Abro los ojos lentamente y unos gritos se escuchan de fondo.
Abro los ojos del todo, son gritos de mi sobrina. Y llantos de mi sobrino. Me
levanto como un resorte de la cama y corro hacia su habitación. Paco está
sentado en la cama, llorando, y Lucía está dormida, en medio de una pesadilla,
moviéndose sin parar. Han pasado 3 días y siguen así, con pesadillas contínuas.
Mi madre aparece en la puerta, la miro un instante y me arrodillo en la cama de
Lucía.
-Cielo… - digo acariciando su pelo – Lucía, mi vida… - digo
tocando su hombro –
Se despierta, abre los ojos de par en par y se incorpora
pegando un grito. Me impresiona todavía ver a una niña de 6 años así.
-Ya está cariño… - acaricio su cara – ven aquí… - la abrazo
– era una pesadilla cielo…
-Tito… - se abraza a mí fuerte, llorando – no contestaba… -
dice llorando, supongo que narrando lo que soñaba –
Miro a Paco, mi madre ya está con él. Ro ha tenido que irse
a casa esta noche, así que estamos los dos, aquí, con los niños. Laura se ha
empeñado en quedarse con Jose en el hospital esta noche, a pesar de estar
convaleciente, aunque las pruebas del día siguiente salieron bien y,
simplemente, tiene un latigazo cervical. Nos hemos empeñado en que no se
quedase… pero quería hacerlo.
Jose subió a planta después de confirmar que su TAC cerebral
estaba normal. Su pierna no tanto. La fractura fue abierta, por lo que precisó
cirugía importante y la recuperación va a ser muy lenta. Suspiro mientras
abrazo a Lucía, que sigue aferrándose a mí. Intento tranquilizarla, hasta que
lo consigo y consigo que vuelva a tumbarse en la cama. Acaricio su cara, sin
decir nada.
Bea me cogió el teléfono al día siguiente. Cuando le conté
lo que había ocurrido, su reacción fue algo extraña. Parecía apenada de verdad,
pero no hizo ninguna propuesta para verme, ni para ayudarme… parecía incluso
que evitaba que le preguntase dónde estaba. Solo me dijo que trabajando. Que la
llamase siempre que quisiera, la única empatía que demostró realmente. Y, lo
peor de todo, es que tampoco me importó mucho. Sé que tiene fecha de caducidad
muy cercana, incluso sé que ya ha llegado esa fecha. Sacudo mi cabeza. Me
siento tan solo en esto.
Malú no ha vuelto a escribirme. Ni siquiera contestó a ese
mensaje. Me costó horrores darle a enviar. Fui cruel. Muy cruel. Pero
necesitaba serlo, por alguna razón. Tenía tanta rabia por lo que había pasado,
que decidí pagarlo con ella. Me arrepiento, o eso creo. Lo que sí tengo claro
es que… mi tiempo trabajando con ella se está acabando. No voy a poder soportar
trabajar con ella sabiendo lo que sé.
Qué es lo que sé? Sé que ese mensaje me costó horrores
mandarlo porque Malú… es la persona que quiero. Por eso me jodió tanto… Y nunca
nada me saldrá bien con nadie si sigo viéndola, si sigo en contacto con ella.
Necesito poner distancia y necesito centrarme en mi familia. Es lo que me hace
falta ahora. La quiero. Y odio quererla. Pero la quiero. Sé que esos mensajes
que me mandó, me los mandó de verdad. Sé que, si se lo hubiera pedido, hubiera
aparecido en casa a darme ese abrazo que tanto necesito. Lo sé. Pero es todo
demasiado complicado, y, sobre todo, ella dejó zanjada nuestra historia. No se
puede zanjar algo y luego retomarlo como si nada. No, no se puede. Va a
volverme loco y me va a hacer daño, como hasta ahora. Estoy harto de que me
hagan daño.
Cato sabe de esto. No sabe cuál es la razón real, pero sabe
que tengo intención de abandonar el equipo. Y supongo que, a través de él,
todos lo sabrán. Todos, absolutamente todos me han mandado mensajes, incluso me
han llamado. Incluso ella, hasta que le contesté así. Tengo que salir de ahí,
tengo que encontrar alguien, puedo buscar a alguien que haga mi trabajo,
conozco gente. No quiero dejarles tirados. Este fin de semana es otro concierto
importante. El Palau. Después de este, dos semanas de parón, el tiempo
suficiente para encontrar a alguien. No puedo dejarles tirados, pero no sé cómo
hacer para que mi madre se quede liberada durante unos días de esta pesadilla.
No me la imagino sola este fin de semana, en esta situación. Los niños lloran
constantemente, están en un bucle, y no sé sacarlos de él.
Rubén y Cato han sido mis “confidentes” durante esta semana.
Y Rubén me ha dado la clave. Si es la última vez que voy a estar con ellos, si
es la última vez que estoy en algo así, puedo aprovecharlo y llevarme a los
críos lejos de aquí. A Barcelona. A que vean algo distinto. A que Lucía conozca
a Malú, la vea por primera y última vez seguramente. No pienso hablarle para
pedirle permiso a ella. Supongo que Rubén se encargará de decírselo.
Jose y Laura han dado su visto bueno. Jose sigue ingresado aunque fuera de peligro, pero la operación y el riesgo de infección es grande como para irse ya a casa. Saben lo que les está pasando a los niños. Esta situación es demasiado fuerte para ellos. Necesitan romper ese bucle con algo que les haga olvidar todo lo que ha pasado. Mi madre no se siente con fuerzas de viajar con nosotros, además de que… es nombrarle el tema Malú y sé que, en su subconsciente, aparece la noche del accidente y sabe que llegué tarde porque estuve trabajando con ella. Seguro que piensa que me “obligó” a quedarme, o algo así. Y Ro tampoco se ve con fuerzas de acompañarme, aunque sea para ver un concierto de Malú… pero está destrozada psicológicamente… nunca la he visto así… nunca desde lo de mi padre. Acordamos que yo me llevaré a los niños y ellas se quedarán en Madrid, con Jose. No sé si es un error o no, pero es lo único que se me ocurre para intentar que dejen de pensar en ese día. Para intentar que dejen de acordarse que tuvieron que ver a su padre, ensangrentrado, inconsciente, sin responderles. Demasiadas imágenes. Demasiados recuerdos fuertes para unos niños tan pequeños.
Maaaaaaaaaaaaaaaassssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssss porfaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa
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