido así, el niño está solo aquí… - me río al escucharle decir “el niño” –

-Mamá… - escucho la voz de Malú – a lo mejor Hugo tiene otros planes… - dice mirándome no sé muy bien cómo –

-Tú tienes otra cosa que hacer Hugo? – me pregunta su madre directamente –

Miro a Malú que me mira todavía con gesto que no se descifrar. Miro a Vero fugazmente que me mira con media sonrisa que no entiendo. Acabo de decidir que no me apetece pasar el día solo.

-No, la verdad es que no – contesto firme –

-Ea – exclama su madre – esta noche al bar de los primos, que se van a poner de contentos… - dice con gracia –

Sonrío al ver como se marcha hacia la cocina. Malú sigue mirándome hasta que la miro directamente y dirige su mirada de forma automática hacia Vero.

-Tu padre no viene? – pregunto directamente, haciendo que le mire –

-No… - responde – es que esta noche tiene un compromiso con unos amigos… - dice casi sin mirarme –

-Bueno – la voz de su padre aparece de nuevo a mi espalda – no vas a coger de nuevo la guitarra?

Le miro y me quedo pensativo un segundo. Vuelve a ofrecérmela y no puedo evitar mirar a Malú, que mira al suelo como sabiendo que no sé qué hacer.

-Papá… - dice de repente – a lo mejor no le apetece… - la miro y me mira cariacontecida –

Hay un silencio durante unos segundos. Hasta que decido dejar atrás ese miedo. Esa sensación constante de tener que huir de las cosas que me recuerdan a mi padre. En concreto, la guitarra. Me incorporo y Pepe me da la guitarra con gusto. La agarro, esta vez con otra sensación. Como de ganas. Miro a Malú y sonrío levemente. Me devuelve la sonrisa. Supongo que se queda más tranquila sabiendo que no me encuentro mal.

-Lo que pasa es que no tengo ningún tipo de repertorio… - digo agarrando la guitarra con fuerza y pasando la mano por las cuerdas –

-Alguna de Malú estaría bien… - dice Vero incorporándose a la conversación después de haberse quedado callada durante un rato –

-Alguna de Malú… - digo pensativo – no sé quién es… - digo de forma irónica, escuchando como Carlota se ríe –

-Antes de irse tu padre – dice Pepi – podría tocar alguna contigo…

-La de todos los secretos por favor… - dice Vero –

-Hola? – dice Malú – estoy aquí eh? – dice de forma graciosa – a lo mejor, quizá… - dice gesticulando con las manos – no me apetece…

-Saboría eres… - dice su padre sentándose de nuevo – esa si que sé cómo va… - casi sin pensarlo, le doy de nuevo la guitarra a su padre – no está aquí tu hermano, que es el que se sabe todas… - Malú sonríe negando con la cabeza –

-Va tata… - dice Carlota sentándose en el suelo –

-Joder… - se queja en voz baja –

-Venga niña… - dice su padre comenzando a tocar marcando el ritmo al principio –

Veo como Malú se incorpora un poco en el sofá y comienza a marcar el ritmo con el pie, sutilmente, y algo con las manos. Su madre, a mi espalda, hace lo propio. Comienza a cantar y no puedo evitar respirar hondo. Joder. Mira que habré ido con mi hermana a conciertos suyos pero así, cara a cara… impresiona. Impresiona mucho. Me sé la canción. Me la sé de tantas veces que entre mi hermana y mi sobrina se han apropiado del reproductor de mi coche. Eso no se lo he contado. Tengo media familia que se sabe su discografía.

Sé de lo que habla la canción. Creo que habla de las raíces. De hecho, cuando la escucho, irremediablemente, me recuerda a cuando era pequeño. No sé por qué. Cuando rasga la voz no puedo evitar que los pelos se me pongan de punta. Marco la letra con mis labios en el estribillo, casi sin darme cuenta. La frase “y quién me va a negar que a veces, esta bella vida, es aterradora” es la que más se me clava. Es tan cierta. En la parte que no tiene letra, marco el ritmo con mi mano sobre mi rodilla.

La guitarra suena como si fuera un disco. Mi mirada apenas se ha apartado de Malú, como si estuviera hipnotizado, pero miro a Pepe, que toca con los ojos cerrados, moviendo sus manos como si no fuera de este mundo. Vuelvo a dirigir la mirada a Malú, que canta con los ojos cerrados el estribillo de nuevo. No puedo evitar cerrarlos y sentir un nudo en la garganta.

Al terminar la canción, hay un breve silencio. Silencio que rompo, sin querer, con un bufido. Bajo la cabeza al resoplar, como abrumadísimo, no sabría explicarlo.

-Pellizca eh? – dice su padre de forma orgullosa señalando a su hija –

Sonrío algo avergonzado, todavía con la cabeza baja.

-Ay hija es que no te puedo escuchar con esto… - dice su madre algo emocionada – por mucho que la cantes…

-Bueno ya eh? – dice Malú avergonzada –

-Tata, canta más – pide Carlota, sentada en el suelo, con voz inocente –

-Pero con él como acompañamiento… - dice Pepe levantándose del sillón y dándome la guitarra – que al final llegaré tarde.

Me quedo con la guitarra en la mano. Y ahora yo qué hago después de cómo ha tocado este hombre? Malú me mira negando con la cabeza y sonriendo levemente. Miro la guitarra de nuevo y vuelvo a pasar mi mano por las 6 cuerdas, haciendo que suenen.

-A ver si te tratan bien – dice su padre plantándose a mi lado, haciendo que me levante – y cuídamela – le miro extrañado – la guitarra – me aclara haciendo que sonría y asiento estrechándole la mano – no me quiero imaginar la cena que te van a dar… - niega con la cabeza mientras se despide del resto – 4 mujeres? – resopla – mañana tendrás un dolor de cabeza…

-Papá! – exclama Malú como recriminándole –

-Anda pequeña mía… - dice abrazándola – que llevaba sin escucharte cantar no sé ni el tiempo… - Malú baja la cabeza – seguid eh? – me señala – que en vez del pie parece que se ha lesionado la garganta…

Sonrío mirándoles. Así que Malú apenas ha cantando estos meses. Supongo que porque no habrá pasado buen momento con la lesión. Detecto de repente como si tuviera un aura de tristeza que, hasta ahora, no había notado. Sí, parece triste. O desanimada. No sabría explicarlo

1 comentario:

  1. Maaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaasssssssssss porfaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa

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