Me ahogo en Madrid. Me ahogo a pesar de ver como mi hermano
recibe el alta y todo se normaliza con mis sobrinos. Me ahogo a pesar de ver
como mi hermana y mi madre ya están más tranquilas. Me ahogo, y solo han pasado
dos días. Cuántas veces he mirado su whatsapp y he intentado escribirle. Cuántas veces he estado a punto de llamarla. Cuántas veces he revisado sus
redes sociales. Solo una publicación además de la de rigor tras el Palau. Una foto
de sus pies metidos en el mar. Un pie de foto corto, escueto… y que me
traspasa. “Oye…”. No sé si va por mi. No sé si la foto es de ahora y está en la
playa. Quizá esté en Algeciras. Por un momento, pienso en ir, buscarla, acabar
con esta mierda e intentarlo. Pero lo descarto.
Mi madre sabe que me pasa algo. No le he dicho que he dejado
el trabajo porque iba a sacar la conclusión de que algo había pasado con Malú y
todavía iba a odiarla más. Pero sabe que me pasa algo, sobre todo porque
siempre que me pasa algo, desaparezco unos días.
Conduzco hasta llegar a la playa. Valencia es un buen lugar.
No he estado. Necesito un hotel al lado de la playa, oír las olas, oír el mar.
Y lo encuentro. Demasiado cansado para no tirarme en la cama en cuanto llego.
Es casi de noche. No puedo aguantarme. Comienzo a llorar. No he podido llorar a
gusto durante estos días. He estado conteniéndome. Así me duermo. Llorando.
Al abrir mis ojos, escucho las olas de fondo. Me levanto
despacio, adormilado, y me acerco a la ventana. Si. Se ve el mar perfectamente.
Me recuerda tanto esto a Algeciras que no puedo evitar la nostalgia, la rabia
contenida y la tristeza. Necesito bajar y meterme en el agua. Necesito la
arena. Mitad de Septiembre, no es temporada alta, pero hace un tiempo
fantástico todavía. No espero mucho. Dejo mi toalla en la arena y voy directo
al agua. Me meto entero y buceo. Necesito no escuchar nada más que el mar.
Salgo a coger aire y vuelvo a hacerlo. Así me tiro unos cuantos minutos hasta
que me encuentro algo mejor. Quiero salir del agua y secarme un poco al sol. No
sé cuántos días voy a estar aquí, pero poco me importa.
Al salir del agua, me tumbo en la toalla y me pongo las
gafas de sol. Me tumbo boca abajo, de lado, mirando a la derecha. Me incorporo
asustado. A lo lejos, una melena rubia de una niña me es familiar. No. No puede
ser. Veo a Vero. Y la veo. La veo a ella. Veo como se sienta en la orilla y
Vero le dice algo a Carlota para que la deje. Me quedo mirándola, desde lejos.
De todos los lugares donde hay mar, he ido a parar a donde está ella. De
repente recuerdo que Vero tenía la casa en la playa, aquí. No, no puedo estar
aquí. No puedo verla. El pánico me posee. Me levanto como un resorte, cojo mi
toalla, miro por última vez y creo ver como Vero alza su cabeza, mirando en mi
dirección, pero me giro y camino de forma rápida.
Tengo que irme de aquí. Es lo primero que pienso al entrar
en la habitación. Lo primero que pienso, pero, lo primero que hago, es echarme
a llorar. Ha sido verla de lejos y confirmar que esto no va a ser algo pasajero.
Que la quiero. Que la echo de menos. Que tenía que haberla besado el otro día y
habérmela jugado. Soy un cobarde. Y un imbécil.
Mi móvil suena, es un mensaje. Vero. No. Me ha visto. Lo
abro temeroso.
“Eras tú verdad?”
Me tiemblan las manos. No sé cómo contestarle, ni siquiera
si hacerlo o no. Decido no contestarle, decido no decirle nada. Tengo que irme
de aquí, cuanto antes, no puedo coincidir con ellas. Tras unos minutos en los
que pienso en si hacer la maleta o no, en si irme a casa o irme a otro lugar…
vuelve a vibrarme el móvil. Lo cojo pensando que, de nuevo es Vero, pero no. La
sangre se me hiela durante un segundo. Es ella. Abro el mensaje. Conciso,
directo.
“Te echo de menos”
Se me hace un nudo en la garganta. No sé si me ha visto
igual que Vero o si Vero se lo ha dicho. Quizá no. Ha dado el paso ella. Yo he
salido corriendo, huyendo… y ella ha dado el paso.
Sé lo que debe haberle costado hacer esto. La conozco. Habrá
hecho esto pocas veces seguramente. Significa mucho. Esto significa mucho. Me
hace plantearme tantas cosas… pensar en el error que cometí el otro día,
yéndome así, diciéndole todo lo que le dije…
Me echa de menos. Y yo a ella. Se me ha acelerado el corazón
cuando la he visto a lo lejos, no me quiero imaginar si estuviera cerca de
ella. Me saldría el corazón por la boca seguramente. Vuelve a vibrarme el
móvil. Esta vez es Vero.
“No le he dicho que te he visto, pero sé que eras tú…” trago
saliva y no contesto, pero sigue escribiendo “sé que no debería hacer esto
pero… nunca la he visto llorar así”
Suspiro. No sé qué decir. Está hecha una mierda y yo
también. Qué sentido tiene esto? Qué sentido tiene sufrir así? Sí, nos podemos
hacer mucho daño… pero y si no? Y si retomamos lo que teníamos y funciona?
No lo pensé bien… demasiada tensión esa semana… demasiado
enfado por lo que me dijo el día del accidente del mi hermano, demasiado
rencor… Todo eso se ha ido y solo me queda que… le echo de menos. Quiero verla.
No he sido ni capaz de buscar a nadie en plan en serio para sustituirme. Es
como si, inconscientemente, supiera que no puedo buscar a nadie porque quiero
estar yo. De nuevo otro whatsapp, de Vero.
“Imagino que tú no estarás mejor pero… piénsatelo Hugo… sé
que te ha escrito, me lo acaba de decir…”
Decido responderle.
“Yo he salido corriendo y ella me ha escrito… - escribo
reflexionando – lo sé… sé que soy un cobarde Vero”
Me responde al instante.
“Negaré habértelo contado pero… se va a Algeciras esta
tarde… - mis pulsaciones suben – vuelve al principio Hugo… - suspiro – o piénsalo
bien al menos”
Vuelve al principio. Joder. Volver allí, sabiendo que ella
va. No le respondo más. No sé si contestarle a Malú. No, no puedo contestarle.
Si le contesto, la voy a cagar, por lo menos es mi sensación.
Intento distraerme, tumbándome boca arriba en la cama y acabo mirando fotos. Me encuentro con esas fotos. Las de esa mañana. Esas que no pude pasarle. Me giro y me pongo boca abajo y comienzo a llorar sin querer. No había vuelto a verlas. Me ha dado un vuelco el corazón. No pude mandárselas, esa noche terminó todo. Pero no he podido borrarlas. No he sido capaz. Me incorporo y me siento, soltando el móvil sobre la cama y apoyando mi cara en mis manos, intentando pensar. Volver al principio o huir. No tengo ni idea de qué hacer.
Maaaaaaaaaaaaaaaassssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssss porfaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa
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