Llego y aparco en cuanto encuentro un sitio, cerca de la
puerta de urgencias. Bajo del coche a toda prisa, aunque estoy muerto, pero las
piernas me responden. Al entrar, desesperado, en la sala de espera, me
encuentro a mi hermana, a mi madre y a los niños. Son casi los únicos que
permanecen allí.
En cuanto los niños me ven, se ponen a llorar y salen
corriendo hacia mí. Me arrodillo en el suelo, conteniéndome mientras se me
abrazan. Alzo la cabeza y veo a mi madre llorar, todavía sentada en una de las
sillas, y a mi hermana intentando consolarla.
-Mis enanos… - digo de forma cariñosa – estáis bien? –
pregunto separándome un poco de ellos para mirarles y asienten sin decir nada –
-Quiero ver a papá… - dice Lucía – y a mamá… - comienza a
llorar de nuevo y se me agarra al cuello, partiéndome el corazón en varios
pedazos –
Paco siempre ha sido algo más contenido, pero se me abraza
también, sin decir nada. No puedo levantarme del suelo, hasta que mi hermana
agarra a Lucía para que mi madre le agarre en brazos y me levanto. Rocío me
mira durante unos segundos, su barbilla tiembla, y se abraza a mi cuello. Como
Lucía. Comienza a llorar desconsolada y me contagia. Me contagia como nunca. No,
como nunca no. Solo he llorado así cuando mi hermano me abrazó aquel día en el
tanatorio, en la calle. Cuando lo solté todo. Y ahora mi hermano no sé ni si
está consciente. Una mezcla de sentimientos enormes se me agolpan en el pecho.
Mi madre espera mi abrazo. Me mira con gesto serio mezclado
con lágrimas, hasta que la abrazo y se aferra a mi espalda.
-Dónde estabas Hugo? – pregunta desesperada –
-Mamá… - escucho a Ro a mi espalda con tono conciliador –
-Lo siento mamá… - digo llorando abrazándola – no he podido
venir antes… - digo con rabia –
-Va – Ro pone una mano en mi espalda – vámonos a casa… - me
giro hacia mi hermana extrañado – Hugo, no podemos entrar a ver a Jose… está
recién operado y ya nos han informado… hasta mañana a las 8 no podremos verle…
- miro mi reloj y son las 3 de la mañana – y con Laura se queda Toñi – su
madre, pienso –
-Pero Laura está bien? – pregunto mirándola –
-Pasará la noche en urgencias, en observación… - dice mi
hermana – y le repetirán la ecografía mañana… - miro hacia la puerta de entrada
de urgencias, quiero entrar – Hugo, no te van a dejar pasar… - acaricia mi pelo
– vámonos a casa hermano…
El camino a casa se me hace largo. Mi hermana me ha
convencido para dejar mi coche aparcado allí, no sé si soy capaz de volver a
cogerlo ahora mismo. Los niños, atrás, abrazados a mí, sin sus silletas porque
han quedado echas chatarra con el coche de mi hermano, no dejan de sollozar. Mi
madre suspira en el asiento del copiloto y mi hermana conduce concentrada.
Vuelvo a pensar en Malú sin querer. Necesito ese abrazo. Ese
abrazo que sabe cuándo dar. Ese abrazo que sé que no volverá a darme nunca.
Primero, porque yo no quiero. Segundo, porque, probablemente, ella tampoco
quiera dármelo nunca más.
Maaaaaaaaaaaaaaaassssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssss porfaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa
ResponderEliminar