Cuando la puerta se cierra miro la carta que tengo en mis
manos. Se me han puesto los pelos de punta al notarle hablar a mi espalda. Abro
la carta. Está escrita a mano. Miro la habitación. Varios sobres en el suelo,
con un número y una vela al lado. Parece la escena de una ouija. Si no le
conociera, pensaría que quiere hacer un rito satánico conmigo. Sonrío sin
querer y comienzo a leer con mis manos temblando.
“Hola jefa…. No sé por dónde empezar… anoche cuando llegué
aquí, volví a parar en este hotel de forma automática. Volví a pedir una
habitación y la única que quedaba libre era esta. No te parece increíble? La
nuestra. Aquí habrá dormido mucha gente pero… es la nuestra – aprieto los
labios intentando no emocionarme -. Lo he hecho todo mal Malú… todo… te prometí
que nunca haría nada que te perjudicase ni que te hiciera daño… y lo he hecho…
No sé si puedo arreglar esto pero… 72 horas y un te echo de menos han sido suficientes
para que todo lo que tenía tan seguro el otro día, se me caiga al suelo. No lo
he tenido seguro en ningún momento. No quería irme. No quería despedirme. No
quiero cagarla más. No quiero seguir huyendo. No, no voy a matarte ni es un
rito satánico – río sin querer, emocionada – Recuerdo aquella noche viendo el
último capítulo de nuestra serie favorita, te acuerdas – sonrío todavía
emocionada – no te lo dije, pero mi capítulo favorito no es ese… mi capítulo
favorito (y el de mucha gente, supongo que lo sabrás) es “La constante”… no sé
si recordarás cuál es – asiento tapándome la boca con una mano, también es mi
favorito – entenderás por qué mi perro se llama Desmond – río sin querer otra
vez – en ese capítulo, lo más importante que entendí es que todos tenemos que
tener algo que nos ancle. Una constante. Después de irte, de pensar que no iba
a volver a verte, volvimos a encontrarnos, por casualidad… - mis lágrimas ya
caen por mis mejillas – cuántas probabilidades había de eso? – respiro hondo –
abre las cartas por orden, todas tienen un número. Dentro hay algo y hay palabras.
De esas que no se las lleva el viento. Léelas. Son 15 cartas. No es casualidad.”
Termino de leer y todavía no me puedo creer que esto esté
pasando. Es que creo que no me hace falta abrir nada. Debería salir ya a por él.
Respiro hondo y cojo la primera carta. Lleva un 1. La abro y hay una foto. Una foto
de esta playa. Le doy la vuelta y encuentro las palabras que me ha dicho que habría.
1: “Lo mejor que hice fue terminar aquí. El lugar donde todo
volvió a su sitio. En parte, gracias a ti”
Apago la vela casi de forma automática. Qué es esto? Qué
estoy haciendo? Tengo muchas ganas de llorar, pero necesito saber qué pone en
la segunda carta. La abro a toda prisa y una foto, casi pixelada, en la que
aparecemos él y yo, mirándonos. Está recortada. Es del día de lo que pasó con
Carlota. Le doy la vuelta rápidamente y hay otro texto.
2: “Me he vuelto loco buscando el maldito vídeo. No me hace
ninguna gracia verlo pero… probablemente, esta fue la primera vez que nos
miramos. En el peor momento, en la peor situación. Qué probabilidades había de
conocernos en un momento como ese?”
De nuevo las probabilidades. Sigo con el ritual. Apago la
vela y cojo el número 3. Una imagen de dos personas, de espaldas, sentadas, a la orilla
del mar. Frunzo el ceño, no lo entiendo, y giro la foto.
3: “No, no somos nosotros. Pero podríamos serlo. Como
aquella mañana en la que huía de todo y acabaste por anclarme e invitarme a tu
casa. Y sí, el día anterior fuiste muy borde, pero no encuentro foto para ese
momento”
Río sin querer mientras miro la foto. La mañana en la que le
vi correr. Dice que le anclé. Necesito ver la 4. Necesito verla ya. Abro el
sobre a toda prisa. Es una foto en la que salimos los dos, él con la guitarra y
yo cantando, en aquella primera tarde en casa de mi padre, cuando terminó
yéndose por tantas emociones. No sabía de la existencia de esta foto.
4: “Tu amiga Vero es la auténtica paparazzi que buscabas –
río sin poder evitarlo – la hizo ella. Cerré muchas heridas ese día. Y descubrí
que dabas abrazos que curaban”
Me llevo una mano a la boca, completamente emocionada. No
ceso en seguir, necesito verlo todo. Necesito leerlo todo. Cojo el sobre 5. Una
foto en el bar de los primos de mi padre. Un selfie que hizo Vero. Mi madre,
Vero, la niña, él y yo. Le doy la vuelta a la foto.
5: “Esa noche terminó con un casi beso y conmigo aquí, en
esta habitación, pensando que la había cagado del todo con una mujer
maravillosa”
Tengo muchas ganas de llorar. Recuerdo cuando estuvimos a
punto de besarnos y como, presa del pánico, entre a casa viéndole tropezar con
todo. Sonrío negando con la cabeza. Una mujer maravillosa dice. Cojo el sobre
número 6 después de apagar todas las velas que me he ido dejando. Cuando lo
abro, una foto de dos personas caminando por la orilla. Solo se ven sus
siluetas.
6: “No, volvemos a no ser nosotros. O si. Aquel paseo y
aquella conversación en la que conseguí que cenaras conmigo. Te hiciste la dura
y me acojonaste… pero dijiste que si”
Sonrío. Me hice la dura. Lo que pasó fue que estaba cagada.
Muy cagada. Pero me fie de él. Cojo el sobre 7 y la foto que aparece es la
puerta del japonés al que le llevé.
7: “Es cutre, muy cutre. Pero no nos hicimos ninguna foto
aquel día – río sin querer – aquí fue donde casi me matas con el wasabi – río
casi a carcajadas – y donde no podía parar de mirarte – trago saliva – después
llegó la lluvia y la última copa aquí”
Cojo el sobre 8 desesperada. Al abrirlo, la foto de dos
labios uniéndose me hace respirar acelerada.
8: “Pensé que te ibas y lo que hiciste fue poner el cartel
de no molestar. Siempre acojonándome – río sin querer – el primer beso… la
primera vez… el principio de todo”
Suspiro al acordarme del miedo que tuve esa noche y de cómo
terminó. Apago la vela y cojo el sobre 9. Dentro, una foto de alguien con
chándal, de espaldas. Sé lo que va a poner detrás, no puedo evitar reírme.
9: “Mi rapera favorita yendo de incógnito. No, no eres tú.
Pero casi”
Sonrío enternecida. Se acuerda de todo. Absolutamente de
todo. Cojo el número 10. Empiezo a pensar en el tiempo que tiene que llevar
fuera, pero necesito terminar. Dentro, una foto en la terraza de mi casa, en la
barbacoa, tocando la guitarra y cantando con él esa canción. Tampoco sabía que
existía esta foto.
10: “Tu amiga Vero de nuevo, pillándonos in fraganti. Esa
canción. No he podido volver a escucharla, me recuerda demasiado a ti”
Se me pone un nudo en la garganta. Yo tampoco he podido
volver a escucharla. Sonrío al ver la foto. Vero nos hizo un reportaje esos
días y nunca me pasó las fotos. Cojo el sobre 11 y lo abro con cierta
desesperación. Esta vez si que somos los dos sentados en la orilla, con mi
cabeza recostada en su hombro. El día que me hice daño en el tobillo y le hablé
fatal.
11: “Estás segura que Vero no es paparazzi? – río con una
leve carcajada – qué carácter tienes… y cuánto me gusta”
Sonrío avergonzada. Recuerdo cómo le hablé. Niego con la
cabeza y cojo el sobre número 12. Se están acabando. Casi estoy al lado de la
terraza. Cuando abro el sobre, veo el selfie que nos hicimos en la calita, el
día del aniversario de la muerte de su padre. Se me encoge el alma al pensarlo.
12: “Conseguiste lo que no consiguió nadie en 8 años. Que
sonriera en un día como ese. Esa eres tú”
Tengo que parar y cerrar los ojos un segundo. No sé si puedo
seguir. Tengo unas ganas inmensas de llorar. Me las aguanto y cojo el sobre
número 13. La foto que subió a Instagram el día en que me defendió. De
espaldas, agarrándome con su brazo por los hombros, mientras caminamos.
13: “Y, de repente, nos volvemos a encontrar. Y sigues
siendo tú. Y sigues dando abrazos que curan. Y tu pelo sigue oliendo igual de
bien”
No puedo. Lloro. Me dijo que no era la persona que había
conocido. Me dijo después que todo lo que me había dicho no lo pensaba… y era
verdad. Pensaba que era la misma persona. Lo seguía pensando. Cojo el 14 con
los ojos empañados. Cuando veo la foto no puedo evitar llorar. Salgo yo, con un
brazo arriba, en el palacio, el primer día, el primer concierto. Y la foto está
hecha desde su sitio.
14: “Así te vi ese día. No sé si sentía orgullo o
admiración… o todo junto. Bueno, sentía muchas más cosas. Te hice la foto yo. Y
no sabes cuántas veces la he mirado”
Orgullo y admiración. Y más cosas. No puedo parar de llorar.
Solo queda un sobre y no sé qué foto tendrá, pero necesito saberlo y salir
corriendo a buscarle. El sobre parece que tiene más de una foto. Cuando lo
abro, veo los selfies que nos hicimos esa última mañana. Uno mirando los dos a
cámara. Otro con él dándome un beso en la mejilla. Otro sacando los dos la
lengua. Río y lloro a la vez. No las había visto. Están por orden, las giro
según están marcadas.
15.1: “La felicidad no existe, pero hay momentos tan
felices, que te hacen creer que si. Esta foto es uno de esos momentos. No me
dio tiempo a pasártela… pero, como tú dices en tu canción, siéndote sincero, no
he podido siquiera borrar las fotos”
Lloro a lágrima viva. Cojo la segunda foto, la que me está
dando un beso en la mejilla.
15.2: “Esta foto es otro de esos momentos de felicidad.
Darte un beso, en la mejilla, con eso hasta sería suficiente (bueno, sabes que
no)”
Río por el último apunte. No puedo más, no puedo parar de
llorar. La última foto en la que salimos haciendo el tonto, tiene un texto algo
más largo por detrás.
15.3: “Nos parecemos. Quizá por eso nos dé tanto miedo todo.
Sé que te da miedo y lo entiendo. Sé que puede salir mal. Pero puede salir
bien. Puede ser siempre como esta foto. Puede ser fácil. No lo sé, y tú tampoco
lo sabes. No sé lo que puede pasar, pero sí sé lo que quiero que pase. Quiero
esto. Te quiero a ti – apenas puedo seguir leyendo, no paran de brotar lágrimas
de mis ojos – estas son las únicas fotos nuestras que me importan Malú. Las
demás me dan igual – sé que se refiere a las fotos que salieron en la revista y
que hicieron que el miedo me hiciera irme – recuerdas mi capítulo favorito? –
suspiro – pues eso… eres mi constante.”
Arrodillada en el suelo, comienzo a llorar sin consuelo.
Cómo he podido hacerle tanto daño a una persona como él? Cómo, a pesar de todo,
puede pensar todas estas cosas de mí? Debería odiarme… y no lo hace. Me quiere.
Busco donde lo ha escrito para volver a leerlo. “Te quiero a ti”. Me tapo la
cara, con las lágrimas cayéndome por las mejillas. Me levanto del suelo, casi
arrastrando los pies, de repente siento cansancio. Demasiado intenso. Pienso en esa frase. Puede ser fácil. No tiene que ser tan difícil. Agarro el
pomo de la puerta, todavía con el sobre número 15 en la mano. No he podido
soltarlo. Al abrir la puerta le encuentro sentado, apoyado en la pared de
enfrente. Se levanta como un resorte al verme, sin dejar de mirarme. Sigo
sollozando mientras noto como se acerca a mí. Le agarro la mano. No pienso irme.
No podría.
Maaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaasssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssss porfaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa
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