martes, 5 de marzo de 2019

CAPÍTULO 88: PENSAMOS IGUAL

Justo al gritar, lo escucho. Explota. La explosión es enorme, sonora. Llevo mis manos a mi cabeza mientras, con mi cuerpo, cubro el de ella, que se agarra a mi cuello y suelta un grito asustada. Tras unos segundos en los que escucho un leve pitido en los oídos, empiezo a escuchar los gritos y el bullicio de la gente. Nos miramos unos segundos, solo unos segundos.

-Estás bien? – pregunto tocando su cara y su cabeza, buscando alguna herida, pero asiente –

-Y tú? – pregunta temerosa y asiento sin decir nada –

-Vamos, levántate – digo levantándome y cogiéndola de nuevo en brazos –



Cuando miro hacia el camión, veo como si fuera una tormenta de fuego. Trago saliva. No alcanzo a ver nuestra furgoneta, pero creo que está siendo pasto de las llamas. Camino lentamente mientras miro hacia el fuego, pero me activo enseguida. Corro hacia donde creo que he visto a Rubén y Jose. Efectivamente, en el arcén, todavía sentados y agachados, se levantan al vernos llegar.

Jose abraza a su hermana y me mira con cara de pánico.

-Estáis bien? – pregunto mirándoles a todos, asienten sin decir nada – hay que alejarse más… - digo seguro mirando hacia las llamas que devoran coches sin parar – joder… - susurro pensando en cómo las llamas van a ir acercándose, todos los coches están prácticamente pegados unos a otros –

-Hugo! – la escucho de nuevo – dónde vas! – exclama mientras corro hacia el resto de carriles –

-Hay que alejar los coches para que no avance! – grito mirando a la gente que hay en el arcén – vamos! – grito rompiendo los cristales o abriendo las puertas de los coches para quitar los frenos de mano –

Pocos segundos después, la gente me sigue. Mujeres, hombres, da igual. Algunos no lo hacen. Lógico, el miedo paraliza, no te deja pensar hasta que lo dominas.

-Hay que empujarlos! – digo poniéndome en el capó de uno de ellos y empezando a empujar –

A mi lado, veo a Malú, cojeando, empujando uno de los coches del carril paralelo. La miro sorprendido. No me equivoqué cuando pensé que era una tía valiente. Entre ella y su hermano, apartan uno de los coches. Veo como Jose intenta que pare, pero no, va al coche al lado y, con Carlos, empuja otro de los coches, quitando el freno de mano antes, como me ha visto hacer a mí.

En pocos segundos, hemos alejado la hilera de coches unos metros. Suficiente para que, si las llamas llegan a los últimos coches, se queden ahí.

-Aléjense! – grito haciendo gestos viendo como las llamas se van expandiendo entre los coches, acercándose casi a los últimos que hemos dejado atrás – vamos! – grito y me hacen caso –

Cuando voy a acercarme de nuevo al resto, que comienzan a correr en sentido contrario, escucho un niño gritando, tendrá unos 8 años.

-Toby! – grita llorando mientras veo como una mujer, embarazada diría que de unos 6 o 7 meses, lo agarra de la mano intentando correr – Toby!!! – grita el niño llorando –

Les miro. La mujer también llora, en el carril paralelo al mío, pero corre con su hijo en dirección contraria. Miro hacia donde señala el niño y le veo. Le escucho ladrar. Siento una mano que tira de mi. Es Malú. Me mira y mira al coche donde el perro está ladrando. Resopla y mira al niño con tristeza. Nos volvemos a mirar durante unos segundos. Creo que sabe lo que voy a hacer. Me detengo y me suelto en seguida de su mano.

-Hugo! – escucho como grita a mi espalda mientras corro hacia ese coche, de los últimos que hemos dejado a su merced, pasto de las llamas – para! – la escucho gritar desesperada – No! – grita!

Llego al coche, las llamas están ya a la altura de la fila anterior. El perro ladra sin parar, arañando el cristal, intentando salir. Abro la puerta derecha trasera, se puede abrir afortunadamente. Agarro al perro, está enganchado con un cinturón para perros que había visto alguna vez. Lo suelto y le cojo en brazos. Es de tamaño mediano, creo que mestizo, tiene la correa puesta. Salgo corriendo notando como las llamas casi me queman. Casi me queman no, me están quemando la fina chaqueta de chándal que llevo, por la parte de atrás. Sin soltar al perro, me la quito rápidamente y la tiro al suelo, dándole varios golpes con los pies hasta que se apaga. Por poco. Por muy poco. Corro con el perro en brazos hasta llegar al niño que llora desconsolado, igual que la madre.

No puedo evitar el nudo en la garganta al ver como el niño se agarra al perro y el perro se agarra al niño.

-He salido corriendo… - escucho a la mujer – no podía volver… - señala su barriga, embarazada y con un niño pequeño –

-No te preocupes, ya está… - digo tocando su hombro – vamos, alejaos – les indico la dirección contraria y me hacen caso –

El niño me mira sin decir nada, con una mirada agradecida. Como la de aquella mujer a la que le devolví su gato y, a cambio, me partí el peroné. Esta vez, casi me quemo vivo. He hecho bien en dejar de ser bombero sin duda. 

1 comentario:

  1. maaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaasssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssss porfaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa

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