Casi me quedo dormida, menos mal que a la sombra. A pesar de
estar a mediados de septiembre, el tiempo todavía es muy bueno. Me siento en la
toalla y me pongo la camiseta y el pantalón corto. Me voy a casa, no me apetece
bañarme. Mi móvil vibra. Estoy harta del móvil, un día lo tiraré al mar o por
la ventana. El cuerpo me tiembla cuando veo su nombre. Un mensaje. Tiemblo.
Tiemblo y no puedo ni abrirlo hasta después de unos segundos.
“Yo también”
Lo leo varias veces. Yo también. También me echa de menos.
Tengo ganas de llorar. Solo va a decirme esto? Pienso en qué puedo escribirle…
me tiemblan los dedos… hasta que escribo. No sé cómo me atrevo a escribir esto. No he sabido hacerlo nunca, pero lo necesito.
“Sé que no querrás… pero necesito volver a verte”
Las ganas de llorar aumentan cuando me quedo con el móvil en
la mano y veo que deja de estar en línea. Eres imbécil Malú. A pesar de saber
que la otra chica ha desaparecido de su vida… a pesar de lo que Cato me contó…
Lo veo todo negro hasta que le veo otra vez en línea. Escribiendo. Tiemblo. Es
como si tuviera frío ahora mismo.
“72 horas y ya no puedo”. Leo el mensaje un tanto intrigada.
Qué quiere decir esto?
“Mismo hotel. Misma habitación. Estaré esperándote si
quieres volver al principio”
Abro los ojos de par en par y miro automáticamente hacia la
terraza de su hotel. No veo a nadie. El corazón me va a mil. Está aquí? No. No
puede ser. No me lo podría creer.
“Estás aquí?” pregunto levantándome de la arena y cojo la
toalla.
“Estoy en el principio. Ven si quieres. Me gustaría que
vieras algo”
No puede ser. No sé si estoy asustada o ilusionada o qué
cojones me pasa, pero me levanto corriendo de la arena y camino hacia mi casa.
Tengo que ducharme, arreglarme. Tengo que ir. A su habitación. Misma habitación
dice. La 512. La recuerdo. Imposible olvidarla.
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La observo, casi escondido, salir corriendo de la playa. No
me contesta. No entiendo la reacción. Quizá se ha asustado. La he cagado del
todo. Es lo más probable. Me han quedado los mensajes como si fuera un
verdadero psicópata.
Me siento en la cama, observando la que he montado y que,
probablemente, tenga que tragarme. No va a venir. Va a irse. Ahí estaba yo,
mirándola como si fuera un niño pequeño cometiendo una travesura. Las tonterías
que se hacen cuando uno siente estas cosas. Igual que la que he montado en la
habitación. Cada vez que lo miro todo, me da una sensación de vergüenza ajena
increíble. Es demasiado. Bastaría con decirle lo que siento y ya está. Pero
tengo que hacer esta mierda para qué? Pues porque, si algo se me mete en la
cabeza, lo tengo que hacer.
Sigo sentado en la cama, con el móvil en la mano. No ha
vuelto a conectarse. Se ha ido. Seguro que se ha ido. Soy gilipollas, tendría
que haber bajado a la playa, decirle lo que siento, y traerla aquí. Este
jueguecito no ha debido gustarle. Además, he esperado un día entero en contestarle.
Debe estar muy enfadada. Muy cabreada.
Me tumbo en la cama, mirando la hora. Hace más de una hora
que le escribí y ví como salía corriendo de la playa. Me llevo los brazos a la
cabeza, tapando mis ojos. Tengo ganas de llorar. La he cagado definitivamente.
Tenía que haberle contestado ayer, haber ido a buscarla a casa de Vero… y ya
está. Pero he hecho esta mierda. Un día entero esperando una respuesta. Debe de
pensar que soy un hijo de puta por tratarla así. Ni siquiera sé si sabe que lo
de Bea terminó, aunque con el espectáculo que formé con las vallas, imagino que
alguien se lo contaría.
Cuando estoy a punto de recogerlo todo, escucho dos golpes
en la puerta. Me paralizo, sentado en la cama. Casi se me cae el móvil al
suelo. Mi corazón se acelera. No se si es ella. Y si es ella y ve todo y se va?
Joder, abre de una puta vez Hugo, o se va a ir de verdad.
Abro temeroso. Alza su mirada. Lleva una chaqueta con
capucha que tapa su cara. Claro, ha tenido que entrar por la puerta principal.
Se ha acordado de la habitación. Sonreímos un segundo y miramos los dos al
suelo, automáticamente. Estoy paralizado, no puedo ni moverme durante unos
segundos. Me hago a un lado y cojo aire. Lo que está en mi cabeza, es lo que
tengo que hacer.
-Qué… - me mira extrañada al ver la que tengo montada en la
habitación – qué es esto Hugo?
Suspiro y me pongo a su espalda, sacando la carta de mi
bolsillo. Me encorvo un poco, su pelo huele como siempre. Le doy la carta, a su
espalda, se gira levemente, sin entender nada.
-Léela – digo cerca de su oído – y haz lo que dice… - noto
como se estremece, igual que yo – si cuando termines, quieres irte… - suspiro –
pero si quieres que volvamos a empezar… - noto como respira acelerada – estaré
fuera vale? – digo caminando de espaldas a la puerta – apaga las velas – digo
abriendo la puerta – acuérdate que ya no soy bombero…
Me mira medio girada y sonríe levemente, devolviendo su mirada
a la habitación. Lógico. Parece una escena propia de una ouija. Cierro la
puerta y me apoyo en la pared de fuera. Me siento en el suelo. Estoy más
nervioso que en el primer concierto. Más nervioso que nunca. No sé si esto va a
solucionarlo todo. No sé si va a ser demasiado. No sé si va a asustarse. No sé
nada.
Maaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaassssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssss porfaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa
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