La comida transcurre con una extraña normalidad. Es
sumamente extraño para mí, pero no se me hace raro estar comiendo con esta
gente. No les conozco de nada. Bueno, miento. Les conozco de verles en la tele.
De escucharles, a Malú y a su padre. En la comida, Carlota se ha sentado a mi
lado. Al otro lado Pepi. Enfrente de mí, Malú. Han estado contando anécdotas
graciosas y, la verdad, han hecho que me sintiera todavía más cómodo. Tras la
comida, me dispongo a recoger la mesa y una mano me agarra fuerte.
-Ni hablar – la voz de Pepi me hace quedarme paralizado –
pero tú te crees? – exclama indignada – un invitado quitando la mesa… - niega
con la cabeza –
-Que no me importa – digo riendo –
-A mí si me importa – sentencia – quédate ahí sentado ahora
mismo – señala la silla –
-Hazle caso o se enfada – escucho susurrar a Malú a mi
espalda –
Le hago caso y me siento de nuevo. Pepe me indica que me
siente de nuevo en el sofá y le hago caso. Vuelve a ofrecerme otro cigarrillo
pero, esta vez, saco los míos y le ofrezco uno yo. Asiente con gesto agradable
y lo acepta.
-Bueno, pues ya está – dice su madre apareciendo – la
sobremesa de siempre no?
La miro extrañada y noto como Malú me mira sentándose enfrente,
algo ruborizada.
-La sobremesa suele ser con esto – dice Pepe cogiendo una
guitarra que yacía apoyada en la pared, detrás del sillón –
La observo. Color clásico. Guitarra española de toda la
vida. Suspiro. Hace años que no cojo una. Desde la muerte de mi padre, la
guitarra parece que ha pagado los platos rotos. Es como si estuviera enfadado
con ella.
-Tú tienes sangre andaluza entonces – dice Pepe – sabes
tocarla?
Se me para el corazón durante un segundo para, poco después,
comenzar a latir fuerte. Niego con la cabeza, bajándola, algo avergonzado.
-En tu casa y con él? – señalo el cuadro de Paco – no, te
aseguro que no toco la guitarra – me miran – sería como entrar en una iglesia y
ponerme a blasfemar.
-Jajajajaja – escucho reir a Pepi ampliamente mientras los
demás también lo hacen, aunque de forma menos escandalosa –
-Venga ya! – exclama Pepe – esta es especial – dice
mirándola – era de mi hermano…
La miro de nuevo. Una guitarra de Paco de Lucía a escasos
metros de mí. Cuánto hubiera pagado mi padre por vivir este momento? Suspiro de
nuevo y bajo la cabeza otra vez, como avergonzado.
-Cógela – me ofrece Pepe y no puedo evitar moverme un poco
hacia atrás en el sofá – sabes tocarla o no? – le miro y miro la guitarra.
Fugazmente, miro a Malú que me mira con gesto extrañado –
-Hace… - tartamudeo un poco – hace años que no… - suspiro –
-Y qué mejor forma de volver a tocarla que con ésta? – dice
su padre tan normal – no se la dejo a cualquiera eh? – dice de forma graciosa y
noto como Malú sonríe – vamos, cógela aunque sea, que no muerde chiquillo.
Dudo un instante más, pero algo me hace acceder. Como un
imán. Como algo que no puedo evitar hacer. Alargo mi brazo y la agarro del
mástil. La coloco sobre mi rodilla, alzando un poco mi pierna derecha. Todo la
madera y una sensación de nostalgia me invade. Noto como me observan.
-Venga, arráncate con algo – insiste Pepe –
Ni siquiera le miro, solo puedo mirar la guitarra. Noto como
mi corazón vuelve a acelerarse. No puedo evitar colocar mi mano izquierda en el
mástil, colocando un acorde cualquiera.
-Está afinada eh? – dice Pepe haciéndome sonreír – venga niño,
que no te de vergüenza – me anima – te marcamos el compás si quieres…
-No se si me voy a acordar… - digo nervioso sin saber muy
bien por qué acabo de decidir que voy a hacerlo –
-Esto no se olvida hombre – dice su padre – por bulerías? –
pregunta su padre y asiento no muy convencido, sin mirarle, comenzando a
escuchar como comienza a marcar el compás -
Cierro los ojos un momento y respiro hondo. De repente, no
estoy allí. Mi mano derecha rasga las 6 cuerdas y mi mano izquierda se coloca
en posición y comienzan a moverse las dos como si mi cabeza no necesitara
pensar. Comienzo a tocar algo al azar, acordes sin pensar, por bulerías,
mientras escucho el acompañamiento de Pepe con las palmas, de forma sutil.
Cuando termino 12 compases, como si me hubiera dado un calambre, paro de tocar.
-Ole – escucho decir en voz baja a su madre a mi espalda –
-Pero niño! – exclama su padre – tanta vergüenza pa esto? –
no puedo alzar la mirada, solo puedo mirar la guitarra y mis manos, que noto
como tiemblan – pero si tocas estupendamente! – exclama –
Alzo la mirada por fin y lo primero que veo es a Malú
mirándome con gesto algo sorprendido. Lo siguiente que veo es a Pepe sonreír
levemente. Y ya no veo nada más. Cojo la guitarra por el mástil y se la
devuelvo a Pepe.
-Que no te de vergüenza hombre! – dice cogiendo la guitarra
– que pa llevar años te has acordado mu bien – dice con marcado acento –
Asiento fingiendo una sonrisa. Trago saliva. Me sudan las
manos. Estoy taquicárdico. Decido disimular y, cogiendo mi paquete de tabaco,
me levanto del sofá.
-Voy un segundo fuera que… - carraspeo – tengo que – me
rasco la cabeza nervioso – tengo que hacer una llamada…
-Estás en tu casa – responde su padre volviendo a coger la
guitarra –
Salgo al jardín como si me fuera la vida en ello. Me
enciendo un cigarro y noto como me tiemblan las manos todavía. Qué cojones
acaba de pasar? Años sin coger una guitarra, sin querer ni verla, como si
tuviera la culpa de algo… y, de repente, tengo en mis manos una de Paco de
Lucía y la toco. La sensación que he tenido es indescriptible. No sabría
explicarla. Es lo más raro que me ha pasado. Lo que ocurre es que no me siento
mal, sino casi todo lo contrario. Pero se mezclan muchas cosas en mi cabeza y
necesitaba aire. Me siento en una de las sillas, de espaldas a la puerta.
Todavía noto el corazón acelerado.
-Estás bien?
La voz de Malú me hace asustarme y me giro fugazmente.
-Si si – disimulo – claro – finjo media sonrisa –
-No tenías que hacer una llamada? – dice sentándose en la
repisa del porche –
-Ah… - digo sabiendo que me ha pillado la mentira – no me lo
han cogido… - digo de forma nada convincente –
-Te ha insistido mucho, verdad? – se refiere a su padre –
-No no – niego – no, no te preocupes… - sonrío – no es eso…
- acierto a decir –
-Entonces? – se sienta enfrente de mí, en otra silla – te ha
incomodado algo?
-No… - niego con la cabeza poniendo una sonrisa nerviosa –
es que hacía años que no cogía una guitarra y… - carraspeo intentando deshacer
el nudo de la garganta – y ha sido raro… - digo intentando cortar la
conversación –
-Cuántos? – me hace mirarla y me mantiene la mirada –
-Ocho… - suspiro avergonzado – desde que… - arqueo mi
espalda hacia mis rodillas para apoyar mis codos en ellas – desde que murió mi
padre… - no la miro, pero soy consciente de que me está observando – me enseñó
él…
-Hugo… - noto culpabilidad en su tono – siento que te haya
insistido tanto… - niego con la cabeza – no sabía que… - dice algo nerviosa –
sino le hubiera cortado…
-No no… - me apresuro a contestar – si… - sonrío nervioso de
nuevo – si no ha sido una mala sensación… - digo contrariado – es raro… -
frunzo el ceño –
-Estás temblando… - dice refiriéndose a mi mano –
-Que va… - niego torpemente y la miro, bajando la cabeza
instantáneamente – es que… no sé qué tiene tu casa… - digo sin pensar –
La miro intermitentemente, a ella y al suelo. Veo como
sonríe de forma diría que enternecida. Una de sus manos se posa en mi hombro
derecho. Alzo la mirada de nuevo y, esta vez sí, nos aguantamos la mirada.
-Si no quieres quedarte… - frunzo el ceño – me invento
cualquier cosa – sonrío irónico – puedo ser muy convincente, te lo aseguro…
-Claro que quiero quedarme… - digo sin pensar – ya te lo he
dicho… - alza sus cejas – no sé qué tiene tu casa… - sonríe de nuevo
enternecida – pero para nada me siento incómodo… - me mira intentando saber si
estoy diciendo la verdad – en serio…
-Vale… - se queda mirándome – entonces volvemos dentro? –
dice con voz dulce –
Asiento y nos levantamos a la vez de las dos sillas. No
entiendo bien por qué, surge un abrazo. Me da ternura su forma de abrazar
porque es más bajita que yo pero intenta llegar lo más alto posible poniéndose
de puntillas. Solo lo hace un segundo, supongo que esa posición le molesta en
el tobillo.
-Gracias… - susurro sin deshacer el abrazo –
-Gracias por qué? – dice sorprendida separándose y tocando
de nuevo mi hombro derecho –
-No sé… - me alzo de hombros –
Nos quedamos mirándonos unos segundos hasta que noto como
baja la cabeza algo avergonzada. De nuevo ese gesto. Me da la sensación de que
es una persona muy tierna. Por un segundo recuerdo lo borde que fue conmigo en
la playa y no puedo evitar sonreír.
Entramos de nuevo a la casa, bajo la atenta mirada de Vero,
que parece haber detectado que algo pasaba. Su padre y su madre hablan no sé
muy bien de qué, por lo que no prestan mucha atención a mi entrada de nuevo.
Me siento en el sofá y Vero sigue mirándome. La miro y me
sonríe de manera tierna. Le devuelvo la sonrisa e intento comportarme de la
forma más normal posible.
-Hasta cuando te quedas por aquí? – pregunta de repente su
madre –
-Eh… - dudo sobre qué contestar – unos días más supongo… -
digo no muy convincente –
-Pues podríamos llevarle esta noche al bar de los primos –
dice mirando a Malú y haciéndome tragar saliva –
-Desde luego, que yo me tenga que ir y no pueda ir con
vosotras… - dice su padre levantándose del sofá – siempre hacéis lo mismo eh?
-Que no es queriendo Pepe… - dice su madre poniendo los ojos
en blanco – ha surgido así, el niño está solo aquí… - me río al escucharle
decir “el niño” –
-Mamá… - escucho la voz de Malú – a lo mejor Hugo tiene
otros planes… - dice mirándome no sé muy bien cómo –
-Tú tienes otra cosa que hacer Hugo? – me pregunta su madre
directamente –
Miro a Malú que me mira todavía con gesto que no se
descifrar. Miro a Vero fugazmente que me mira con media sonrisa que no
entiendo. Acabo de decidir que no me apetece pasar el día solo.
-No, la verdad es que no – contesto firme –
-Ea – exclama su madre – esta noche al bar de los primos,
que se van a poner de contentos… - dice con gracia –
Sonrío al ver como se marcha hacia la cocina. Malú sigue
mirándome hasta que la miro directamente y dirige su mirada de forma automática
hacia Vero.
-Tu padre no viene? – pregunto directamente, haciendo que le
mire –
-No… - responde – es que esta noche tiene un compromiso con
unos amigos… - dice casi sin mirarme –
-Bueno – la voz de su padre aparece de nuevo a mi espalda –
no vas a coger de nuevo la guitarra?
Le miro y me quedo pensativo un segundo. Vuelve a
ofrecérmela y no puedo evitar mirar a Malú, que mira al suelo como sabiendo que
no sé qué hacer.
-Papá… - dice de repente – a lo mejor no le apetece… - la
miro y me mira cariacontecida –
Hay un silencio durante unos segundos. Hasta que decido
dejar atrás ese miedo. Esa sensación constante de tener que huir de las cosas
que me recuerdan a mi padre. En concreto, la guitarra. Me incorporo y Pepe me
da la guitarra con gusto. La agarro, esta vez con otra sensación. Como de
ganas. Miro a Malú y sonrío levemente. Me devuelve la sonrisa. Supongo que se
queda más tranquila sabiendo que no me encuentro mal.
-Lo que pasa es que no tengo ningún tipo de repertorio… -
digo agarrando la guitarra con fuerza y pasando la mano por las cuerdas –
-Alguna de Malú estaría bien… - dice Vero incorporándose a
la conversación después de haberse quedado callada durante un rato –
-Alguna de Malú… - digo pensativo – no sé quién es… - digo
de forma irónica, escuchando como Carlota se ríe –
-Antes de irse tu padre – dice Pepi – podría tocar alguna
contigo…
-La de todos los secretos por favor… - dice Vero –
-Hola? – dice Malú – estoy aquí eh? – dice de forma graciosa
– a lo mejor, quizá… - dice gesticulando con las manos – no me apetece…
-Saboría eres… - dice su padre sentándose de nuevo – esa si
que sé cómo va… - casi sin pensarlo, le doy de nuevo la guitarra a su padre –
no está aquí tu hermano, que es el que se sabe todas… - Malú sonríe negando con
la cabeza –
-Va tata… - dice Carlota sentándose en el suelo –
-Joder… - se queja en voz baja –
-Venga niña… - dice su padre comenzando a tocar marcando el
ritmo al principio –
Veo como Malú se incorpora un poco en el sofá y comienza a
marcar el ritmo con el pie, sutilmente, y algo con las manos. Su madre, a mi
espalda, hace lo propio. Comienza a cantar y no puedo evitar respirar hondo.
Joder. Mira que habré ido con mi hermana a conciertos suyos pero así, cara a
cara… impresiona. Impresiona mucho. Me sé la canción. Me la sé de tantas veces
que entre mi hermana y mi sobrina se han apropiado del reproductor de mi coche.
Eso no se lo he contado. Tengo media familia que se sabe su discografía.
Sé de lo que habla la canción. Creo que habla de las raíces.
De hecho, cuando la escucho, irremediablemente, me recuerda a cuando era
pequeño. No sé por qué. Cuando rasga la voz no puedo evitar que los pelos se me
pongan de punta. Marco la letra con mis labios en el estribillo, casi sin darme
cuenta. La frase “y quién me va a negar que a veces, esta bella vida, es
aterradora” es la que más se me clava. Es tan cierta. En la parte que no tiene
letra, marco el ritmo con mi mano sobre mi rodilla.
La guitarra suena como si fuera un disco. Mi mirada apenas
se ha apartado de Malú, como si estuviera hipnotizado, pero miro a Pepe, que
toca con los ojos cerrados, moviendo sus manos como si no fuera de este mundo.
Vuelvo a dirigir la mirada a Malú, que canta con los ojos cerrados el
estribillo de nuevo. No puedo evitar cerrarlos y sentir un nudo en la garganta.
Al terminar la canción, hay un breve silencio. Silencio que
rompo, sin querer, con un bufido. Bajo la cabeza al resoplar, como
abrumadísimo, no sabría explicarlo.
-Pellizca eh? – dice su padre de forma orgullosa señalando a
su hija –
Sonrío algo avergonzado, todavía con la cabeza baja.
-Ay hija es que no te puedo escuchar con esto… - dice su
madre algo emocionada – por mucho que la cantes…
-Bueno ya eh? – dice Malú avergonzada –
-Tata, canta más – pide Carlota, sentada en el suelo, con
voz inocente –
-Pero con él como acompañamiento… - dice Pepe levantándose
del sillón y dándome la guitarra – que al final llegaré tarde.
Me quedo con la guitarra en la mano. Y ahora yo qué hago
después de cómo ha tocado este hombre? Malú me mira negando con la cabeza y sonriendo
levemente. Miro la guitarra de nuevo y vuelvo a pasar mi mano por las 6
cuerdas, haciendo que suenen.
-A ver si te tratan bien – dice su padre plantándose a mi
lado, haciendo que me levante – y cuídamela – le miro extrañado – la guitarra –
me aclara haciendo que sonría y asiento estrechándole la mano – no me quiero
imaginar la cena que te van a dar… - niega con la cabeza mientras se despide
del resto – 4 mujeres? – resopla – mañana tendrás un dolor de cabeza…
-Papá! – exclama Malú como recriminándole –
-Anda pequeña mía… - dice abrazándola – que llevaba sin
escucharte cantar no sé ni el tiempo… - Malú baja la cabeza – seguid eh? – me
señala – que en vez del pie parece que se ha lesionado la garganta…
Sonrío mirándoles. Así que Malú apenas ha cantando estos meses. Supongo que porque no habrá pasado buen momento con la lesión. Detecto de repente como si tuviera un aura de tristeza que, hasta ahora, no había notado. Sí, parece triste. O desanimada. No sabría explicarlo
Maaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaasssssssssss porfaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa
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