-Estáis bien? – pregunto mirando alrededor y atrás,
comprobando que todos se mueven y contestan – Malú! – exclamo levantándome del
asiento y yendo hasta el principio de la furgoneta – eh… - aparto el airbag
como puedo mientras noto que, a mi espalda, Jose hace lo mismo con el suyo –
estás bien? – asiente – te has dado golpe? – miro su cabeza, que parece estar
intacta y niega –
Cuando miro al frente, una imagen terrorífica para mi se
presenta. El camión, completamente volcado, con varios coches detrás, algunos
se han golpeado pero no alcanzo a ver si hay algún coche reventado. Creo que,
inconscientemente, se habían alejado algo del camión y habían frenado antes,
como ha hecho Jose. Aún así, están al lado del camión que, por lo que veo, es
un camión cisterna de combustible.
-Joder… - digo abriendo la puerta volviendo a mi sitio y
saliendo a la carretera –
Miro para atrás y cientos de coches se agolpan, parados ya,
en la carretera. No veo ningún impacto entre ellos. Había bastante tráfico, me
fijé segundos antes de que esto ocurriera. Íbamos por el carril central, hay 3
carriles. Vuelvo a mirar hacia la parte del camión y se me hiela la sangre. Doy
varios pasos la frente y vuelvo a mirar dentro de la furgoneta.
-Estáis todos bien? – grito y observo como todos se están
desabrochando el cinturón, no parecen tener nada –
Doy otros dos pasos, como por inercia, y escucho el sonido
de la puerta de la furgoneta abrirse.
-Hugo – la voz de Malú suena a mi espalda –
-Es un camión de combustible… - digo respirando acelerado –
-Como lo sabes? – aparece Jose a mi lado –
-Por la señal que lleva – digo seguro –
Miro para atrás y todos están fuera de la furgoneta ya. Respiro
tranquilo al ver que todos están bien y hemos evitado chocarnos con nada. Mi
mirada se dirige de nuevo hacia el camión y comienzo a ver como uno de los
coches que están más cercanos, tira humo. Aprieto la mandíbula. Esto lo he
vivido.
Es un imán. No puedo evitarlo. Comienzo a caminar hacia
delante.
-Salgan de los coches! – grito mirando hacia los carriles –
todos fuera! – grito haciendo gestos en dirección contraria –
-Hugo! – escucho como Malú grita mi nombre pero no me doy la
vuelta, solo echo a correr hacia el coche que veo que parece que está
comenzando a arder –
Mientras corro, me doy la vuelta y la veo, parada sujetada
por su hermano.
-Id lejos! – grito haciendo señas en dirección contraria –
No sé qué estoy haciendo. Esto no me gustaba. Pero lo he
vivido. Lo he vivido algunas veces. De pronto, recuerdo la situación que
narraron mis compañeros. Mi padre. Un camión cisterna volcado, sacando a gente
de un coche, y todo terminó. Por un segundo, me parece verle. Me parece verle
vestido de bombero, intentando abrir uno de los coches. Por inercia, sin
pensar, corro hacia ese coche, pero la visión ya no está. Mi padre no está ahí.
Es el coche que tiraba humo negro y ahora está ardiendo por
la parte del capó. Miro al suelo instintivamente y, unos metros más atrás, veo
como el combustible está saliendo del camión. Veo también al conductor salir y
correr en dirección contraria, llevándose las manos a la cabeza.
-Eh! – grito llegando hasta el coche, a la ventanilla del
conductor –
Veo un hombre de más o menos mi edad calculo, con la cabeza
ensangrentada, intentando abrir la puerta.
-Aparta! – grito dando un codazo al cristal, justo en el
centro, haciendo que se haga añicos –
-Qué pasa? – balbucea –
Observo como lleva todavía el cinturón y se lo desabrocho.
El capó arde y el fuego casi llega a mi altura. Tengo que sacarlo, no hay más.
Miro hacia atrás y veo dos personas salir de un coche.
-Eh! – grito – ayudadme!
Se giran y me miran durante un segundo. Dudan. Es lógico
dudar. Pero corren hacia mí.
-Sujetadle! – digo mientras le saco – vamos… - digo mirando
el capó que cada vez presenta más llamas –
Le sacamos y, entre los 2, lo llevan casi a hombros. Miro
alrededor, al resto de coches, buscando gente, pero creo que han ido saliendo
porque no veo a nadie. Solo veo cada vez más combustible en la carretera. Me
aparto del coche en llamas mirando hacia todas partes, buscando más personas,
hasta que, unos metros más adelante, el hombre que acabo de sacar del coche,
comienza a gritar.
-Mi hijo! – exclama aturdido – está en el coche!
Me giro instantáneamente y veo como las llamas ya han avanzado
hacia casi la parte del conductor. Vuelvo corriendo y, efectivamente, un niño,
creo que de meses de edad, en su silleta, llora desconsolado. Cómo no lo he
visto antes. Cómo no lo he escuchado?. Me pongo muy nervioso. Intento abrir la puerta, pero no puedo,
y las llamas están avanzando. Cojo un trozo de un guardabarros de otro coche que
está en el suelo, tirado, y me subo de forma automática al maletero. Doy un
golpe seco al cristal trasero, rompiéndolo, y me meto en el coche. Las llamas
casi me alcanzan. A mí y al niño que no para de llorar. Desato el cinturón de
la silleta y le cojo en brazos. Creo que tardo segundos en salir del coche, no
mucho más, con el niño en brazos. Camino hacia atrás, como paralizado
parcialmente al escuchar el llanto del niño y ver que el coche es pasto de las
llamas.
-Todo el mundo fuera! – grito dándome la vuelta, comenzando
a correr con el niño en brazos hasta que llego a la altura del hombre, que
parece haber recuperado un poco la consciencia y ya no está aturdido – corred!
– les indico a los chicos que me han ayudado a sacar al hombre, y dejo al niño
en brazos del chico, que le abraza llorando – corred lo que podáis, no lo
dejéis aquí! – exclamo y me hacen caso –
Me doy la vuelta y veo que las llamas se extienden hacia
otros coches. De nuevo, durante un segundo, veo a mi padre, con su traje de
bombero. Dura un segundo la imagen, en un parpadeo desaparece. En esos coches
que están ya en llamas no hay nadie, lo he comprobado. Esas llamas van a
alcanzar el combustible tarde o temprano. Y, cuando eso pase, todo explotará.
Lo sé. Me doy la vuelta y comienzo a gritar hacia los coches y a dar
directrices, como si, realmente, llevara mi traje de bombero. Ese que tanta
pereza me daba ponerme.
-Todo el mundo fuera de los coches! – grito haciendo que algunos
que permanecían dentro, salgan – aléjense! – grito –
Detecto nuestra furgoneta. Cerca, muy cerca, Malú y su
hermano están sacando a una persona mayor de un coche. Un señor, imagino de la familia de la señora, la agarra y comienza a caminar rápido en dirección contraria. Sé que
hay gente todavía dentro de los coches, no tan cercanos, pero a los que
alcanzaría la explosión. La explosión también alcanzaría a nuestra furgoneta, a
la altura donde están Malú y los demás.
-Malú! – grito y se gira hacia donde estoy, dos carriles más
a la derecha – vete! – le hago gestos hacia el lado contrario mientras me mira
asustada – corred!!! – exclamo con todas mis fuerzas subiéndome al capó de uno
de los coches –
Les veo comenzar a correr y respiro. Ahora solo falta que lo
haga yo. Pero, justo cuando voy a saltar del coche, una deflagración del coche
de al lado, hace que caiga al suelo, pierdo el equilibrio. Caigo con las manos,
no me doy en la cabeza, me giro y apoyo mis codos en la calzada, arrastrando
mis pies para intentar reptar de espaldas hasta poder levantarme, mirando la
zona en la que todos los coches están en llamas. Le veo. Le veo otra vez. Un
segundo. De nuevo un segundo. Me mira y me grita que me vaya. Es su voz.
Pensaba que se me había olvidado su voz, pero es su voz. Dejo de verle pero
sigo escuchando su voz. “Vete Hugo”. No puedo respirar, me muevo torpemente en
el suelo, sin poder levantarme.
-Hugo – vuelvo a escuchar mi nombre, otra voz se entremezcla
con la de mi padre y, de repente, dejo de escucharle – Hugo! – miro hacia la
izquierda y la veo, es ella – levántate! – tira de mi brazo – vamos! – grita –
estás bien?
La miro extrañado. Como si acabara de despertarme de un
sueño. Como si no supiera donde estoy. Consigo ponerme de pie y, cuando miro
hacia las llamas, es como si volviera a activarme. Veo como el combustible de
la carretera está ardiendo, no tardará en llegar al depósito y, entonces,
explotará. La explosión no será pequeña. Agarro su mano y comienzo a correr.
-Fuera de los coches! – exclamo al pasar al lado de los
coches que están a la altura de la furgoneta – Rubén! – le veo detrás de la
furgoneta, esperándonos – estáis todos? – grito y escucho como grita que si – corred! –
digo corriendo sin soltar la mano de Malú, por la parte paralela, entre el
carril central y el derecho –
Muchas personas, al ver y escuchar como gritamos, se activan
del todo y salen de los coches. Cientos de coches agolpados en la carretera.
Nos chocamos entre nosotros y con las puertas, se forma una especie de tapón y
pierdo la mano de Malú. Miro hacia atrás y la veo en el suelo. No. No voy a
seguir corriendo. Me abro paso entre toda esa gente, en dirección contraria,
hacia las llamas, y la veo, agarro su mano y tiro de ella.
-No puedo correr – escucho que dice gritándome – el tobillo
– dice cojeando al levantarse – vete Hugo – dice intentando soltar mi mano -
Tiro de su brazo y la agarro de la cintura, cogiéndola en
brazos. Que me vaya. Sin ella. Ni de coña. Miro hacia atrás, las llamas llegan
cada vez más alto. Eso significa más fuego, más combustible, más todo. Miro a
la derecha y, a lo lejos, bastante alejados, me parece ver a Rubén con los
demás, corriendo, me parece distinguir a Jose mirando hacia donde estábamos,
buscando a Malú seguramente.
Sale tanta gente de los coches que tomo la decisión de ir
por encima de ellos, la gente me imita, pero no mucha. Salto del capó al techo,
del techo a la zona del maletero, y así sucesivamente, con Malú en brazos. No
sé cómo lo estoy haciendo, no siento fatiga, no siento nada, solo adrenalina y
miedo. Encima de uno de los coches, me detengo un segundo para mirar atrás. Las
llamas devoran el depósito. Va a ocurrir. Salto un par de coches más y, tras
saltar a la zona del maletero de uno de ellos bajo al suelo.
Lo siento venir, no lo escucho, pero lo siento.
-Al suelo! – grito haciendo que Malú se tire al suelo y me coloco encima, detrás de uno de los coches – no te muevas!
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