Las 7 de la mañana y ya estoy vestido con un pantalón corto
y una camiseta. Mis cascos y nada más. Apenas he podido dormir. A veces me
pasa, cada vez menos, pero cuando algo se me mete en la cabeza, me perturba
tanto que hasta pierdo el sueño.
Se comportó conmigo como si fuera un gilipollas que la
estuviera acosando. Yo, que ni siquiera la reconocí el primer día. Supongo que
por la tensión. Yo, que solo me acerqué a ellas porque Carlota se empeñó. Y le
pregunto por su pie y se tira al cuello. Solamente se lo pregunté por cortesía
y porque sabía algo del camino largo que ha tenido estos meses.
Llego a la playa y comienzo a trotar por la orilla. Va a ser
la última vez que pase por aquí. He visto por internet otra playa cerca de
aquí. Ni de coña pienso volver a encontrarme con ella. Pero necesito correr,
necesito soltar toda esa adrenalina y cansarme. Probablemente, después de esto,
me pegue una ducha y me acueste hasta las tantas.
Voy subiendo el ritmo poco a poco. Consigo dejar la mente en
blanco hasta que vienen a mí pensamientos de aquella tarde de Julio y aquella
niña a la que no pude ayudar. Entonces pienso en la imagen de Carlota,
prácticamente inerte sobre la arena. Acelero el ritmo. Intento correr para que
todo eso salga de mi mente, para que se vaya como si fuera un fantasma que me
persigue, pero no puedo. Y entonces, se cuela mi padre. El momento de esa
llamada. El desvanecimiento de mi madre cuando se enteró. Necesito correr más
rápido. Mucho más rápido. Corro y corro sin parar, por la orilla, mojando mis
zapatillas, con ganas de gritar y con la sensación de estar ahogándome. Corro
tan deprisa que a punto estoy de no poder frenar. He llegado al final de la
playa y las rocas se alzan ante mí. No sé cuanto tiempo llevo corriendo a ese
ritmo, pero mi corazón debe ir a 200 pulsaciones por minuto. Pongo mis manos en
las rodillas, me quito los cascos y tiro el pequeño reproductor al suelo. Menos
mal que no es el móvil, porque me lo hubiera cargado del golpe. Me dejo caer
sentado en la arena y flexiono las rodillas hasta esconder mi cara entre ellas.
Tengo ganas de llorar. Muchas ganas. Pero no quiero hacerlo. No quiero o no
puedo.
Recupero el aliento poco a poco y seco levemente mis
mejillas. Algunas lágrimas han caído. Demasiados recuerdos de golpe. Demasiadas
sensaciones. Miro al horizonte y veo como sale el sol. Todos los días sale el
sol, solía decir mi padre. Sonrío. No se equivocaba.
De repente, noto unos pasos a mi lado y como alguien se
sienta. Me asusto al principio, pienso que quieren robarme, hasta que veo quien
es. No sé si siento alivio o hubiera preferido que me atracaran.
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Salgo de casa de mi padre con un café en la mano. Vaso de
plástico. Humeante. Qué suerte vivir a 10 metros de la playa. Cruzo la calle y
camino por la arena. Veo a lo lejos a dos personas que parecen estar durmiendo.
Demasiado alcohol supongo. Hace una temperatura fresca todavía, así que me
abrocho la chaqueta del chándal. A lo lejos, veo alguien que parece estar
haciendo footing. Qué ganas de correr a estas horas. Me siento en la arena, en
un rincón. Ayer me sentí mal. Muy mal. Vero no me habló en toda la tarde. Mi
madre apenas dijo nada y mi padre ni preguntó. Supongo que están acostumbrados
a mis salidas de tono. Carlota me miraba rara, pero tampoco me preguntó mucho.
Me acosté la primera, pero apenas he podido dormir. A las 6 de mañana tenía los
ojos como platos, hasta que he decidido venirme aquí.
Lo hice mal, sin duda. Pobre chico. Vero tiene razón. Si no
llega a aparecer, Carlota… Dios… sacudo mi cabeza intentando sacar ese
pensamiento de ella. No se acercó a nosotras hasta que la niña no lo encontró.
Parecía esconderse de nosotras. O de mí, probablemente. Probablemente sea de
esa mitad de personas que piensan que soy una borde. Y con razón. Demasiado
desconfiada. Miro hacia la orilla y la persona que corría antes, corre como si
le persiguiera alguien. Rápido no, rapidísimo. Estoy bastante lejos como para
asustarme, pero me inquieta. Al llegar a las rocas se para, apoyándose en una
de ellas para no caerse. Afino mi vista y no me lo puedo creer. Es él. Allí,
corriendo a las 7 de la mañana como alma que lleva el diablo. Veo como se
agacha apoyando sus manos en las rodillas y se quita unos auriculares y los
lanza al suelo. Siento una sensación tan extraña que me obliga a levantarme al
ver como se sienta y se encoge sobre sus rodillas. No sé que estoy haciendo,
pero me acerco a él.
Al sentarme a su lado, veo primero su cara de pánico,
dejando paso a su gesto de desgana absoluta. Tengo que disculparme, al menos
una vez, aunque no sé si es el mejor momento. Sus ojos están enrojecidos.
Parece haber llorado. Quizá he vuelto a equivocarme y no tendría que estar
aquí.
-Hola…
Su tono de voz es bastante menos rudo que el de ayer. Miro
al horizonte y contesto con un “hola” seco, sin mirarla. Qué cojones hace aquí?
No tengo ninguna gana de volver a tener una conversación con ella.
-Madrugas tanto siempre? – pregunta diría incluso de forma
dulce –
-No – respondo seco sin mirarla – hoy es que lo necesitaba…
- digo mirando a la orilla –
-Siento lo de ayer… - dice de repente, haciendo que la mire
–
Veo como tiene un vaso en la mano. Parece café. Un vaso de
plástico. Miro fugazmente de nuevo hacia sus ojos y aparto la mirada.
-No te preocupes… - digo seco –
-Seguro que eres de esa mitad de personas que piensa que soy
una borde… - dice con tono culpable –
-Hasta ayer no lo pensaba – me sale del alma la respuesta –
Sé que la he dejado cortada. Cortadísima. Cuando creo que
nuestra conversación ha terminado, comienza a hablar de nuevo.
-No me extraña… - dice haciendo que la mire de nuevo, está
mirando a la orilla casi sin pestañear – fui una imbécil…
-Te pregunté por tu pie porque te vi cojear cuando sacamos a
Carlota – digo justificándome – y sé que no lo tenías bien… - la oigo suspirar,
como intentando disculparse de nuevo – no soy ningún periodista, pero tengo
redes sociales – la miro y sonríe levemente – ni soy ningún interesado… - me
mira - me acerqué a vosotras porque la niña se empeñó, ya te lo dije ayer…
-Ya lo sé… - dice rápidamente – y siento que mi madre te
incomodase con tanta pregunta
-La que más me incomodaste fuiste tú – vuelvo a decir casi
sin querer –
-También lo sé – responde rápida – y lo siento…
La observo un instante. No se levanta, no parece querer
irse.
-De quién huías? – pregunta de repente haciendo que la mire
con extrañeza – casi te chocas con las rocas… - dice sin mirarme –
-Habíamos quedado que el periodista era yo no? – digo en
tono irónico, no sé por qué –
Veo como sonríe levemente y baja la cabeza.
-Perdona, no tengo por qué preguntarte nada… - dice
excusándose –
-No huyo de nadie… - digo de repente, mirando al frente –
bueno… igual sí… - suspiro y miro al suelo – no sé… - sonrío amargamente – no
has tenido nunca la sensación de que necesitas encontrar algo y no sabes lo que
es?
-A diario… - responde rápida, sin mirarme – qué estás
buscando tú? – me mira –
-Esto supongo… - digo señalando al mar y como el sol va
saliendo de él – hoy no ha sido una buena noche y… - carraspeo – necesitaba
venir a desahogarme… y pensar… - noto como me observa –
-Ya… - dice como si entendiera lo que digo –
Hay un silencio que no me resulta incómodo. Solo reflexivo.
Tan reflexivo, que me da por hablar en voz alta.
-Ayudaros el otro día con Carlota… fue importante para mí… -
digo sin mirarla, aún notando que ha girado su cabeza hacia mí – antes me
dedicaba a otra cosa… - englobo mis piernas entre mis brazos, con las rodillas
flexionadas y los pies sobre la arena, sin saber muy bien por qué le voy a
contar esto – era bombero.
-Bombero? – pregunta sorprendida –
-Si… - apenas la miro – pero lo dejé hace unos meses… -
sonrío de lado – no era lo mío… - la miro de reojo y parece que está intentando
analizarme – lo de Carlota es una espinita que me he sacado… - sonrío – solo
por eso ha valido la pena venir aquí…
-Por qué dices que no era lo tuyo? – pregunta y noto como se
avergüenza al instante – perdona, no… - se justifica de forma instantánea –
-No me dejaba vivir… - digo sintiendo una sensación como de
liberación – seguramente te preguntes por qué cojones un ingeniero se mete a
bombero… - sonrío sin mirarla – yo también me lo pregunto ahora… - no responde,
solo noto como me mira y mira a la orilla alternativamente – mi padre era
bombero… - suspiro y frunzo un poco el ceño para evitar emocionarme – a mi me
gustaba todo lo de la imagen… mezclarlo con sonido, con efectos… las
maquinitas, que dice mi madre - digo sonriente – la música… no sé… - niego con
la cabeza – decidí estudiar eso y llegué a trabajar de ello… - me mira
interesada – me encargaba de organizar que todo estuviera bien en eventos de mi
pueblo… en fin, que no era un pedazo de curro… pero me gustaba… - la miro y
asiente – un día mi padre no volvió del trabajo cuando terminó su turno… -
suspiro – cuando sonó el teléfono… lo supe… - digo con voz seria – fue en un
accidente de tráfico… - miro al frente, como volviendo a aquel día – intentó
sacar a unas personas de un coche y… - suspiro – el coche explotó…
Escucho un suspiro de sorpresa por su parte. Agacho la cabeza,
casi apoyando la frente en mis rodillas.
-Nah… - digo revolviéndome – no sé por qué te cuento esto…
-No, oye… - me agarra el brazo – lo siento… no sé ni qué
decirte…
-Ya… - suspiro intensamente – supongo que te lo estoy
contando porque… - suspiro abatido y vuelvo a bajar la cabeza un segundo – eso
era lo que me perseguía hace un rato… - noto como me mira atenta – total que… -
digo cambiando un poco de tono – decidí meterme a bombero porque pensé que mi
padre querría que fuera como él… - sonrío – yo tenía 27 años… - río levemente –
hace 8 ya… no sé cómo aguanté tanto tiempo… - digo pensativo – pero con el
tiempo comprendí que a mi padre no le hubiera gustado que me jugara la vida
todos los días… - la miro de reojo y creo que sigue observándome – lo de Carlota…
- suspiro – hace casi un año… hubo un incendio… - comienzo a relatar – fuimos
al aviso y la madre gritaba desesperada que su hija seguía en la casa y… -
trago saliva – y yo me metí solo… - noto como se revuelve un tanto inquieta –
nunca debí hacerlo solo pero… lo hice… - suspiro - la busqué… por todas partes… - digo con rabia
– hasta que la encontré… - un nudo en la garganta aparece de repente – pero era
tarde… no… - tartamudeo – no había nada que hacer… - resoplo – mis compañeros
tuvieron que sacarme de la casa… me quedé paralizado… había mucho humo… - digo
todavía con cierto tono de miedo en mi voz – y, desde entonces… - sonrío de
lado – si no es porque acudí a un especialista y dejé el trabajo… seguiría sin
dormir por las noches… - la miro y me mira un tanto emocionada – lo de Carlota
ha sido… - digo todavía con el nudo en la garganta – como quitarme esa espina
que llevaba…
Noto como, ahora sí, me mira más emocionada que antes y
sonríe levemente.
-Dios, es que no sé qué hago contándote esto… - digo
nervioso – preferiría haber sido periodista la verdad…
Escucho como ríe levemente, como con alivio… como si
estuviera angustiada y, de repente, pudiera destensarse.
-No quise molestaros ayer, de verdad… - digo rápidamente –
-Hugo, en serio… - me toca el brazo con premura – no
molestaste… - niega con la cabeza y baja la mirada – es que… soy… - resopla
frustrada – soy una gilipollas…
Sonrío al verla así. Así que no es tan borde como me pareció
ayer. Qué cojones hago contándole mi vida a esta tía? Sacudo la cabeza y vuelvo
a mi posición inicial. No sé si levantarme e irme. Qué pretendes Hugo? Darle
pena? Nunca me ha gustado dar pena. Mi vida ha sido la que ha sido y punto. Hoy
no es un buen día y ya está…
-Me estás oyendo? – su voz aparece de repente en mis oídos –
-Perdona… - digo mirándola rápidamente –
-Decía que… - carraspea un tanto nerviosa – que como ayer mi
madre te invitó a cenar y… - noto como toca uno de sus anillos nerviosa – y por
mi culpa no fuiste… - alzo una de mis cejas – que te podrías venir a comer… -
abro los ojos de forma sorprendida – Si tú quieres eh? – dice con algo de
vergüenza -
-Eh… - la miro y me aparta la mirada – no, no te preocupes…
- niego con la cabeza –
-Ni siquiera te he dado las gracias… - dice tocando la
arena, sin mirarme – no solo por Carlota… - la miro extrañado - mientras
sacabas a la niña, me agarraste del brazo… - pienso un segundo y lo recuerdo,
aunque no sabía que la había agarrado a ella – me dolía el pie y no podía
apoyarme para agarrarme a la cuerda…
Sonrío sin querer. Sigue sin mirarme. Extremadamente tímida,
o al menos eso me parece.
-Bueno… - sacude su cabeza de repente y me mira con una
mirada diferente, como menos tímida – te vienes a comer luego o no? – alzo mis
dos cejas, sorprendido de nuevo – así por lo menos mi ahijada volverá a
hablarme…
-Es tu ahijada? – pregunto mirándola –
-Si… - responde de forma tímida – Vero es su madre… - sonríe
– es mi mejor amiga… casi como mi hermana…
-Pensaba que érais familia… - digo casi sin pensar – Pepi es
tu madre entonces… - asiente poniendo un gesto como de disculpa –
-No me hablan desde ayer… - dice con tono de voz incluso
gracioso – están acostumbradas a que sea un puto ogro… - se me escapa una breve
carcajada, que corto inmediatamente al ver como me mira seria –
-Perdona… - le hago un gesto con la mano – no quería reírme
es…
-Te puedes reir… - dice destensando el gesto de repente y
apartando la mirada – la invitación es por puro egoismo eh? – alzo una de mis
cejas – mi familia entera no me habla por haber sido borde contigo… - río
levemente – ahora en serio… - vuelve a tocarme el brazo, esta vez de manera
cariñosa – igual te viene bien pasar el día acompañado… - la miro y aparto la
mirada al instante al recordar todo lo que he contado – no crees?
Sonrío sin querer, sin mirarla. No sé qué cojones estoy
haciendo ni por qué voy a aceptar la invitación cuando me voy a morir de la
vergüenza. Pero asiento y suelto un sutil “vale”.
-Perfecto… - dice dando una ligera palmada – a la 1 vale? –
se levanta como un resorte pero la agarro del brazo al mismo tiempo que noto
que cojea y se tambalea levemente –
-Estás bien? – pregunto mirando su pie –
-Si… - responde poniendo los ojos en blanco – tengo que
acostumbrarme a levantarme despacio… - niega con la cabeza – casi 4 meses así y
todavía creo que puedo salir corriendo… - sonrío – nos vemos a la 1… - sonríe y
se gira para comenzar a andar -
-Oye… - vuelvo a coger suavemente su brazo – eh… - sonrío
sin querer – si no me dices donde vives… no sé cómo voy a llegar a la 1…
Me mira sorprendida y se tapa la boca fugazmente negando con
la cabeza. Me resulta gracioso el gesto y sonrío.
-Perdona… - dice negando con la cabeza – es aquí al lado… -
me señala hacia la calle justo paralela a la playa – ves el callejón que se
mete allí, al fondo? – asiento – pues la casa del fondo, tiene una verja de
color verde… - asiento mirándola – no tiene pérdida… aunque… - se queda
pensativa – si vienes en coche es un poco difícil aparcar…
-No… - sonrío negando con la cabeza – mi hotel es ese –
señalo a la derecha – supongo que podré ir andando…
-Si… - ríe levemente – pues… - nos miramos un segundo y veo
como baja la cabeza rápidamente – a la 1 entonces…
-Vale… - respondo asintiendo –
-Chao
Veo como camina, al principio cojea levemente y luego camina
normal. Suspiro al ver como se aleja. Qué cojones ha pasado? Cómo es posible
que haya acabado contándole mi vida a esta tía… a Malú joder… en una playa, y me acabe de invitar a comer
en su casa. Si hubiera parado en cualquier otro lugar, esto no habría pasado.
No se si es destino o casualidad… pero mi padre siempre decía que las cosas
pasaban por algo. Y nunca se equivocaba.
maaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaasssssssssssssssssssss porfaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa
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