lunes, 11 de febrero de 2019

CAPÍTULO 12: CORRE


Las 7 de la mañana y ya estoy vestido con un pantalón corto y una camiseta. Mis cascos y nada más. Apenas he podido dormir. A veces me pasa, cada vez menos, pero cuando algo se me mete en la cabeza, me perturba tanto que hasta pierdo el sueño.

Se comportó conmigo como si fuera un gilipollas que la estuviera acosando. Yo, que ni siquiera la reconocí el primer día. Supongo que por la tensión. Yo, que solo me acerqué a ellas porque Carlota se empeñó. Y le pregunto por su pie y se tira al cuello. Solamente se lo pregunté por cortesía y porque sabía algo del camino largo que ha tenido estos meses.

Llego a la playa y comienzo a trotar por la orilla. Va a ser la última vez que pase por aquí. He visto por internet otra playa cerca de aquí. Ni de coña pienso volver a encontrarme con ella. Pero necesito correr, necesito soltar toda esa adrenalina y cansarme. Probablemente, después de esto, me pegue una ducha y me acueste hasta las tantas.

Voy subiendo el ritmo poco a poco. Consigo dejar la mente en blanco hasta que vienen a mí pensamientos de aquella tarde de Julio y aquella niña a la que no pude ayudar. Entonces pienso en la imagen de Carlota, prácticamente inerte sobre la arena. Acelero el ritmo. Intento correr para que todo eso salga de mi mente, para que se vaya como si fuera un fantasma que me persigue, pero no puedo. Y entonces, se cuela mi padre. El momento de esa llamada. El desvanecimiento de mi madre cuando se enteró. Necesito correr más rápido. Mucho más rápido. Corro y corro sin parar, por la orilla, mojando mis zapatillas, con ganas de gritar y con la sensación de estar ahogándome. Corro tan deprisa que a punto estoy de no poder frenar. He llegado al final de la playa y las rocas se alzan ante mí. No sé cuanto tiempo llevo corriendo a ese ritmo, pero mi corazón debe ir a 200 pulsaciones por minuto. Pongo mis manos en las rodillas, me quito los cascos y tiro el pequeño reproductor al suelo. Menos mal que no es el móvil, porque me lo hubiera cargado del golpe. Me dejo caer sentado en la arena y flexiono las rodillas hasta esconder mi cara entre ellas. Tengo ganas de llorar. Muchas ganas. Pero no quiero hacerlo. No quiero o no puedo.

Recupero el aliento poco a poco y seco levemente mis mejillas. Algunas lágrimas han caído. Demasiados recuerdos de golpe. Demasiadas sensaciones. Miro al horizonte y veo como sale el sol. Todos los días sale el sol, solía decir mi padre. Sonrío. No se equivocaba.

De repente, noto unos pasos a mi lado y como alguien se sienta. Me asusto al principio, pienso que quieren robarme, hasta que veo quien es. No sé si siento alivio o hubiera preferido que me atracaran.

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Salgo de casa de mi padre con un café en la mano. Vaso de plástico. Humeante. Qué suerte vivir a 10 metros de la playa. Cruzo la calle y camino por la arena. Veo a lo lejos a dos personas que parecen estar durmiendo. Demasiado alcohol supongo. Hace una temperatura fresca todavía, así que me abrocho la chaqueta del chándal. A lo lejos, veo alguien que parece estar haciendo footing. Qué ganas de correr a estas horas. Me siento en la arena, en un rincón. Ayer me sentí mal. Muy mal. Vero no me habló en toda la tarde. Mi madre apenas dijo nada y mi padre ni preguntó. Supongo que están acostumbrados a mis salidas de tono. Carlota me miraba rara, pero tampoco me preguntó mucho. Me acosté la primera, pero apenas he podido dormir. A las 6 de mañana tenía los ojos como platos, hasta que he decidido venirme aquí.

Lo hice mal, sin duda. Pobre chico. Vero tiene razón. Si no llega a aparecer, Carlota… Dios… sacudo mi cabeza intentando sacar ese pensamiento de ella. No se acercó a nosotras hasta que la niña no lo encontró. Parecía esconderse de nosotras. O de mí, probablemente. Probablemente sea de esa mitad de personas que piensan que soy una borde. Y con razón. Demasiado desconfiada. Miro hacia la orilla y la persona que corría antes, corre como si le persiguiera alguien. Rápido no, rapidísimo. Estoy bastante lejos como para asustarme, pero me inquieta. Al llegar a las rocas se para, apoyándose en una de ellas para no caerse. Afino mi vista y no me lo puedo creer. Es él. Allí, corriendo a las 7 de la mañana como alma que lleva el diablo. Veo como se agacha apoyando sus manos en las rodillas y se quita unos auriculares y los lanza al suelo. Siento una sensación tan extraña que me obliga a levantarme al ver como se sienta y se encoge sobre sus rodillas. No sé que estoy haciendo, pero me acerco a él.

Al sentarme a su lado, veo primero su cara de pánico, dejando paso a su gesto de desgana absoluta. Tengo que disculparme, al menos una vez, aunque no sé si es el mejor momento. Sus ojos están enrojecidos. Parece haber llorado. Quizá he vuelto a equivocarme y no tendría que estar aquí.

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-Hola…

Su tono de voz es bastante menos rudo que el de ayer. Miro al horizonte y contesto con un “hola” seco, sin mirarla. Qué cojones hace aquí? No tengo ninguna gana de volver a tener una conversación con ella.

-Madrugas tanto siempre? – pregunta diría incluso de forma dulce –

-No – respondo seco sin mirarla – hoy es que lo necesitaba… - digo mirando a la orilla –

-Siento lo de ayer… - dice de repente, haciendo que la mire –

Veo como tiene un vaso en la mano. Parece café. Un vaso de plástico. Miro fugazmente de nuevo hacia sus ojos y aparto la mirada.

-No te preocupes… - digo seco –

-Seguro que eres de esa mitad de personas que piensa que soy una borde… - dice con tono culpable –

-Hasta ayer no lo pensaba – me sale del alma la respuesta –

Sé que la he dejado cortada. Cortadísima. Cuando creo que nuestra conversación ha terminado, comienza a hablar de nuevo.

-No me extraña… - dice haciendo que la mire de nuevo, está mirando a la orilla casi sin pestañear – fui una imbécil…

-Te pregunté por tu pie porque te vi cojear cuando sacamos a Carlota – digo justificándome – y sé que no lo tenías bien… - la oigo suspirar, como intentando disculparse de nuevo – no soy ningún periodista, pero tengo redes sociales – la miro y sonríe levemente – ni soy ningún interesado… - me mira - me acerqué a vosotras porque la niña se empeñó, ya te lo dije ayer…

-Ya lo sé… - dice rápidamente – y siento que mi madre te incomodase con tanta pregunta

-La que más me incomodaste fuiste tú – vuelvo a decir casi sin querer –

-También lo sé – responde rápida – y lo siento…

La observo un instante. No se levanta, no parece querer irse.

-De quién huías? – pregunta de repente haciendo que la mire con extrañeza – casi te chocas con las rocas… - dice sin mirarme –

-Habíamos quedado que el periodista era yo no? – digo en tono irónico, no sé por qué –

Veo como sonríe levemente y baja la cabeza.

-Perdona, no tengo por qué preguntarte nada… - dice excusándose –

-No huyo de nadie… - digo de repente, mirando al frente – bueno… igual sí… - suspiro y miro al suelo – no sé… - sonrío amargamente – no has tenido nunca la sensación de que necesitas encontrar algo y no sabes lo que es?

-A diario… - responde rápida, sin mirarme – qué estás buscando tú? – me mira –

-Esto supongo… - digo señalando al mar y como el sol va saliendo de él – hoy no ha sido una buena noche y… - carraspeo – necesitaba venir a desahogarme… y pensar… - noto como me observa –

-Ya… - dice como si entendiera lo que digo –

Hay un silencio que no me resulta incómodo. Solo reflexivo. Tan reflexivo, que me da por hablar en voz alta.

-Ayudaros el otro día con Carlota… fue importante para mí… - digo sin mirarla, aún notando que ha girado su cabeza hacia mí – antes me dedicaba a otra cosa… - englobo mis piernas entre mis brazos, con las rodillas flexionadas y los pies sobre la arena, sin saber muy bien por qué le voy a contar esto – era bombero.

-Bombero? – pregunta sorprendida –

-Si… - apenas la miro – pero lo dejé hace unos meses… - sonrío de lado – no era lo mío… - la miro de reojo y parece que está intentando analizarme – lo de Carlota es una espinita que me he sacado… - sonrío – solo por eso ha valido la pena venir aquí…

-Por qué dices que no era lo tuyo? – pregunta y noto como se avergüenza al instante – perdona, no… - se justifica de forma instantánea –

-No me dejaba vivir… - digo sintiendo una sensación como de liberación – seguramente te preguntes por qué cojones un ingeniero se mete a bombero… - sonrío sin mirarla – yo también me lo pregunto ahora… - no responde, solo noto como me mira y mira a la orilla alternativamente – mi padre era bombero… - suspiro y frunzo un poco el ceño para evitar emocionarme – a mi me gustaba todo lo de la imagen… mezclarlo con sonido, con efectos… las maquinitas, que dice mi madre - digo sonriente – la música… no sé… - niego con la cabeza – decidí estudiar eso y llegué a trabajar de ello… - me mira interesada – me encargaba de organizar que todo estuviera bien en eventos de mi pueblo… en fin, que no era un pedazo de curro… pero me gustaba… - la miro y asiente – un día mi padre no volvió del trabajo cuando terminó su turno… - suspiro – cuando sonó el teléfono… lo supe… - digo con voz seria – fue en un accidente de tráfico… - miro al frente, como volviendo a aquel día – intentó sacar a unas personas de un coche y… - suspiro – el coche explotó…

Escucho un suspiro de sorpresa por su parte. Agacho la cabeza, casi apoyando la frente en mis rodillas.

-Nah… - digo revolviéndome – no sé por qué te cuento esto…

-No, oye… - me agarra el brazo – lo siento… no sé ni qué decirte…

-Ya… - suspiro intensamente – supongo que te lo estoy contando porque… - suspiro abatido y vuelvo a bajar la cabeza un segundo – eso era lo que me perseguía hace un rato… - noto como me mira atenta – total que… - digo cambiando un poco de tono – decidí meterme a bombero porque pensé que mi padre querría que fuera como él… - sonrío – yo tenía 27 años… - río levemente – hace 8 ya… no sé cómo aguanté tanto tiempo… - digo pensativo – pero con el tiempo comprendí que a mi padre no le hubiera gustado que me jugara la vida todos los días… - la miro de reojo y creo que sigue observándome – lo de Carlota… - suspiro – hace casi un año… hubo un incendio… - comienzo a relatar – fuimos al aviso y la madre gritaba desesperada que su hija seguía en la casa y… - trago saliva – y yo me metí solo… - noto como se revuelve un tanto inquieta – nunca debí hacerlo solo pero… lo hice… - suspiro -  la busqué… por todas partes… - digo con rabia – hasta que la encontré… - un nudo en la garganta aparece de repente – pero era tarde… no… - tartamudeo – no había nada que hacer… - resoplo – mis compañeros tuvieron que sacarme de la casa… me quedé paralizado… había mucho humo… - digo todavía con cierto tono de miedo en mi voz – y, desde entonces… - sonrío de lado – si no es porque acudí a un especialista y dejé el trabajo… seguiría sin dormir por las noches… - la miro y me mira un tanto emocionada – lo de Carlota ha sido… - digo todavía con el nudo en la garganta – como quitarme esa espina que llevaba…

Noto como, ahora sí, me mira más emocionada que antes y sonríe levemente.

-Dios, es que no sé qué hago contándote esto… - digo nervioso – preferiría haber sido periodista la verdad…

Escucho como ríe levemente, como con alivio… como si estuviera angustiada y, de repente, pudiera destensarse.

-No quise molestaros ayer, de verdad… - digo rápidamente –

-Hugo, en serio… - me toca el brazo con premura – no molestaste… - niega con la cabeza y baja la mirada – es que… soy… - resopla frustrada – soy una gilipollas…

Sonrío al verla así. Así que no es tan borde como me pareció ayer. Qué cojones hago contándole mi vida a esta tía? Sacudo la cabeza y vuelvo a mi posición inicial. No sé si levantarme e irme. Qué pretendes Hugo? Darle pena? Nunca me ha gustado dar pena. Mi vida ha sido la que ha sido y punto. Hoy no es un buen día y ya está…

-Me estás oyendo? – su voz aparece de repente en mis oídos –

-Perdona… - digo mirándola rápidamente –

-Decía que… - carraspea un tanto nerviosa – que como ayer mi madre te invitó a cenar y… - noto como toca uno de sus anillos nerviosa – y por mi culpa no fuiste… - alzo una de mis cejas – que te podrías venir a comer… - abro los ojos de forma sorprendida – Si tú quieres eh? – dice con algo de vergüenza -

-Eh… - la miro y me aparta la mirada – no, no te preocupes… - niego con la cabeza –

-Ni siquiera te he dado las gracias… - dice tocando la arena, sin mirarme – no solo por Carlota… - la miro extrañado - mientras sacabas a la niña, me agarraste del brazo… - pienso un segundo y lo recuerdo, aunque no sabía que la había agarrado a ella – me dolía el pie y no podía apoyarme para agarrarme a la cuerda…

Sonrío sin querer. Sigue sin mirarme. Extremadamente tímida, o al menos eso me parece.

-Bueno… - sacude su cabeza de repente y me mira con una mirada diferente, como menos tímida – te vienes a comer luego o no? – alzo mis dos cejas, sorprendido de nuevo – así por lo menos mi ahijada volverá a hablarme…

-Es tu ahijada? – pregunto mirándola –

-Si… - responde de forma tímida – Vero es su madre… - sonríe – es mi mejor amiga… casi como mi hermana…

-Pensaba que érais familia… - digo casi sin pensar – Pepi es tu madre entonces… - asiente poniendo un gesto como de disculpa –

-No me hablan desde ayer… - dice con tono de voz incluso gracioso – están acostumbradas a que sea un puto ogro… - se me escapa una breve carcajada, que corto inmediatamente al ver como me mira seria –

-Perdona… - le hago un gesto con la mano – no quería reírme es…

-Te puedes reir… - dice destensando el gesto de repente y apartando la mirada – la invitación es por puro egoismo eh? – alzo una de mis cejas – mi familia entera no me habla por haber sido borde contigo… - río levemente – ahora en serio… - vuelve a tocarme el brazo, esta vez de manera cariñosa – igual te viene bien pasar el día acompañado… - la miro y aparto la mirada al instante al recordar todo lo que he contado – no crees?

Sonrío sin querer, sin mirarla. No sé qué cojones estoy haciendo ni por qué voy a aceptar la invitación cuando me voy a morir de la vergüenza. Pero asiento y suelto un sutil “vale”.

-Perfecto… - dice dando una ligera palmada – a la 1 vale? – se levanta como un resorte pero la agarro del brazo al mismo tiempo que noto que cojea y se tambalea levemente –

-Estás bien? – pregunto mirando su pie –

-Si… - responde poniendo los ojos en blanco – tengo que acostumbrarme a levantarme despacio… - niega con la cabeza – casi 4 meses así y todavía creo que puedo salir corriendo… - sonrío – nos vemos a la 1… - sonríe y se gira para comenzar a andar -

-Oye… - vuelvo a coger suavemente su brazo – eh… - sonrío sin querer – si no me dices donde vives… no sé cómo voy a llegar a la 1…

Me mira sorprendida y se tapa la boca fugazmente negando con la cabeza. Me resulta gracioso el gesto y sonrío.

-Perdona… - dice negando con la cabeza – es aquí al lado… - me señala hacia la calle justo paralela a la playa – ves el callejón que se mete allí, al fondo? – asiento – pues la casa del fondo, tiene una verja de color verde… - asiento mirándola – no tiene pérdida… aunque… - se queda pensativa – si vienes en coche es un poco difícil aparcar…

-No… - sonrío negando con la cabeza – mi hotel es ese – señalo a la derecha – supongo que podré ir andando…

-Si… - ríe levemente – pues… - nos miramos un segundo y veo como baja la cabeza rápidamente – a la 1 entonces…

-Vale… - respondo asintiendo –

-Chao

Veo como camina, al principio cojea levemente y luego camina normal. Suspiro al ver como se aleja. Qué cojones ha pasado? Cómo es posible que haya acabado contándole mi vida a esta tía… a Malú joder…  en una playa, y me acabe de invitar a comer en su casa. Si hubiera parado en cualquier otro lugar, esto no habría pasado. No se si es destino o casualidad… pero mi padre siempre decía que las cosas pasaban por algo. Y nunca se equivocaba.

1 comentario:

  1. maaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaasssssssssssssssssssss porfaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa

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